Mañana arranca uno de los campeonatos del mundo de fútbol más polémicos de los que se han celebrado a lo largo de la historia de la competición. Los calificativos que se le han asignado van desde el campeonato de los escándalos al campeonato de la vergüenza, unos calificativos sobradamente justificados por parte de múltiples medios de comunicación e investigaciones periodísticas de todo el mundo. No me entretendré. En todo caso, me ha parecido oportuno poner de relieve, con datos, aspectos económicos básicos de este país, que permitirán al teleespectador (serán muchos miles de millones, a pesar de los llamamientos a la conciencia personal a hacer boicot al acontecimiento), conocer un poco más el entorno en que la flor y nata del fútbol correrá detrás de una pelota.

En Qatar, hasta ahora, sobre todo había petróleo y gas (descubierto hace unos 80 años y con unas reservas enormes todavía ahora), y muchos miles de millones de dólares acumulados gracias a su venta. El PIB catarí en 2021 fue de 180.000 millones de dólares, lo que significa uno de los PIB por habitante más altos del mundo. Descansando en el petróleo, el país está haciendo grandes esfuerzos por erigirse en un núcleo de actividades, a base de hacer crecer ciudades artificiales y centros de servicios en medio del desierto, un entorno en que es difícil vivir en la calle, por el calor: la media de temperaturas máximas de los últimos tres años se ha situado entre los 38 y los 40 grados; la media de las mínimas, entre 31 y 33.

En agosto de este año, la población del país era de 2.938.000 habitantes, una cifra a la cual se ha llegado a través de una progresión meteórica. En 1904, una estimación cifró la población en 27.000 personas; en 1970 se hace un censo como toca y se cifra en 111.133 personas. De aquí a la población actual, se ha crecido en poco más de 50 años más del 2.500%, un salto espectacular que sólo se explica por la inmigración que va a Qatar para trabajar, primero en la industria petrolera y después donde sea. La India, pero también Bangladesh, Pakistán, Egipto, Filipinas son los principales países de origen de la inmigración.

Qatar, a través de dificultades y sin condiciones objetivas que lo justifiquen, busca con el Mundial reforzar su apuesta para ser un actor económico global relevante de la zona

Sólo en los 10 años que van del 2010 al 2020, el número de ocupados no cataríes creció de 750.000 personas hasta alcanzar los 2.000.000. El resultado es que en Qatar la población ocupada está dominada de manera abrumadora por gente de fuera: de los 2.085.000 ocupados en junio de 2022, el 95% son no cataríes, mientras que los cataríes son el 5% restante. La actividad dominante en los últimos años ha sido la construcción, con cerca de la mitad de las personas ocupadas, una actividad centrada no sólo en hacer nuevas ciudades faraónicas, sino también campos de fútbol para el Mundial.

Se han construido campos de primera categoría, por no decir de lujo, que ya los querríamos (o no) aquí. Eso ha pasado en un país con mucho dinero pero sin ninguna tradición en el deporte rey, y prácticamente sin casi ninguna condición a fin de que llegue a arraigar como ha hecho, por ejemplo, en Europa. Sin embargo, el escaparate de la Copa del Mundo bien merecía un esfuerzo para transmitir imagen de modernidad y de conexión emocional. Ocho estadios, de los cuales siete son nuevos, acogerán los partidos de este Mundial. En total, suman una capacidad de 385.000 asientos, con una inversión que seguramente ha sido superior a los 4.000 millones de euros, una cifra poco importante para el país. Cada uno de los estadios indicados tienen capacidad de más 40.000 personas. Para tener un punto de referencia, en Catalunya de estadios de esta capacidad sólo hay los del Barça y el del Espanyol, en total 140.000 asientos. La suma de los diez estadios catalanes que los siguen (desde el Girona hasta el Gavà) no llega a los 100.000 asientos.

Con todo el sentido, en Qatar la mayoría de estadios se remodelarán (excepto uno que se ha hecho con contenedores, que desaparecerá) y pasarán a perder la mitad de su capacidad, para convertirse en hoteles, equipamientos, oficinas, centros comerciales, etcétera. Sin embargo, el país seguirá teniendo una dotación de asientos parecida a toda la dotación catalana de estadios de más de 5.000 asientos, por cierto, un sitio con gran tradición de fútbol y con un clima (por ahora) excelente para practicarlo.

Qatar, a través de dificultades y sin condiciones objetivas que lo justifiquen, busca con el Mundial reforzar su apuesta para ser un actor económico global relevante de la zona. Los estadios y el acontecimiento en sí son un gasto relativamente pequeño en el conjunto del proyecto. Bien, no es un gasto, sino una inversión de un país que cuenta con una máquina de fabricar dinero (el petróleo), sin gente para trabajar (gran parte del trabajo la hacen los que vienen de fuera) y que se prepara para cuando la máquina no dé más de sí. El fútbol, una anécdota.