Distinguidas tertulianas y tertulianos habituales se empeñan en empobrecer todo lo que está en juego el 14F. Reducir el tablero político a una única elección, ya sea izquierda-derecha, Catalunya-España, o gestión-confrontación, facilita quizá la opción de voto, pero esconde niveles de aristas que nos interpelan. Las elecciones no van de opciones binarias, ni de alinearse detrás de tótems, o creer a pies juntillas en proclamaciones ideológicas difíciles de demostrar. Es suficiente con fijarse en cómo han estallado antiguas formaciones, cómo se han recompuesto grupos políticos, cómo se han abierto paso nuevas propuestas o se ha iniciado un retorno a las esencias conservadas en naftalina. El antiguo terreno nacionalista se ha partido, exigiendo una transversalidad mucho más real, con el municipalismo en primer término.

Por otra parte, cada vez se ve más claramente la impostura de colgarse el cartel de progresista bajo palabra de honor cuando hay un flujo continuo de hechos que lo ponen en duda. Por ejemplo, por poco que se medite, resulta muy difícil vender que Salvador Illa es de izquierdas y además, buen gestor, cuando es patente el fracaso de su gestión de la pandemia.

Las elecciones no van de opciones binarias, ni de alinearse detrás de tótems, ni de creer a pies juntillas en proclamaciones ideológicas difíciles de demostrar

El efecto que pretende causar Pedro Sánchez con el ministro dimisionario en el pico de la tercera ola, no es, ni de lejos, un objetivo de izquierdas tradicional como sería reforzar una sanidad pública que se ha demostrado imprescindible, a pesar de los recortes de equipo, financiación y personal de los últimos años. Al contrario. Sánchez coloca a Illa sobre el tapete verde como la mejor opción para encabezar un gobierno autonómico que se aleje todo lo posible del 1 y el 3 de octubre del 2017. Hacen falta muchas distracciones y una gran humareda para olvidar el 155 y una represión que no acaba. Y no creo que sea suficiente. Quizás por eso el Gobierno y algunos poderes mediáticos juegan junto con los cocineros de encuestas a atribuir demasiados escaños a un grupo neo-facha global que son la levadura importada del odio y la mentira. Amedrentar a los ciudadanos da rédito y puede evitar nuevas cantadas de la Fiscalía. Las encuestas manipuladas que presagian un triunfo del "salvador" nos dicen también que los herederos de Trump distorsionarán y condicionarán el Parlamento mucho más de lo que ya lo hacen sus votantes cada día, entre nosotros. En el hemiciclo, hará falta un pie de rey muy afinado para calibrar las diferencias con una Arrimadas que ya sufrimos en el clímax de su histeria unionista. Pero en campaña, todo vale. Se hacen demasiadas promesas fáciles en momentos difíciles, y se difunden demasiadas falsedades intencionadamente.

Los presentadores del binomio Catalunya-España también saben que la tensión está enervada por conflictos de clase, y que lo que para algunos es "la dictadura de independentistas minoritarios" esconde, más allá de la herida narcisista de los que tuvieron que hacer pasos a un lado, intereses contradictorios entre nuestros IBEX caseros y pequeñas y medianas empresas, campesinos que viven de la tierra y los sospechosos habituales, entrenados en la explotación y complacientes con la corrupción. El mecanicismo paupérrimo también es, en este caso, un buen medio para dar gato por liebre. De hecho, en campaña, nos quieren envolver en palabras cuando lo que tal vez haría falta es una buena dosis de autocrítica y rendición de cuentas, pero se enquista el mal perder y el no saber ganar. Son muy pocas las que reconocen que todo dependerá de los pactos que se hagan el 15 de febrero. Quizás solamente las que entienden que no hay murallas entre hacer y ser.

La propuesta debe ser honesta porque votar en Catalunya en tiempo de pandemia y de tantas dificultades vitales merece unas propuestas políticas que no simplifiquen ni nos menosprecien.

Por eso tampoco vale confrontar una supuesta buena gestión (ignota) versus un autonomismo claudicador que se hizo viejo y antiguo un día de octubre de hace tres años. A las coordenadas que nos hacen falta para el 14F, mucho más complejas de lo que dicen y desean, hay que añadir un último elemento determinante: el respeto por la democracia y los derechos. Eso comporta, de nuevo protagonismos plurales. Por eso confío en que no vaya solamente "de ella o Illa". Que sea un "Illa o ellas" donde el municipalismo radical que surgió, valiente y antifascista, en Badalona ocupe el lugar que se merece dentro del "ellas". La propuesta debe ser honesta porque votar en Catalunya en tiempo de pandemia y de tantas dificultades vitales merece unas propuestas políticas que no simplifiquen ni nos menosprecien.

Ningún reduccionismo debe poder enmascarar o esconder lo que significaron el 1 y el 3 de octubre. Somos herederos. Y ahora, el 14F, volvemos a votar.