Estamos en el revival autonómico del año 2011 y en el momento nacional del 96. En mayo de hace catorce años, Zapatero estaba a punto de convocar elecciones y en las autonómicas sufrió la mayor pérdida de poder territorial del PSOE. Entonces salvó el granero socialista de Andalucía. Hoy solo conserva Catalunya como plaza fuerte con Salvador Illa, sin las mayorías del entonces bastión del sur. Ahora este ciclo electoral autonómico lo marca el PP y la posición de salida del PSOE no puede ser peor. El partido está sumido en el shock de los casos de acoso y corrupción. Mientras el Gobierno intenta que sean un capítulo más y patada hacia delante, el frenazo en seco de sus intenciones de pasar página y convocar en 2027 cada vez lo imponen más los socios. Es probable que en el corto plazo metabolicen el ‘caso Salazar’ y la cascada de dimisiones por presuntos acosos sexuales, pero no la corrupción. Ese camino va a ser largo, doloroso e irá in crescendo.

La implicación de la SEPI a través de su expresidente ha desbordado la cápsula donde pretendían acotar el trío tóxico Cerdán-Ábalos-Koldo. Los contratos públicos afectan a tres ministerios con sus departamentos implicados, por mucho que fueran contratos de urgencia. La entrada en el círculo de corrupción de la SEPI como máxima plataforma de contratación pública del Estado implica a cargos nombrados por la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, además del rescate de Plus Ultra y, por extensión, Air Europa, y las ramificaciones en Transición Ecológica y Transportes, con la influencia desde el partido (Leire Díaz), el Gobierno (la SEPI) y Servinabar, propiedad de Santos Cerdán según la UCO. La militante que pretendían dejar en un satélite ajeno al partido tenía más peso del que han reconocido hasta ahora. Sus cargos públicos en ENUSA y Correos traicionan la idea de la afiliada freak. Son cargos a dedo en forma de premio acordados por el partido. Tampoco sirve decir que el PSOE eran los ya exsecretarios de Organización. En definitiva, aunque Santos Cerdán y Ábalos sean la imagen de la corrupción a ojos de la opinión pública, los registros, las testificales y las nuevas imputaciones por venir que derivarán del ‘caso SEPI’ contaminan y atrapan a todo el Gobierno

El revulsivo de los casos de acoso sexual ha agitado internamente al PSOE como nunca desde que Sánchez ganara las primarias. La pregunta ahora desde muchas federaciones es si Pedro Sánchez tiene legitimidad para ser presidente del Gobierno sin asumir responsabilidades, con una cúpula orgánica que ha dirigido el partido durante siete años y ha mutado en banda criminal.  

Hay voces del PSOE preguntándose internamente, ¿quién queda para pedir a Sánchez que convoque?

Mientras responden a la gran pregunta, la debilidad frente al ciclo electoral es máxima en todos los territorios. Están quemados el candidato de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, la ministra portavoz Pilar Alegría en Aragón y María Jesús Montero en Andalucía. Los tres con muchas opciones de compartir el mismo titular del peor resultado electoral en cada una de las plazas. 

Gallardo, además del procesamiento por el enchufe del hermano de Sánchez, no ha sabido hacer oposición al ejecutivo de María Guardiola ni se le conoce intervención alguna como diputado de la Asamblea, tras cargarse a media lista para entrar. Pilar Alegría no solo arrastra la mala gestión del cesado Paco Salazar. No ha pisado Aragón durante esta legislatura y tiene al partido desmembrado para hacer campaña, desangrado internamente tras un proceso post-Lambán traumático. Más difícil es prever cómo llegará Montero a Andalucía —si lo hace—. La operación contra los años en la SEPI de Vicente Fernández va a desgastar a Montero por la propia naturaleza de la causa judicial. De aquí a junio, habrá que sumar la guerra abierta en el seno de la federación andaluza movida por los defenestrados desde las primarias Sánchez-Susana Díaz.

El PSOE entra en su peor ciclo electoral de la historia reciente. Lo previsible es su caída en Andalucía, Aragón, Extremadura y Castilla y León. No hay cita salvable en un camino lento que irá abriendo las fracturas que acabarán por señalar a Sánchez como hacedor de un partido que acumula derrotas. Hay voces del PSOE preguntándose internamente, ¿quién queda para pedir a Sánchez que convoque? No sirven los ya amortizados Felipe González o Emiliano García Page. Ambos escenificarán pronto esa ruptura, pero hará falta un movimiento como el del 'Me too' de las mujeres del PSOE  para mover a Ferraz y la Moncloa. De momento, los socios no pasan página. Se les señala por la falta de contundencia en sus acciones. No habrá revolución de cambio de Gobierno ni grandes giros de guion en Presidencia. Mientras el malestar será un goteo continuado que, más que vaciarse, se acumula. El desborde está más cerca que las ganas de Pedro Sánchez por despejar las múltiples crisis.