Hace una semana de la presentación de Des dels turons a l’altra banda del riu —la reedición hecha por Comanegra, claro— en la librería Ona. Quizás es hora de hacer mi crónica, la de alguien que no estaba entre el público sino en el escenario. De lo que se ha escrito hasta ahora he sacado dos certezas: que no te tienes que tomar la molestia de estar en el acto de lo que haces una crónica y que muchos estuvieron para hacer un homenaje al Pujol institucionalizado, al Presidente. No al joven esperanzado del libro, dispuesto a renunciar a su libertad por Catalunya. No al chico que hablaba de la generación que había perdido la guerra como la gente de mi generación habla hoy de la clase política que perdió el Procés. O que se rindió. El Pujol del libro cuesta de homenajear desde los asientos reservados, porque alabarlo sin más pondría a los que estaban ahí sentados en una contradicción generacional, pero también en una política.

Allí se mezcló gente de muchos tipos convergentes. O convergentejeantes. Lo más sorprendente, y muchas crónicas no han hablado de ello, fue el hecho de que había gente joven. Bastante gente joven, diría.

Aparte de los que ostentan o han ostentado algún cargo político recientemente, allí se mezcló gente de muchos tipos. De muchos tipos convergentes. O convergentejeantes. Lo más sorprendente, y muchas crónicas no han hablado de ello, fue el hecho de que había gente joven. Bastante gente joven, diría. Algunos os los podréis imaginar enseguida: vestidos de empleados de La Caixa, con sonsonete de Artur Mas, hablando de Pujol como si lo hubieran vivido de presidente y con el carné de militante en la cartera. Otros, más discretos, habían venido con un par o tres de amigos más, como quien va al teatro. Muchos salieron del acto con el libro en las manos, confirmando que el Pujol joven todavía habla a la gente joven. O le interesa hasta el punto de hacerle gastar veinte euritos y un par de horas, cuando menos. El libro es una ventana abierta y es una fuente primaria de información para muchos chavales que juegan a imaginarse al President juntando las piezas de aquello que han oído en casa, de lo que han oído en el telediario y de los memes que han visto en Twitter. Con Pujol pasa un poco como con la Biblia: todo el mundo habla de ella, pero casi nadie la lee. Para dejar de hablar de oídos se tiene que ir al texto, y Des dels turons a l’altra banda del riu es una oportunidad para hacerlo.

Han tenido que pasar nueve años para que algunos hayan entendido que cada vez que se ha dicho el nombre de Pujol y han callado, lo han abandonado a la caricatura española.

El Pujol del libro desnuda a la clase política de hoy, pero también desnuda al Pujol de hoy. Lo dijo en voz alta y varios medios se hicieron eco: "He fallado al joven que yo era". Es bueno y sano que lo explicite —para él y también para nosotros—, porque no da por hecho que el paso de los años tenga que llevar necesariamente implícito un ablandamiento de los principios. Se lo hace suyo, desde la excepcionalidad y, por lo tanto, niega la regla haciendo honor al tono esperanzado del libro, que, lejos de utilizar las referencias a la esperanza para salir adelante, las utiliza de advertencia para anunciar su proyecto por el país.

La prensa y la opinión pública han querido ver el acto como la redención de Pujol antes de morirse, pero los que estábamos sabemos que Pujol no se perdonará nunca del todo.

Pujol puede fallar al joven que fue porque ya no es joven: tiene 92 años y un ictus. Le cuesta seguir el hilo de su discurso, se pierde y se repite. Retiene la información reciente con dificultades, no oye muy bien y se dejó las gafas. Me da la impresión de que los que vinieron a recibirlo en la librería sabían o se podían imaginar de qué iba la película y aun así quisieron estar. La prensa y la opinión pública han querido ver el acto como la redención de Pujol antes de morirse, pero los que estábamos sabemos que Pujol no se perdonará nunca del todo, y los que fueron a Ona con voluntad de redimirse no se llamaban Pujol de apellido. Han tenido que pasar nueve años para que algunos de los que el miércoles pasado llenaron al Presidente de aplausos hayan entendido que cada vez que se ha dicho el nombre de Pujol y han callado, lo han abandonado a la caricatura española. No me costó mucho decirlo en voz alta y desde el escenario, porque necesitaba liberar la tensión. "Nos hemos politizado en una Catalunya donde durante años el nombre de Pujol no se ha podido decir" estaba preparado para ser entendido dentro de la librería, acusando a los que ahora se lo quieren reapropiar —después de haber participado en la caza de brujas interesadamente— sin haber sido capaces de ofrecer nada nuevo o a la altura. Su ineptitud los lleva a quererlo resucitar porque no lo han podido sustituir, ni al Pujol prepolítico ni al Pujol político.

Reivindicar al Pujol encarcelado hace un servicio a mi generación. Fija un lugar, un estado de ánimo y una vivencia de la fe que nos hace útiles políticamente —más útiles que lo que hemos visto hasta ahora.

Salir de Ona fue una carrera de obstáculos, porque que todo lo que está bien y todo lo que está mal del mundo convergente estaba preparado para manifestarse en forma de elogios y de solicitudes. Es un mundo que se afana, todavía ahora, para reponerse de los golpes de volante que hizo para huir del lugar donde ahora quiere volver. Para muchos, mi presencia al lado del presidente Pujol fue interpretada como un anuncio de disponibilidad política. No lo fue, no lo es, y la desesperación para acercárseme personalmente solo me afianza en que no lo tiene que ser. Reivindicar al Pujol encarcelado hace un servicio a mi generación. Fija un lugar, un estado de ánimo y una vivencia de la fe que nos hace útiles políticamente —más útiles que lo que hemos visto hasta ahora— porque nos dota de un sentido de la autoestima generacional. Los jóvenes que se compraron el libro, que me dieron golpecitos en la espalda diciendo "muy bien" mientras yo procuraba desenrojecerme las mejillas y que tienen ganas de explicar a su colectivo, a sus abuelos o a sus amigos lo que saben de Pujol, lo mejor que pueden saber es eso.