Me da la impresión que la matanza de Israel hizo todavía más extemporánea y más grotesca la manifestación contra la amnistía que algunos miles de españoles, liderados por el PP de Madrid, celebraron el domingo en las calles de Barcelona. A medida que la tensión bélica se apodere del mundo, los catalanes lo tendremos más jodido para separarnos de España, pero también tendremos más posibilidades de asegurar unos mínimos de libertad y de convivencia con los castellanos, protegidos por los intereses de Bruselas. La paz interior del continente se ha convertido en una herramienta geopolítica de primer orden.

Quizás por primera vez en su historia, los países europeos tienen más incentivos para defenderse los unos a los otros que no para matarse entre ellos —o hacerse la vida imposible—, y esto también incluye a España. El miedo de repetir los errores del pasado que dominó la segunda parte del siglo XX, ha ido perdiendo sentido a medida que la descolonización, Erasmus y las amenazas externas han replegado a los europeos a su casa. Desde el punto de vista histórico, no es extraño que la víctima simbólica del ataque de Hamás haya sido una chica guapísima de 22 años de origen alemán, establecida en Israel.

Igual que Ucrania, Israel también es Europa o, como mínimo, tiene raíces en Europa. Si algunos europeos la odian tanto es porque les recuerda su pasado, como les sucede a muchos rusos y a muchos musulmanes —o, en el caso de Cataluña, a muchos españoles. Europa ha perdido la agresividad imperialista y tiene problemas existenciales, pero todavía puede sacar mucho partido de su historia. Sería extraño que no lo aprovechara, cuando alrededor suyo todo el mundo se mata y se maltrata. A medida que se vea que Europa es el mejor lugar del mundo para vivir, el continente irá recuperando las ganas de defenderse, ni que sea de manera cínica y aburrida, como Suiza.

Pedro Sánchez amnistiará a los políticos protesistas porque la alternativa, tal como va el mundo, es mucho peor para Europa

A los españoles que vinieron a tocar el tambor en Barcelona, pues, les espera una gran frustración, por no hablar de los que ya viven en Cataluña. Pedro Sánchez amnistiará a los políticos protesistas porque la alternativa, tal como va el mundo, es mucho peor para Europa. En Cataluña, el factor principal de orden es la cultura catalana y el patriotismo que despierta; no la policía, ni la justicia española, ni tampoco los hijos de la inmigración que votaban a Ciudadanos, cuando existía. La mayoría de los catalanes arraigados en el territorio han dejado claro muchas veces que no obedecen a Madrid, ni hablan castellano, por gusto. Y esto no habrá ninguna manifestación, ni ninguna oleada migratoria, que lo cambie.

Si no hay un descalabro, Cataluña lo tendrá difícil para volver a plantear la independencia, pero cada vez tendrá más ocasiones de hacer valer su personalidad y sus intereses, sin límites excesivos impuestos desde fuera. Cómo le pasa al conjunto del continente, el futuro de Cataluña dependerá de la capacidad de sus ciudadanos de desperezarse y hacer valer su capacidad para defender un orden en su territorio, y perjudicar a quienes lo amenacen. El mundo se ha endurecido, y Europa también tenderá a endurecerse. Si con la quiebra de Lehman Brothers, el 2008, se acabó la fiesta económica, con la carnicería de Israel se ha acabado la fiesta retórica.

Dicho de una manera cruda, si los españoles no nos pueden castigar mucho, es porque su arbitrariedad daría alas a la violencia de las mafias que controlan la inmigración, y al sentimiento de revancha de los musulmanes que celebran las atrocidades de Hamás. Es una cosa que ya se ha ido viendo después del 1 de octubre. La Transición española también será una Transición europea. Europa necesita integrar su núcleo duro para proteger sus fronteras y sacar un provecho económico de la libertad que garantiza en sus territorios. Los catalanes seremos un factor de estabilización dentro del nuevo orden europeo y español o bien seremos tratados como inmigrantes en nuestra casa —que es como, de hecho, se nos ha tratado muchas veces.

En Suecia, cuna de la socialdemocracia, los partidos ya están de acuerdo en usar el ejército para mantener la paz interna. La inmensa mayoría de europeos se habrían podido encontrar en la fiesta rave de Israel, y a la larga, lo único que contará será proteger este estilo de vida y la prosperidad que la hace posible.