Sabe muy mal que Nissan cierre las fábricas de Barcelona, Montcada i Reixac y Sant Andreu de la Barca. Siempre que una empresa de nuestro sistema productivo cierra las puertas, pone encima de la mesa el problema de los puestos de trabajo afectados, directos e indirectos. Y en el caso de Nissan, son muchos, y todos de golpe, que todavía duele más. Detrás queda un empobrecimiento del tejido industrial.

La decisión se ha tomado en la sede central de esta gran empresa japonesa, que se encuentra ante la complicada situación tener una capacidad de producción de 7 millones de vehículos, pero sólo una previsión de ventas de 5 millones. No es un caso único, sino que es bastante generalizado en un sector del automóvil con nubes oscuras en el horizonte desde hace tiempo. El exceso de capacidad productiva de las plantas catalanas ya venía de lejos, con una utilización de sólo el 20% en el último año y medio, un porcentaje claramente insostenible. Quedan lejos los planes de la empresa que hace unos 8 años anunciaban inversiones importantes y la creación de 1.000 nuevos puestos de trabajo.

Nissan en Catalunya, en el contexto del gran grupo industrial a nivel mundial que atraviesa problemas, ha pasado a volverse irrelevante. No ha sido sólo debido a la reducida dimensión de la empresa aquí, sino que también ha jugado su influencia la alianza de Nissan con Renault, la retirada de producción de la pick-up de Mercedes-Daimler, la disponibilidad de plantas más competitivas dentro del grupo, entre otros factores. En cualquier caso, las fábricas de Nissan en Catalunya no figuran entre los activos con los cuales cuenta la compañía para resolver sus problemas de futuro.

A pesar del dolor que provoca la huida, la decisión de la empresa no deja de situarse en la lógica más básica del capitalismo y de la globalización: de la misma manera que una multinacional implanta una factoría en un territorio concreto a conveniencia suya, se va a conveniencia suya. Y lo hace con decisiones que se escapan totalmente a los directivos locales e incluso regionales (que no son Catalunya o España, sino Europa y bloques geográficos mayores).

La salida específica de Nissan no cambia en nada el atractivo de Catalunya como emplazamiento industrial

La decisión de marcharse está tomada y es inapelable aunque sea difícil de digerir. Más todavía cuando ha recibido algunas ayudas públicas. La empresa sabrá qué hace con sus activos materiales e inmobiliarios. Lo hará minimizando el coste de todo. Lo que queda para los afectados es negociar una salida con el mejor trato económico individual posible. Se equivocan los que preconizan salidas extemporáneas como que el Estado salve la fábrica (¿pasaría este a ser su propietario?,¿qué fabricaría y para quién?).

La salida específica de Nissan no cambia en nada el atractivo de Catalunya como emplazamiento industrial. La empresa se encuentra en un proceso de reestructuración mundial y de alianzas sobre las cuales la capacidad de influencia del Estado y de la Generalitat son nulas. Es un caso de mercado, puro y duro, de una empresa multinacional concreta.

Como siempre, en un caso así, se pone de relieve la conveniencia de no parar en la búsqueda de nuevos proyectos de inversión multinacionales que sean atractivos desde el punto de vista de la calidad de los puestos de trabajo que generen. Eso se hace. No se ha dejado de hacer y, si acaso, ahora habrá que duplicar los esfuerzos para tratar de compensar la pérdida de Nissan.

Sin embargo, lo mejor sería disponer de más empresas multinacionales propias, tener nissans con sede central en Catalunya. Hay sectores muy específicos en que eso es así (del metal, del agua, de los medicamentos, etc...), que cuentan con multinacionales catalanas en nichos de mercado mundial. Mayoritariamente es aquí donde nos podemos defender y donde los poderes públicos que tienen dinero y competencia para hacerlo (es decir el estado español) tendrían que centrar su política industrial. Desde la Generalitat lo que se puede hacer es cultivar el capital humano, el sistema público de ciencia e innovación y acompañar (apasionadamente) al empresariado con vocación multinacional.

Modest Guinjoan, economista.