Hay tres ópticas desde las que mirarse estas elecciones municipales, de las que acaba de empezar la campaña electoral, que pueden ser interesantes a la hora de hacer la valoración: el independentismo, las elecciones generales españolas y el entorno.
Desde la óptica independentista, interesa el resultado —obviamente—, cómo continúa la pugna Junts-ERC, los pactos que se realicen para formar gobiernos, la agenda política y la distribución territorial del voto, sobre todo en áreas metropolitanas. La pugna y pacto que existe entre ERC y Junts ha hecho que, en los últimos años, el análisis de los resultados se centre en si la suma del independentismo gana las elecciones, obviando en cierto modo las victorias del PSC. ¿Ganará esta suma? Escrutado si la suma independentista es ganadora, se analizará quién queda por encima del otro: si ERC por encima de Junts o Junts por encima de ERC. En número de votos pero también en número de alcaldías, consejos comarcales y diputaciones. De este resultado se extraerán todo tipo de conclusiones complementarias. Si es un éxito o fracaso de la estrategia nacional; si es un castigo o un premio a la obra de gobierno; si es un premio o un castigo al haber salido de él; el momento de cada partido, etc. No quedará todo despejado la noche del 28 de mayo. Lo que nos llevará a un inicio de junio intenso por lo que se refiere a los pactos. ¿Se impondrá una razón estratégica de control del poder por parte del independentismo? ¿Se abrirá por completo la puerta al PSOE? También será interesante ver cómo se reparte el voto independentista en el conjunto del territorio. Según ocurra en las regiones metropolitanas, podría justificar la estrategia de los unos, pero una victoria de los otros en Barcelona significaría lo contrario. Todos estos elementos y con los ojos puestos en unas ya próximas elecciones generales en España y unas catalanas a venir marcarán la agenda política de los próximos meses del independentismo catalán. Una agenda que puede tener consecuencias de años.
¿Tiene sentido la exigencia a los políticos en un país de una cultura democrática débil donde la rendición de cuentas no existe?
En España, aparte de elecciones locales, también las hay autonómicas, lo que convierte, aún más, estas elecciones en un termómetro de lo que puede ocurrir en las próximas generales: el resultado, repliegue de bloques, liderazgos… El resultado se mirará en términos similares a los que describía hace un momento en el caso de Catalunya: por el total de votos logrados por cada partido y también por el número de alcaldías e instituciones municipalistas, y de presidencias de los distintos gobiernos regionales. Aquí será interesante ver si se constata la desaparición total de Ciudadanos y si, al mismo tiempo, después de una época en la que parecía que la derecha y la izquierda podían dividirse en distintas opciones, se vuelve a reagrupar todo entre PP y PSOE. Y de ahí los liderazgos. En primer lugar, la pugna particular entre Sánchez y Feijóo, a ver quién sale reforzado. Pero no pasará por alto el resultado de Ayuso en el caso del PP ni el de los respectivos varones territoriales del PSOE.
Y finalmente, el entorno. Las encuestas muestran un volumen de participación que no parece ir a la vez con la desafección que se respira, sobre todo, en Catalunya. Sobre todo entre el independentismo, el segmento más movilizado de los últimos años. ¿Tiene sentido la abstención como opción de castigo si realmente —más allá del discurso que les toca hacer— no importa nada a los partidos? ¿Tiene sentido la exigencia a los políticos en un país de una cultura democrática débil donde la rendición de cuentas no existe? ¿Influirá el cambio que ha habido en Catalunya sobre cómo se explica la política a través de los medios de comunicación? ¿Será suficiente incentivo intentar evitar que ganen los otros aunque estés enojado con los tuyos? Muchos interrogantes abiertos para el 28 de mayo, donde todo esto está en juego.