Netflix ha hecho un anuncio para celebrar la Navidad “de otra manera". A la ya reiterativa y obvia cantinela de que las parejas no tienen por qué ser de chico y chica, sino, si es posible, de cualquier cosa que no incluya a aquél, imagino que por consejo de los publicistas del bien queda, se añade el mensaje central, que es el siguiente: que la mujer se desligue de todas esas obligaciones que la relegaron a ser la invisible sirvienta de la casa durante siglos, para que los demás se diviertan sin apercibirse del gran sacrificio que su tarea supone. Y para conseguirlo proponen que en esta Navidad no sea ella la que cargue con todas las responsabilidades: desde pensar los regalos hasta hacer los canelones o ayudar a la nieta (siempre la nieta) a hacer esas galletas de jengibre que luego nadie se come. Que lo haga otro, o que se haga solo, o mejor, que encarguemos un Glovo, que casi siempre es un tío el que viene con su “bicicleto”.

La tristeza que desprende el mensaje es enorme. Al final del anuncio ella está sola, guapa de la muerte, con el gorrito de Navidad bien puesto y cantándose un villancico a sí misma. Yo lo valgo, y lo de Juan Palomo. Creo que muchos fracasos familiares, llegando a estas fechas más evidentes, pueden verse consolados en la solución de pega de anuncios como éste. Incluso habrá quien, padeciendo el horror en un hogar que no merece tal nombre, se vea, gracias al anuncio, animada a dar el gran paso hacia la liberación. Pero no hacía falta decírselo así.

No hacía falta decir que quien ayuda a otro, quien se sacrifica por otro, quien se pospone a otro es un imbécil. La comunidad cristiana celebra estos días el nacimiento del mayor pospuesto, un hombre joven, torturado y ajusticiado por sus compatriotas es el símbolo supremo del amor a la humanidad. Dudo que a quien tenga la menor convicción religiosa pueda parecerle demasiado bien que se diga que el amor al prójimo, el servicio, o el sacrificio son un error o un fracaso.

No hacía falta decir que quien ayuda a otro, quien se sacrifica por otro, quien se pospone a otro es un imbécil


Solo le falta eso a quien da la vida por los demás. Que le digan que es un imbécil. Imbécil, excepto, claro, si da la vida por conceptos como la independencia o la soberanía de su país, o una imaginaria y quimérica libertad, o una patria en peligro, una bandera… entonces, sean hombres o mujeres, se les considera héroes. A las mujeres que han sido cemento de los hogares, quizá porque los hombres no han sabido hacerlo, quizá porque se les dijo que “los chicos no lloran, tienen que pelear”, a esas tenemos que llamarlas imbéciles. Pues bien, quiero dedicar esta pieza a mi madre (que era perfecta en todos los papeles del auca y sin ella saberlo, porque nunca se lo dijimos), a mi abuela materna (que se mantenía en pie en medio de la calle cuando durante la Guerra Civil caían las bombas en su entorno) y a mi abuela paterna (que cosió durante décadas la trama de valores en los que se forjó la familia que fue de mi padre). A esas tres mujeres, las mayores imbéciles que he conocido, las heroínas de mi corazón, dedico la pieza con la que cierro este desorientado y confundido año 2020. Que en el siguiente, Netflix tenga mayor sentido y menos ganas de quedar bien. Que use el ingenio, que sin duda tiene, en mejores causas, que busque en el arte la partícula divina que anima al mundo y no al diablo que siempre lo ronda. Que elija amar.