Ayer, 1 de abril, se cumplían cien años del nacimiento de Manuel de Pedrolo, seis meses del referéndum del 1 de octubre y también mi sobrina Júlia cumplía 17 y el conseller Joaquim Forn, 54. Todas estas efemérides las iba contando en mí poco a poco, en silencio, mientras miraba el Canigó nevado desde la playa de Argelers de la Marenda. Veía nieve desde la orilla del mar. Por un momento me recordó a mi tierra, donde desde un parque natural (el delta del Ebro) ves el otro (el massís del Port), con el río en medio. Aquí, en esta arena de la Catalunya Nord, murieron centenares de exiliados republicanos y decenas de miles malvivieron durante meses. Huían de una guerra, la de aquellos que hicieron del silencio el lenguaje de los vencidos. Para llegar a esta playa circulo con mi furgoneta por una pequeña carretera de elocuente nombre: avenue de la Retirada. Y visualizo personas y equipajes por las cunetas, caminando desganados, tristes, esperando ser recibidos al menos con un plato de sopa caliente, ni que fuera pan seco con unas simples sopas con tomillo para reblandecerlo. Buscaban refugio y fueron recibidos casi como ganado por las autoridades francesas.

Este lugar fue el primer campo de concentración de los combatientes de la libertad, de los que lucharon contra el franquismo. Amontonados, sin agua potable, sin lavabos, con el mar como prisión y rodeados de alambre de púas, congelados de frío. El lecho de cada hombre era la huella que su cuerpo dejaba encima de la arena. Bebés con diarrea por los biberones salados. Personas que se suicidaban entrando en el mar y dejándose llevar por las olas. Todo era más llevadero que morir enterrado en vida. Ser del exilio, como si eso fuera un país.

Hace frío, un viento espeluznante. Estamos en marzo. Y pienso que cuando los republicanos se exiliaron, en febrero de 1939, era pleno invierno. Sobrevivían al raso. Ochenta años de ignominia recordados solo por un simple cartelito de madera, una especie de panel pequeño que si sigue soplando el viento así, poco durará. Y menos mal que está, porque el texto explicativo lo firma la FFREE, Fils et Filles de Républicains Espangols et Enfants de l'Exode. Las familias, siempre asumiendo lo que les tocaría hacer a las autoridades. Haría falta un monolito de piedra bien arraigado para recordar de por vida su muerte. Su dignidad y tristeza. Nuestra historia.

Los herederos de aquellos que obligaron a huir a nuestros yayos y reyayos, empujándolos hacia el abismo de la expatriación, son los que ahora nos vuelven a negar la libertad como pueblo.

Y una parte esencial de esta historia sucedió en Elna, a pocos quilómetros de la playa por donde paseo. Allí la maestra y enfermera suiza Elizabeth Eidenbenz recuperó un antiguo caserón en forma de castillo para convertirlo en la Maternidad de Elna, hoy convertido en museo de obligada y emocionante visita. Era 1939 y con la ayuda de la Cruz Roja de su país iba por las playas de Argelers rescatando a mujeres embarazadas para llevárselas a Elna y asegurarles ni que fuera un parto digno. Así, durante unos cinco años, ella y su equipo salvaron la vida de 597 criaturas de 22 nacionalidades diferentes y también la de sus madres. Un oasis en medio de tanta destrucción y vergüenza.

Una historia dura y emocionante que quiero explicaros de la mejor forma que sé: con música. Y es que ayer en Alenyà (Rosellón) y organizado por la asociación  Angelets de la Terra, semilla de tantos pequeños relatos comunes, se celebró el primero de los cuatro conciertos por la libertad de los presos políticos, y quise interpretarla. El homenaje cantado en esta historia os lo enlazo al final de este artículo: Vaig nàixer aquí, una pequeña primicia del nuevo disco antes de que salga a la venta el día 14 de abril, que no es una fecha elegida al azar, como podéis imaginar. No es un monolito de piedra anclado en una playa, pero al menos tampoco se lo llevará el viento, porque las palabras con música perduran más. Una canción que entrelaza a Pedrolo, el 1 de octubre, Forn y mi sobrina, mis sobrinos. "La libertad no es hacer lo que quieras, es no tener que hacer lo que quieren los otros", decía el escritor nacido ahora hace cien años. Los herederos de aquellos que obligaron a huir a nuestros yayos y reyayos, empujándolos hacia el abismo de la expatriación, son los que ahora nos vuelven a negar la libertad como pueblo. Todos los retrovisores y todos los prismáticos nos tienen que llevar al mismo lugar: al 1 de octubre. El vértice donde Pedrolo, mis sobrinos y el conseller encarcelado se juntan hablando de libertad, la que nos legaron, la que hemos heredado, la que estamos construyendo, la que nos hemos ganado. Seamos dignos. Venimos de lejos.

https://soundcloud.com/montsecastella/vaig-naixer-aqui