Mi yayo Ramon iba a cruzar el puente de Tortosa allí por 1936 y un soldado le dijo: "Si usted cruza, ya no podrá volver a venir a esta parte, la guerra está a punto de estallar". Y él dijo: "Me quedo aquí, que en esta orilla del río tengo a mi familia". Y así fue como se encontró en el bando republicano y luchó en la Batalla del Ebro. Cuando paso por delante del monumento franquista que tenemos clavado en medio del río en Tortosa pienso: "¿Qué diría el yayo?". Él, republicano casual, por así decirlo, hombre sensato y menos revolucionario que su nieta, creo que preferiría retirarlo porque eso es como un ladrón que te entra a robar en casa y después, por una de esas argucias legales, no es que le reduzcan la condena, ¡no!, es que no entra ni en la prisión. Y después tú lo tienes que ver cada día plantado en medio del río, recordándote la ofensa. Para que el río sea vida realmente, hay que tenerlo limpio. Del todo y de todo.

Ahora que desde el Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya se anuncia una nueva ley de memoria histórica que obligará, por fin, a retirar la simbología franquista de los espacios públicos de Catalunya, me vienen a la cabeza algunas reflexiones respecto de este monumento que inauguró el mismo Franco bajo palio en 1966.

¿Tienen que venir de Barcelona a decirnos qué tenemos que hacer?
Gran frase propia de algunos sectores un poco grises, por así decirlo. Cuando el Parlament de Catalunya aprueba una resolución para defender el río Ebro (¡que bastante ha costado!) bien que nos alegramos y compartimos la decisión y no decimos que Barcelona se están metiendo en lo que no les toca al hablar de 'nuestro' río (algún día debatiremos sobre este uso de los adjetivos posesivos). Si el agua es patrimonio de todos y, por lo tanto, se tiene que cuidar, el fascismo es responsabilidad también de todos y se tiene que eliminar.

No va sólo de fascistas y demócratas
Soy una tortosina poco amiga del malentendido tortosinisme, para escándalo de algunos. Sería bueno, sin embargo, no tratar de fascistas a todos los que no quieren retirarlo o los que no lo ven claro (aunque convendremos que hay unos cuantos de escondiditos entre los partidarios de dejarlo derecho). Hay católicos rojos y derechistas ateos. Y eso, niños, viene de lejos. De una transición mal transitada y de una represión poco reprimida. El monumento fue construido por motivos ideológicos (sólo hay que ver quién lo inauguró) pero se puede estar en contra sin ser republicano y a favor sin ser conservador. Dejemos aparte por un momento los aspectos más fratricidas del concepto 'bando' y hagamos pedagogía para que mi sobrina no me pregunte nunca más: ¿Qué quiere decir el águila? o el hijo del amigo no me diga pues tampoco molesta tanto (¡Ey! que yo de pequeña decía lo mismo, precisamente por la desinformación que ahora todavía dura y que tenemos que combatir).

El fascismo no es un tema menor ni local y querer reducir el debate a una cuestión de competencias es esconder la cabeza bajo el ala

Un tema local
Si la central nuclear de Ascó o la de Vandellòs nos dieran un susto un día de estos (dios no lo quiera) las consecuencias no sólo las notarán los vecinos de Ascó o Vandellòs, sino todas las Terres de l'Ebre, buena parte de Tarragona, Lleida, Matarranya y sigue sumando. Con el monumento de Tortosa pasa un poco lo mismo. No sólo ofende a muchos ciudadanos tortosinos sino que es una vergüenza para todo el país. No vale decir que es una cuestión local. El fascismo no es un tema menor ni local y querer reducir el debate (interesadamente secuestrado, por otra parte) a una cuestión de competencias es esconder la cabeza bajo el ala.

Sobre paz y memoria histórica
La pedagogía, aparte de poder reconocer y debatir errores cometidos por parte de los dos bandos, también tiene que incluir dos conceptos claves. Primero: la Guerra Civil española fue provocada por un golpe de estado contra un gobierno en vigor legítimo, elegido democráticamente, en aquel caso la República. Fue una sublevación militar, encabezada por un buen amigo de Hitler. Segundo: los ganadores estuvieron cuarenta años vengándose, cuarenta. Hasta la última hora.

El fascismo no se vota
Someter a consulta la continuidad o no del monumento (con la votación que se hizo en Tortosa en el 2016) fue legitimar implícitamente el régimen que lo inauguró. Es una paradoja que la democracia permita votar sobre el fascismo. Porque sí, el monumento es obra del fascismo, aunque no todos los que están a favor lo sean. Por lo tanto, querido conciudadano, usted puede no querer ver a la CUP ni en pintura y desear que lo retiren. Y usted, querida conciudadana, puede ser del PP de toda la vida y reconocer que la postal de Tortosa con un monumento de estas características no es lo que más le gustaría ver en un catálogo turístico. De hecho, por suerte y hasta ahora, ningún folleto promocional de Tortosa hace bandera del monolito. Si no lo lucimos tanto quizás es por alguna cosa...

La columna sobre la cual se erige el monumento (que mide 26 metros de altura, ¡poca broma!) se encuentra justo en el lugar donde antes cruzaba el puente de barcas de la ciudad, que se quemó en 1892. Sería bueno aprovecharla ahora para construir un nuevo puente que uniera las dos orillas de la ciudad, una pasarela peatonal, que falta nos hace, justo delante de la Catedral que se abra al río. Y si, a la altura de la columna, hay que poner un pequeño espacio recordatorio de lo que allí había, con un panel explicativo. Porque sí, es bueno no olvidar la historia, pero una cosa es recordarla para que no vuelva a pasar y la otra es mantener el monolito que reza sólo por los caídos de un solo bando. Y cambiemos de pájaro. Quitemos el águila de Franco y pongamos una paloma de la paz, porque no podemos mantener símbolos fascistas en el espacio público mientras todavía estamos abriendo fosas comunes.