En el pleno del Ayuntamiento de Barcelona del pasado 30 de septiembre se aprobó una propuesta para poder aplicar un recargo de hasta 4 euros a la tasa turística vigente. La propuesta la hacía un economista conocedor del sector turístico y de la problemática que lo rodea, Miquel Puig, concejal de ERC.

Aplicar un recargo a nivel municipal sobre este impuesto de la Generalitat es una propuesta que no contemplaba la ley. Por eso, el acuerdo que se tomó consiste en pedir a la Generalitat que inste al Parlament a modificar la ley, de manera que sea posible aplicar un recargo municipal. ¡Ah! y que el ingreso que genere vaya íntegramente a las arcas del ayuntamiento. Si, como se espera, esta propuesta se aprueba, el ayuntamiento decidirá cómo lo gestiona en cuanto a tipo a aplicar, zonas de la ciudad, etcétera.

Con el recargo, en Barcelona los turistas que se alojan en hoteles de 5 estrellas y los de cruceros con estancias de más de 12 horas podrían llegar a pagar hasta 6,25 euros por visitante y día, frente a los 2,25 actuales. En un hotel de 3 estrellas se pagarían hasta 4,65 euros (0,65 de la tarifa general y 4 del recargo). Si la cosa sale adelante, Barcelona se podría situar entre las ciudades con una tasa turística alta, en línea con grandes ciudades del mundo como Amsterdam, Venecia, Roma, Berlín o muchas americanas que reciben millones y millones de visitantes anualmente.

Aunque el rendimiento potencial del recargo que se plantea habrá que ver en qué se concreta, el potencial es alto, estamos hablando de cifras relevantes en el marco de los presupuestos de la ciudad, porque podrían llegar a significar un aumento de alrededor del 3% de los ingresos totales del consistorio, de hoy para mañana y sin que los barceloneses lo noten. No está nada mal.

En mi opinión estamos ante una buena iniciativa, justa, necesaria y al mismo tiempo valiente, para una ciudad que los que vivimos allí consideramos turísticamente sobresaturada. En algunos barrios, la cuestión tiene categoría de problema grave de convivencia. El turismo no para de crecer, bate récords año tras año, y eso pasa en una ciudad en que la alcaldesa, ya en el 2015, llevaba bajo el brazo el proyecto de regularlo. Ha tenido algunos aciertos, pero el de limitar un crecimiento desbocado, no.

La tasa turística puede ser, ya se verá, un instrumento que ayude a corregir los excesos

En cualquier caso, la propuesta aprobada en Barcelona resulta muy relevante, porque por primera vez el ayuntamiento reconoce públicamente y propone actuaciones sobre un turismo que ejerce una presión muy problemática y que está en riesgo de morir de éxito. Y el ayuntamiento ha creído que una manera de actuar sobre el problema es haciendo que la ciudad reciba un turismo mejor. La tasa turística puede ser, ya se verá, un instrumento que ayude a corregir los excesos.

Uno de los puntos que me ha llamado la atención es la posición que han tenido los diferentes grupos políticos presentes en el ayuntamiento ante una iniciativa a favor de los residentes y orientada a capturar para Barcelona una parte de los beneficios económicos que genera el turismo. Han votado a favor el partido de Ada Colau, que así acaba de suscribir una propuesta valiente, aunque la propuesta sea de otros; también el grupo de Elsa Artadi, que ya defendió en campaña el recargo municipal; el PSC también se ha añadido a la propuesta, con una actitud de responsabilidad ante los barceloneses que sus superiores no demuestran ante los catalanes. Todos juntos han aplicado el sentido común.

En cambio, han votado en contra de la propuesta los grupos de Ciudadanos, Barcelona pel Canvi (una escisión del anterior) y el PP. Si tengo que ser franco, cuando conocí la iniciativa, pensé que todo el mundo se sumaría a ella, porque era un paso para mejorar el bienestar de los barceloneses y traspasar a los visitantes una parte de los costes y externalidades que generan. Pero no, me equivoqué. Estos grupos, votando en contra priorizan la economía de los visitantes con respecto a la de los residentes. Como si ya les pareciera bien que los pluses de limpieza, de seguridad, de aglomeraciones, de ruido, de encarecimiento de los pisos, de gentrificación, de pérdida de identidad vecinal en algunos casos, etcétera vayan a cargo de los residentes. Que, por cierto, son los que votan. Cornudos y apaleados.

Lógicamente estos partidos están a años luz de la tesis que sostengo de hace tiempo en el sentido que Barcelona y toda la costa catalana (de la Daurada a la Brava) no necesita más turistas. Lo que necesita es que los que vienen gasten más. El turismo low cost no es nuestro futuro, y si es sensible a un aumento de la tasa turística, hay que pensar si nos interesa. Necesitamos un turismo, puestos a utilizar anglicanismos, high value. Y la tasa propuesta, bienvenida sea, va orientada hacia aquí.