No tengo ninguna duda de que la Unión Europea, sobre la cual el domingo votaremos, es una historia de éxitos. Con altibajos, con resultados lentos de conseguir, incompletos, con defectos de diseño, pero éxitos al fin y al cabo, en la medida en que los europeos (personas y países) hemos mejorado de manera clara la situación con respecto a los estadios anteriores de los pueblos de Europa. Los progresos prácticos en el ámbito económico han sido grandes y son tangibles por parte de todo el mundo; en el ámbito político, los progresos han sido mucho más limitados y todavía queda mucho recorrido.

Las aportaciones de la UE son innegables en la preservación de la competencia, en la eficiencia económica empresarial, en la estabilidad económica, en el libre comercio, en la moneda, en la protección de los consumidores, en la mejora de la capacidad adquisitiva de su población, en la protección del medio ambiente, en la salud, en la banca, etcétera. También, pero en menor medida, en aspectos como la seguridad del espacio interior y la justicia. Y es que los europeos nos hemos puesto de acuerdo en cosas de carácter predominantemente económico, que no es poca cosa. Para los lectores interesados, les recomiendo la lectura de los hitos conseguidos y los retos de la UE que describen de manera sintética pero magistral, en cuatro páginas, Roser Ferrer y Àlex Ruiz en su artículo "Integración europea: los próximos cinco años... y las décadas siguientes" publicado en el Informe Mensual 05 de CaixaBank Research. Como vienen a decir a los autores, el progreso en la integración va a marcha lenta, pero visto con perspectiva histórica, lo hace de manera bastante sólida. Y seguirá haciéndolo lentamente en el futuro.

En una UE mínimamente justa fiscalmente, no se produciría la discriminación sistemática que practica el estado español con Catalunya

Pero la UE va más allá de la economía, al menos sobre el papel. Es altamente significativa la declaración de intenciones de este tipo de "club económico de estados" con vocación de devenir un "club político", que recoge la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, actualizada en el 2016 (2016/C 202/02). Su preámbulo arranca con: "Los pueblos de Europa, al crear entre sí una unión cada vez más estrecha, han decidido compartir un futuro pacífico basado en valores comunes". Los valores son la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, que descansan en los principios de democracia y ciudadanía y de justicia.

Los catalanes hemos comulgado históricamente con estos valores, y los compartimos con los países de nuestro Norte. Pertenecer a un club de países que los tienen como objetivo social, económico y político lo tenemos que considerar un privilegio. Lástima que para nuestros compañeros de viaje, los compromisos los ejercen sobre todo a nivel interno. Y cuando los ejercen a través de instituciones comunitarias, lo hacen de manera demasiado lenta hasta el punto de resultar inoperantes. Para entendernos y para poner dos ejemplos: el juicio farsa a presos políticos catalanes actual no tendría lugar en una UE con autoridad judicial, la cual respondería con celeridad y no de aquí 5 o 6 años; en una UE mínimamente justa fiscalmente no se produciría la discriminación sistemática que practica el estado español con Catalunya.

Aunque puede parecer una carta a los reyes, me quiero imaginar dentro de muchos años una Europa federal, con estados soberanos, uno de los cuales Catalunya. De la misma manera que Massachusetts o California en los EE.UU. Unos EUE (Estados Unidos de Europa), compartiendo mercado, moneda, defensa, política exterior y administración de la Unión; y unos estados que contribuyan a estas estructuras federales pero que sean soberanos en el resto de materias. Desconozco qué estados formarían parte de unos EUE en algunos casos, como Francia, pero en otros serían muy claros, como los länder alemanes, el País Vasco o Catalunya. No tengo ninguna duda de que saldríamos ganando, y mucho, en una Europa políticamente fuerte, de estructura federal, respetuosa con sus pueblos. Mejor que en una España que no sabe ni quiere resolver el conflicto territorial, que demuestra día sí día también que los catalanes les molestamos, excepto para pasar el rastrillo.

No hay muchos políticos que propongan explícitamente una estructura política de carácter federal a nivel europeo. Un país fuerte, organizado a la manera federal lo podría liderar, Alemania, pero otro país fuerte, como Francia, lo frenaría. De España no podemos esperar nada en este ámbito. Se echan de menos políticos de talla europeísta, que miren lejos y que se desprendan de las rigideces de los estados para pensar unidades territoriales más pequeñas y más próximas a la población. Veremos si en estas próximas elecciones despuntan. Como dijo el filósofo, no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va, y Europa en este sentido tiene falta de liderazgos. Por lo que pueda ser, y porque creo en los futuros EUE, el próximo domingo votaré en clave federal... europea.