Hay instituciones que desde el primer momento se han tomado seriamente la crisis económica ligada al coronavirus y toman el pulso de las consecuencias que está comportando entre sus empresas asociadas o en sectores muy específicos. Se trata de ejercicios de gran utilidad que ayudan a entrever el alcance real de la interrupción de la actividad durante el estado de alarma y del problema que tenemos delante en el ámbito empresarial.

En una línea parecida son extremadamente útiles las experiencias de empresas concretas en los tiempos que corren. Reproduzco una que me explica un empresario amigo desde hace muchos años. La suya es una empresa que tiene unos 1.000 trabajadores en varias factorías, dedicada a la fabricación de piezas que mayoritariamente van destinadas al sector del automóvil. La empresa se puede considerar tecnológicamente muy avanzada y totalmente internacionalizada (el 98% de la venta la hace fuera de España). Una buena empresa. Y saneada.

Al cabo de una semana de haberse decretado el estado de alarma, hablé con el empresario en cuestión, interesándome por si trabajaba con normalidad. No lo hacía (tenía un 30% de bajas por incapacidad laboral) pero operaban a un nivel relativamente alto porque los pedidos se tenían que cumplir.

El futuro ya se verá, pero de momento el horizonte del sector del automóvil se ha oscurecido algo más de lo que ya lo estaba

A finales de mayo, vuelvo a contactar con él y me dice que el panorama ha cambiado... a negativo. Sus clientes pararon la actividad a medida que se decretaban confinamientos, pero nadie se preocupó de cancelar o como mínimo congelar sus pedidos. Y así, su empresa siguió produciendo, porque los pedidos activos son "sagrados" y lógicamente no te puedes arriesgar a reclamaciones brutales por incumplimientos. Sólo los departamentos de logística de las empresas clientes iban rechazando los envíos cuando tocaba hacerlos, de manera que poco a poco han ido acumulando 14 millones de euros de producto en los almacenes de nuestra empresa.

Una vez los clientes internacionales han ido reincorporándose a sus despachos y se ha reprendido el día a día empresarial, han ido cancelando formalmente pedidos. Resultado: en seis semanas, pedidos negativos de 2 millones de euros, cuando en circunstancias normales hubieran sido de 17 millones (positivos, claro).

La consecuencia a nivel laboral es que la empresa se encuentra actualmente con diferentes ERTE, de entre el 50% y el 60% de sus plantillas según la fábrica. Se resisten a cerrar del todo porque después cuesta volver a arrancar y están produciendo a ritmo bajo para satisfacer la tímida recuperación que se va empezando a notar.

El balance del panorama es que, si bien en marzo facturaron bastante (10 millones), en abril facturó miseria (2,4 millones) y en mayo casi miseria (facturarán 4 millones, un 75% menos de lo que hubieran facturado en un mes de mayo normal). El futuro ya se verá, pero de momento el horizonte del sector del automóvil se ha oscurecido algo más de lo que ya lo estaba. Está invirtiendo en Hungría, mientras aquí uno de los ayuntamientos donde está implantada la empresa retrasa un permiso de obras para nuevas naves industriales durante 20 meses y otro ayuntamiento les pone palos en las ruedas para construir un almacén robotizado. Sólo faltaba, me dice este empresario crítico sobre la manera cómo se ha gestionado la crisis, que para animar la "fiesta" en Barcelona se habiliten carriles de circulación como terrazas para los bares, a ver si así se ayuda a enterrar el automóvil.

Bien, por el interés que creo que tienen, dejo recogidas de manera prácticamente literal las informaciones y valoraciones de un empresario "purasangre", apasionado por la industria, de quien dependen 1.000 familias y que, sufriendo de lo lindo y a pesar de todo, estoy convencido de que saldrá adelante.