La fuga de sedes sociales empresariales catalanas en octubre del año pasado fue una respuesta preventiva a un temido boicot comercial y financiero a remolque del referéndum del 1-O y su entorno político. Con el liderazgo de CaixaBank y del Banco de Sabadell, muchas empresas prefirieron en cierta manera desarraigarse para no entrar en zona de riesgo anticatalán. El colmo lo protagonizó la Fundación La Caixa, una institución sin accionistas a la que, para decirlo en términos prácticos, no le pueden hacer boicot porque no depende de los clientes, sino que reparte discrecionalmente dinero.

En cualquier caso, las anunciadas siete plagas de Egipto del proceso no han llegado, y en cambio, detrás del seguidismo político de algunos directivos y el golpe de estado económico que representó el Real Decreto que facilitaba el traslado exprés, Madrid, Zaragoza, València, Alacant, etcétera, han ganado un cierto protagonismo económico, el mismo que ha perdido Catalunya, aunque, por ahora, haya sido sin consecuencias prácticas relevantes. Mientras que unas empresas huían como si fuera de la peste, otras decidieron no dar ningún paso, como ahora (entre las grandes) Grifols o Seat, que no se sintieron amenazados ni por el mercado ni por la acción política del Gobierno del Estado.

Mientras que unas empresas huían como si fuera de la peste, otras decidieron no dar ningún paso, como Grifols o Seat, que no se sintieron amenazadas ni por el mercado ni por la acción política del Gobierno del Estado

En paralelo y al margen del ruido del proceso, una gran cantidad de empresas seguían con sus planes de invertir en Catalunya. No se trata de desconocidos ni de proyectos irrelevantes. Encontramos empresas muy grandes y en muchos casos con proyectos de alto contenido tecnológico: Siemens (centro de desarrollo de software para el control y diagnóstico a distancia de maquinaria), Microsoft (centro de diseño y laboratorio cuántico), Amazon (centro de investigación sobre machine learning), Facebook (centro de control de contenidos nocivos), Nestlé (parte del hub tecnológico global de la compañía), Allianz (hub informático, aunque en octubre trasladó su sede social a Madrid).

A su lado hay proyectos tecnológicos de empresas más pequeñas (Asics, su división de nuevos negocios y de innovación; IGG, desarrollador de videojuegos; Jabil, un centro tecnológico; Lidl, un centro de excelencia digital; Moodle, un centro de software educativo; Chartboost, un centro de ingeniería en videojuegos; Satellogic, de geoinformación, instala su sede en Europa...) y muchos proyectos meramente productivos (Boehringer, Jabil, Covestro, Suez, Ventre-Privée...).

La oleada de contenido tecnológico es coherente con el diagnóstico que hace unos meses realizó fDi Magazine, del grupo Financial Times, al reconocer Catalunya como la mejor inversión para invertir en el sur de Europa el 2018 y 2019. También lo es con el hecho de disponer de considerables infraestructuras tecnológicas, de la tarea de acogida que hace la Catalonia Trade & Investment de la Generaliat, del entorno favorable para las start-ups empresariales, de la celebración anual de un acontecimiento de proyección internacional como el MWC, del distrito 22@ de Barcelona, del rico tejido empresarial de una economía abierta como la catalana, la calidad profesional con salarios competitivos, la capacidad organizativa del país. Y en la esfera política, es coherente con el hecho que el proceso independentista no da miedo, no para que no se crea viable, sino porque en ningún momento se ha visto cuestionadas la seguridad jurídica ni la movilidad de los factores. Es más, nuestras aspiraciones democráticas y la forma de defenderlas no desprestigian la imagen de Catalunya ante los inversores, sino al contrario.

Finalmente, pero no por eso menos importante, ayuda mucho una sociedad abierta, una naturaleza que es una bendición de los dioses (por clima y por variedad) y una calidad de vida considerable. ¿Por qué sino muchos ingenieros (y también directivos) están dispuestos a venir a trabajar aquí sacrificando una parte del sueldo que tienen en países centroeuropeos?

En definitiva, Catalunya sigue siendo una atractiva tierra de acogida, con el añadido componente tecnológico de los últimos tiempos, aunque algunos indígenas prefieran marcharse. ¡Allá ellos! Si un día volvéis, probablemente también seréis bienvenidos.

Modest Guinjoan, economista