Alarmistas y triunfalistas de los medios de comunicación acostumbran a coger cifras mensuales, trimestrales, semestrales e incluso anuales para hacer lecturas interesadas de cómo va la inversión extranjera en Catalunya. Yo mismo escribí el 12 de junio de 2018 en este diario un artículo sobre la llegada continuada de empresas con proyectos tecnológicos de primer nivel internacional, a pesar del conflicto político entre Catalunya y España. Más allá de los movimientos del corto plazo, que son terreno abonado para la interpretación interesada, debemos poner luces largas y coger perspectiva.

Un trabajo recientemente publicado por ACCIÓ permite precisamente centrar la atención no en los movimientos de la inversión extranjera (si vienen 10 empresas o se van 4, si invierten 1.000 millones más o menos que el año anterior), sino en el stock de empresas extranjeras que operan en Catalunya. Digo operan, porque vivimos en unos tiempos en que algunos confunden sede social con empresa y con actividad empresarial, sin tener presente que no es lo mismo tener la sede social en València con 4.000 personas trabajando en las oficinas centrales en Barcelona, que la inversa. El trabajo "Directori d'empreses estrangeres a Catalunya" (lo encontraréis en http://www.accio.gencat.cat) se centra en las empresas que cuentan con establecimiento productivo en Catalunya (plantas productivas, centros de I+D, oficinas comerciales, etcétera, no sede social) y que tienen un 50% o más de su capital en manos extranjeras.

Estamos hablando de un stock de empresas operativas que se cifra en 8.642, provenientes de 89 países diferentes, encabezados por tres que superan las 1.000 empresas cada uno, que son Alemania (1.129), Francia (1.70) y los Estados Unidos (1.010). A distancia figura un país muy lejano pero muy significativo por el hecho de ser maestro de la calidad, Japón, con 254 empresas. Aunque el lector puede encontrar los detalles consultando el trabajo referenciado, me ha parecido oportuno destacar algunos rasgos cuantitativos y cualitativos.

De los cuantitativos, estos:

  • En primer lugar, la importancia de su contribución a la generación de actividad económica: casi un tercio de las ventas, una quinta parte de la ocupación y la mitad de la exportación.
  • En segundo lugar, el alto peso de las empresas extranjeras sobre el conjunto del rico tejido empresarial catalán: la cuarta parte de las medias y grandes empresas operativas en el país son extranjeras.
  • En tercer lugar, simultáneamente la antigüedad del proceso inversor y su rabiosa continuidad en el tiempo: un 27% de las empresas hace más de 20 años que están aquí y un 20% hace menos de 6. Curiosamente en los últimos cuatro años, cuando el proceso por la independencia ha estado más vivo, han venido al país 1.146 empresas, ni más ni menos que el 13,3% del stock total de empresas extranjeras, supongo que por desesperación de los detractores del independentismo.
  • En cuarto lugar, el liderazgo de la actividad industrial manufacturera: del total de ventas de las empresas extranjeras, el 35,4% provienen de este tipo de actividad, con la automoción y la alimentación al frente, un aspecto significativo en una economía de vocación industrial como la nuestra.
  • Finalmente, la concentración de la actividad en la veguería metropolitana y en Barcelona ciudad, en correspondencia con la estructura de nuestra geografía económica.

Aunque al final la mayoría de hechos se traducen en cifras, hay aspectos difícilmente cuantificables que permiten entender cómo se llega a las cifras y, sobre todo, que dan pistas sobre hacia donde se va. En este terreno, aplicado a la importante presencia de empresas extranjeras en Catalunya, destacaría tres factores de contexto que me parecen cruciales: 1) el hecho de ser una sociedad y una economía históricamente de acogida, donde se mezclan personas y empresas de todos los orígenes, sin rechazo; 2) el hecho de tratarse de un emplazamiento atractivo para establecer bases productivas, gracias a un rico tejido empresarial, al capital humano, a la cultura industrial, a la posición geoestratégica respecto de los mercados, entre otros atributos, por no citar la calidad de vida a la que se puede acceder; y 3) la vocación europea e internacional del sistema empresarial catalán, la comprensión de que la globalización como fenómeno económico no es un castigo sino un reto al que, por cierto, se está respondiendo de manera excelente, tal y como muestra no solo la exportación, sino también la inversión catalana en el exterior.

En definitiva, Catalunya forma parte (y quiere seguir formando parte) del engranaje productivo mundial, con voluntad de jugar en la primera división, y eso lo han entendido así los empresarios de aquí y han ayudado mucho a los empresarios de fuera.
 

Modest Guinjoan, economista