Es conocida la obsesión por los lazos amarillos de Rivera y su disciplinada alumna en Catalunya, hasta el punto que los ha llevado a realizar algunas performances como la de Alella, con la cobertura mediática que los acostumbra a arropar. El mensaje que transmiten es una invitación a la acción. Y claro, cuando uno hace una muestra públicamente tan explícita de testosterona, corre el peligro de que los seguidores más encendidos enloquezcan, como se puede comprobar en las manifestaciones de Cs y en las agresiones a personas con lazos. Más allá de eso, hay aplicaciones de la persecución del color amarillo que nos tendrían que preocupar, una en el ámbito comercial y la otra en el de la seguridad pública.

Como el lector seguramente conoce, los Bordegassos (unos castellers) de Vilanova i la Geltrú han sido vetados por una empresa promotora para hacer un spot promocional del Hospital de Sant Joan de Déu aduciendo que el grupo viste camisa amarilla, y que si querían seguir con el contrato tenían que cambiar de camisa... de otro color. ¿Miedo al boicot? ¿Miedo a las campañas de los medios de comunicación antiamarillo?

El caso de la seguridad pública ha circulado por las redes en forma de vídeo en que se ve un joven de unos 30 años que, pacientemente, va cortando una a una las bridas que aguantan los protectores de espuma amarillos de un andamio que hay en una calle. Yo mismo he visto después protectores de color rojo, cuando siempre los había visto de color amarillo, que seguramente es el más adecuado para la función de visibilidad que tiene que cumplir la protección.

Estas aplicaciones del "a por ellos" al amarillo, con firma de autor (Rivera y los suyos que sueñan con un Ulster catalán, es decir, violento), resultan sintomáticas y no se corresponden con una sociedad que se pueda calificar de mínimamente avanzada. La deriva de las reacciones contra el amarillo sospechoso de connivencia con los presos y exiliados políticos es peligrosa, porque vemos cómo empieza pero ni el mismo Rivera sabe cómo puede acabar. No sólo en el ámbito político, sino también en el económico y en el social. Por ejemplo, ¿les puede pasar alguna cosa a las marcas comerciales con fuerte presencia del amarillo en sus logos comerciales? Hay un gran número de multinacionales de consumo con una amplia presencia en el mercado catalán (Ikea, Schweppes, Nesquick, McDonald's, DHL, Hertz, Bic o Pirrelli...) y se hace difícil pensar que puedan ser atacadas o ser objeto de boicot, pero nunca se sabe. No descartaría que algún hooligan hubiera pasado del McDonald's al Kentucky Fried Chicken.

La deriva de las reacciones contra el amarillo sospechoso de connivencia con los presos y exiliados políticos es peligrosa, porque vemos cómo empieza pero ni el mismo Rivera sabe cómo puede acabar

No creo que los antiamarillo se metan con las empresas de obra pública (Komatsu, Caterpillar, Volvo, etc., todas amarillas), ni tampoco con los semáforos, los contenedores de plástico, los taxis de Barcelona... Pero no estoy del todo seguro, porque nunca me hubiera imaginado que una persona pudiera quitar protectores de obra por el hecho de ser amarillos aumentando el riesgo personal de los peatones.

Los que lo tienen más jodido son las empresas catalanas o con raíces catalanas que tienen en el amarillo como color corporativo, como Vueling. ¿Alguien puede asegurar que no le hagan boicot? El colmo ya sería que se metieran contra los cajeros completamente amarillos de CaixaBank, sin reparar que ya no tiene la sede social en Catalunya. Seguramente que a nadie se le ocurrirá interpelar a estas empresas, pero la verdad es que nunca me hubiera imaginado que alguien pudiera ver un riesgo en el hecho de que unos castellers vistan una camisa amarilla. No se puede descartar nada, incluso que empresas catalanas de nueva creación renuncien al amarillo para no entrar en "zona de riesgo".

En cambio, no creo que a ningún activista de la cruzada de Rivera se le ocurra meterse con empresas "amarillas" tan españolas y nada sospechosas de comulgar con los díscolos encarcelados y exiliados, como ahora Correos o las famosas Páginas Amarillas. Pero es que la irracionalidad del movimiento es tan grande que uno duda sobre si los de la debilidad del amarillo serán capaces de oponerse a que en una comida colectiva se sirvan huevos (para mojar o en tortilla), crema catalana (por doble motivo), melocotones amarillos o manzanas Golden.

Por cierto, que ya me parece que tarda mucho la queja de Carina Mejías (la de los másters y posgrados), líder de Ciutadans en el Ayuntamiento de Barcelona, por el cartel oficial de las Festes de la Mercè, obra de la creadora Sònia Pulido, en que la protagonista luce un espléndido vestido de color amarillo. Toda una provocación que no sé cómo puede acabar. Vivir para ver.

Modest Guinjoan, economista