El flamante ministro español de Sanidad, el catalán Salvador Illa, es partidario de endurecer la legislación vigente antitabaco, haciéndola más restrictiva, entre otras vías, por la de gravar esta "droga legal" con más impuestos. En eso, igual que con su idea de luchar contra el consumo de alcohol entre los jóvenes, coincido con este señor. Veremos si, más allá de poner más impuestos al tabaco, el ministro se saca algún as de la manga para frenar un consumo que los mismos paquetes de tabaco ya nos advierten de que es muy malo para el cuerpo de quien lo consume y también para el cuerpo de los que lo rodean.

Siguiendo la normativa europea, ni más ni menos que un mínimo del 65% de las caras del etiquetado de un paquete las ocupan textos e imágenes muy crudas que transmiten lo negativo que es fumar. El más sintético y contundente es de una simplicidad extrema y fácil de entender para todo el mundo: "FUMAR MATA", corto y claro. Como en todas las cosas, las opiniones sobre la eficacia de esta estrategia de comunicación son diversas y contrastadas: desde los que dicen que no sirve de nada hasta los que lo ven insuficiente y que hay que profundizar más en la misma línea. En cualquier caso, en lo que sí que hay un acuerdo general, más allá de la utilidad como recurso para conseguir el objetivo que se pretende, es que la información sobre los riesgos de fumar ha mejorado mucho. Y partir de aquí que cada uno haga lo que crea conveniente, a riesgo suyo si es que no perjudica a los que están cerca.

Pongo este ejemplo porque nos encontramos en una época en que la ciencia con una coincidencia prácticamente total nos dice, día sí día, también que estamos viviendo un profundo cambio climático, que este es debido a la acción del hombre a través de la emisión masiva de gases de efecto invernadero (en los que para simplificar uno se refiere con el CO2) y que el planeta tal como lo hemos conocido nosotros está seriamente amenazado. Lo que dejaremos a nuestros hijos y a nuestros nietos es una caricatura de lo que era hace sólo 200 años, lo cual, con una perspectiva temporal amplia, nos llena de responsabilidad. La amenaza somos los hombres, no es ningún asteroide.

Una vía que ayudaría a conseguir concienciar sería exigiendo un etiquetado tipo "Fumar mata", pero aplicado al CO2 de los productos que compramos y que consumimos cotidianamente

Tres grandes circunstancias hacen difícil resolver el problema de detener a corto y medio plazo las emisiones, incluso de reducir su crecimiento. Y eso que es un objetivo ampliamente compartido, pero de la necesidad a la acción hay una distancia enorme. Las circunstancias son que 1) el problema es global, el CO2 perjudica al planeta, no sólo al país que lo emite (no hay fronteras en la atmósfera); 2) los países más sensibilizados (los más ricos) no tienen autoridad para hacer que los países en vías de desarrollo no hagan lo mismo que ellos hicieron muchos años atrás, eso es, crecer a base de quemar masivamente combustibles fósiles; y 3) no hay una autoridad para limitar el CO2 a nivel global (la UE es líder en nuestro ámbito, ¡pero falta tanto por hacer!), de manera que el problema es de todos pero no es de nadie, al menos hasta el momento actual. Ojalá la cosa cambie en un futuro, esperemos que próximo.

Con este panorama, todas las iniciativas para combatir el cambio climático son bienvenidas, sea cuál sea la escala territorial y sea cuál sea la administración que las emprenda. En este punto, la presión ciudadana tiene un papel potencial muy importante por jugar. Para hacerlo es necesario que la población sea muy consciente del problema. Una vía que ayudaría a conseguirlo sería exigiendo un etiquetado tipo "FUMAR MATA", pero aplicado al CO2 de los productos que compramos y que consumimos cotidianamente. Por ejemplo, haciendo obligatoria la inclusión en el etiquetado de:

  • Kilos de CO2 que se han emitido en la producción de este aparato de TV, de este coche, de este kilo de melón, de esta pizza.
  • Kilos de CO2 que se han emitido para llevar este producto a mi casa (este kiwi de Nueva Zelanda o esta manzana de Chile).
  • Kilos de CO2 que emite el uso de este producto por unidad de consumo (por kilómetro, por hora de funcionamiento...).

La señalización del CO2 se puede hacer en negativo, del tipo FUMAR MATA, en este caso indicando "Este producto mata el planeta" y en qué grado (mucho, bastante, poco). Pero tal como indica el profesor Antoni Solanilla (URL) sería mejor una señalización informativa, sencillamente indicando cuántos kilos de CO2 trae asociados cada compra y cada uso. Con certificación, eso sí. Y el consumidor ya seleccionará en función de sus criterios personales sobre el tema.

La medida de obligar a señalizar en la línea que indico no es cara para nadie, y en cambio creo que podría ayudar mucho, desde la base del consumo, a reducir la gravedad del crimen que los humanos estamos llevando a cabo con el planeta que nos ha dado la vida.