Durante su declaración ante el Tribunal Supremo Jordi Cuixart hizo constar que es empresario, una circunstancia de su vida que quizás no es muy notoria pero que resulta muy relevante para entender su personalidad. Porque además de empresario creo que es un emprendedor de pura raza.

Sin que el hecho empresarial le venga de familia, Jordi Cuixart nació en el Vallès, en un entorno industrial que lo marcó profesionalmente. Especialmente por el hecho que se da una amplia presencia de empresas del sector de maquinaria para envase y embalaje. En formato minimalista recogí su trayectoria empresarial en El Punt Avui del 6 de marzo del 2019. En síntesis, Jordi Cuixart fue (y es) un espíritu emprendedor convertido en empresario antes de cumplir 30 años. Con dos socios más en 2003 crea su empresa dedicada a la maquinaria para el envase monodosis de sectores como el farmacéutico, el alimenticio o el cosmético. De las que están exclusivamente especializadas en este tipo de envase, su empresa es una de las líderes mundiales y compite con fabricantes alemanes, japoneses e italianos. Después de convertirse en presidente de Òmnium Cultural, y todavía más justificadamente después de su encarcelamiento, en 2017 pasó a ser presidente de la compañía, y dejó la dirección en manos de sus socios. El equipo en cuestión, con él al frente, ha construido una mediana empresa especializada, ultratécnica, que exporta prácticamente toda su producción.

El Jordi Cuixart que hemos podido conocer hasta ahora en su dimensión más social y de preso político se pone de relieve discretamente en múltiples aspectos de la forma de entender y de gestionar su empresa. Tal y como acostumbran a hacer las personas de su perfil emprendedor, tiene unas pocas ideas muy claras que son las que guían su gestión al frente de la organización. Entre estas ideas está mantenerse permanente al día tecnológicamente, una obsesión por la calidad y por control de los precios, servicio a los clientes, liderazgo dentro de la organización y compromiso. Sobre estas dos últimas vale la pena detenerse un poco.

Empezando por el compromiso, más allá de lo que la empresa asume con los clientes, internamente se presenta en diferentes dimensiones. Destacaré los cuatro que se desprenden de la información con que se presenta en sociedad:

1) Son valores corporativos la ética, la integridad y el respeto. Constituyen los pilares de base del código ético de la empresa, con la propuesta explícita de aplicarlos sistemáticamente en sus relaciones externas, sea con proveedores, clientes, colaboradores, etcétera. Este código ético la empresa se lo plantea como un instrumento para contribuir a los ideales de equidad, dignidad y responsabilidad hacia la sociedad.

2) Compromiso con las personas de la empresa, que son consideradas el activo fundamental de la organización y que hace falta que suscriban los tres valores del código ético anteriormente indicados. Aparte de eso, se persigue y se pide austeridad, pasión por los retos, empatía y resiliencia, motivación e ilusión, excelencia y competitividad, y transparencia, entre otros.

3) Diseños de maquinaria y procesos comprometidos con la sostenibilidad de los envases y el consumo energético.

4) Compromiso social, con la participación de la empresa en programas inclusivos que den apoyo a la cultura local, a la implicación de formación dual, entre otros.

Por todo ello la empresa de Cuixart está asentada sobre unos principios de competitividad, pero a diferencia de algunas empresas en las que compromisos como los indicados son una especie de bla-bla-bla para quedar bien, en el caso de Cuixart se procura que se apliquen escrupulosamente porque forman parte del ADN de la organización... y del empresario en cuestión.

El otro aspecto que vale la pena destacar de Jordi es su liderazgo. Por lo que yo lo conozco y por el perfil de organización que ha construido, se trata de una persona que, además de tener ideas claras, es capaz de llevarlas a la práctica. Y lo hace trabajando mucho y transmitiendo su entusiasmo a la organización. Como buen emprendedor, ha encabezado un equipo hasta que ha llevado a la empresa a ser un caso de éxito. Lo ha hecho como los mejores empresarios, que no nacen sino que se hacen, a base de iniciativa, perseverancia, convicción y, seguramente, un poco de suerte.

Ante el Tribunal Supremo dijo que era un empresario, y lo sigue siendo aunque esté injustamente entre barrotes. Jordi Cuixart mantiene su espíritu emprendedor, hasta el punto que buena parte de los principios que ha aplicado a la empresa los ha aplicado a su compromiso social al frente de Òmnium Cultural. Y así, además de haberse convertido en líder de una empresa, también ha pasado a ser (y eso probablemente se reforzará en el futuro) un líder social.