El semanario The Economist publica en su edición del pasado 15 de septiembre el artículo "A slipery slope" sobre el separatismo en Hong Kong. A la excolonia británica, al pasar a formar parte de China en 1997, se le prometió que tendría un alto nivel de autonomía, al menos hasta el 2047, y que se permitiría el sufragio universal en las elecciones territoriales. Resulta, sin embargo, que últimamente han aparecido algunas voces que preconizan que en vez de depender de Beijing, a Hong Kong le iría mejor ir separados, una cuestión política que en Catalunya está a la orden del día en su relación con el estado español. Vamos a ver algunas semejanzas y diferencias entre los dos territorios y los dos estados.

Hong Kong tiene un volumen de población (7,4 millones de habitantes) casi idéntico al catalán y un PIB de dimensiones relativamente parecidas (300.000 millones de euros en Hong Kong, 234.000 millones en Catalunya). Excepto eso, se trata de dos realidades económicas muy diferentes: la catalana muy diversificada y la hongkonesa muy especializada en servicios y en el comercio internacional, con una de las bolsas más importantes de toda Asia. El paro allí no existe (3,2%), mientras que aquí nos cuesta bajar de los dos dígitos.

En valores absolutos, con respecto a China, Hong Kong no es un grano de arena, pero casi. Para entendernos, su PIB equivale a un 2,8% del chino, el segundo más grande del mundo, y en Hong Kong viven sólo el 0,5% de los chinos. Nada que ver con lo que representa Catalunya para España: 16% de la población, cerca del 20% del PIB, el 23% de la actividad industrial española o el 26% de las exportaciones de bienes.

En términos de separatismo (para mantener la jerga de The Economist), todo el mundo tiene in mente el alcance del movimiento en Catalunya, de manera que me ahorraré dar cifras. El volumen y la persistencia del movimiento en Catalunya contrasta con el carácter incipiente que tiene en Hong Kong: liderado por un joven Andy Chan, del Hong Kong National Party, este no cuenta todavía con ningún representante en la cámara regional, tiene menos de 1.000 miembros (algunos dicen que se trata sólo de algunas docenas de personas) y no tienen oficinas. Herederos del movimiento prodemocracia del 2014, todavía con una bajísima implantación, al partido se le prohíbe participar en las elecciones en la Legislative Council, un parlamento territorial semidemocrático, por culpa de su separatismo.

Veremos cómo evoluciona el tema en el futuro, pero la posición de partida y los criterios que utiliza China (recordémoslo, un estado no democrático) se parecen tanto a los de España que es inevitable ponerlas en el mismo saco

Dejando de lado la cuestión económica (Catalunya es una fracción importante de la economía española y Hong Kong es una parte muy pequeña del gigante asiático), en China la aparición de un movimiento independentista no les hace nada de gracia, exactamente lo mismo que en España con el "procés" que se vive en Catalunya. Quizás en China el sentimiento nacionalista es mayor que en España, pero el resultado es básicamente equivalente. Por mucho que la amenaza real de los separatistas de Hong Kong es muy débil por ahora, los movimientos se ven con preocupación en China, entre otras cosas porque los habitantes que se sienten sólo hongkoneses es del 40%, el doble que hace sólo 10 años. O sea que la cosa está creciendo.

Los argumentos que se utilizan para ir en contra del movimiento separatista son de seguridad nacional, de salvaguardar la integridad territorial y la independencia de China. Los esfuerzos chinos por prohibir el partido del Sr. Chan chocan con el hecho de que se trata de un partido no violento, que defiende unas ideas no es motivo suficiente para probar que se ataca la seguridad nacional. Veremos cómo evoluciona el tema en el futuro, pero la posición de partida y los criterios que utiliza China (recordémoslo, un estado no democrático) se parecen tanto a los de España que es inevitable ponerlas en el mismo saco. Y a fe de Dios que no dudo de que los chinos, si hay que aplastar, lo harán, tienen experiencia. Como España contra el independentismo catalán. En como se trata el cuestionamiento de la unidad nacional de los estados, la diferencia entre España y China es que los primeros ya han demostrado qué son capaces de hacer; y los segundos se preparan para hacerlo, si es que se da el caso, sin muchos miramientos.

Que países con desarrollos democráticos tan alejados coincidan en las reacciones territoriales no es un buen síntoma. España y China coinciden en encontrarse a años luz del camino inteligente que han señalado democracias avanzadas como la canadiense y la británica, con Quebec y Escocia, ahora mismo, nuestro simple y democrático objetivo.

Modest Guinjoan, economista