Esta semana la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), una agencia creada por parte del Gobierno en 2013 a instancias de la UE, acaba de publicar un informe sobre infraestructuras de transporte que resulta demoledor en lo referente al AVE.

Este medio de transporte ha sido la niña de los ojos de los diferentes gobiernos del Estado. Se inició con la línea Madrid-Sevilla, inaugurada hace 28 años, en época de los Felipe González y Alfonso Guerra. Posteriormente, el AVE siguió progresando de manera imparable, tanto en tiempo de bonanza como en tiempo de crisis, mandara quien mandara en Madrid. A estas alturas, hay extendidos 3.100 km de vías de alta velocidad y hay previstos para el futuro 5.700 más. Sólo con la red que hay actualmente, España es el país europeo con más kilómetros. A escala mundial sólo se ve superada por China, que es un país de 9,5 millones de kilómetros cuadrados (19 veces la superficie española) y 1.300 millones de habitantes (27 veces la población española).

La Airef concluye que se repiensen las inversiones para el AVE que hay previstas en el futuro y que se empiece a pensar un poco más en cercanías

Que la inversión en AVE estaba injustificada tanto desde el punto de vista de la viabilidad económica como de su aportación al beneficio social, era un hecho que desde hace muchos y muchos años venían denunciando economistas de primera línea. Pero como la decisión de crear la red respondía a la voluntad política de soldar España con su ombligo, Madrid, y como todos los partidos que han mandado se han sentido cómodos con el proyecto, las voces discordantes tenían pocas posibilidades de ser escuchadas. No me entretendré en dar detalles de los argumentos que daban los expertos, porque el informe de la Airef los ha validado. Lástima que lo ha hecho muchos años después de que se hayan ido dilapidando decenas de miles de millones de euros en muchas líneas injustificables, al servicio de la política, para que unos pocos viajeros (un 10%) fueran y vinieran de Madrid muy rápido, mientras la mayoría de usuarios ferroviarios (90%), los de cercanías, se fastidiaban (para decirlo lisa y llanamente).

La Airef reconoce algunos puntos muy relevantes. En síntesis:

  • Los proyectos se diseñan hinchando las estimaciones de viajeros, con el resultado de que los usuarios reales acaban siendo un 40% inferior a los previstos.
  • Los proyectos se diseñan subestimando las inversiones, con el resultado de que el coste de inversión ha sido un 75% superior al previsto.
  • La experiencia demuestra que no ha servido para mejorar la cohesión social.
  • El beneficio social es claramente inferior a los costes fijos.
  • De los 61.000 millones invertidos, prácticamente una cuarta parte han sido un obsequio europeo (la mayoría de países sin el equivalente al AVE).
  • Mientras tanto, en cercanías entre los años 1990 y 2018 se han invertido 3.700 millones de euros (la mitad en Madrid, el 17% en Barcelona y área metropolitana).
  • También mientras tanto, de las inversiones programadas en cercanías españolas entre 2009 y 2020 sólo se ha ejecutado el 5%.

Con perspectiva catalana, vale la pena recordar que mientras el AVE corta el aire por donde pasa, con los trenes que van desde Barcelona-Sants a poblaciones conocidas estos sólo le hacen cosquillas: la media de tiempo de los servicios a Vic es de 1 hora y 22 minutos, es decir, 51 km/h; a Manresa tarda 1 hora y 24 minutos (velocidad media de 53 km/h); a Tarragona y a Girona los servicios no AVE tienen velocidades medias próximas a los 70 km/h. El panorama es más bien desolador.

La Airef concluye que se repiensen las inversiones para el AVE que hay previstas en el futuro, de 73.000 millones de euros para completar la red hasta los 8.700 km, y que se empiece a pensar un poco más en cercanías. Vale más tarde que nunca, aunque sea para descubrir América.

Veremos si el enorme déficit público a raíz de la crisis económica por la Covid-19, si el endeudamiento, que subirá hasta niveles del 125-130% del PIB, si las restricciones que impondrá la UE para repartir el dinero del Acuerdo, ponen las cosas en su lugar. Porque de lo que es cordura de los políticos para gestionar bien el dinero público en España, se espera muy poca, como demuestra la historia.