El nacionalismo español presente en el Parlament de Catalunya está enfadado porque la Mesa ha acordado presentar una querella por prevaricación al juez Pablo Llarena, el cual no permite, de manera repetitiva y poco justificable desde el sentido común, la investidura de un candidato a president de la Generalitat. La decisión de querellarse parece un paso lógico de defensa de la democracia, pero ha chocado, por una parte, con el grito en el cielo de los miembros de la Mesa de Cs y PSC; por otra parte, el PP y Cs se han apresurado a anticipar que el paso emprendido podría ser perseguido por malversación de caudales públicos y que velarán para vigilar de muy cerca que el "disparate" no se realice con los "recursos de todos los catalanes". Realmente, lo que diga el Sr. Albiol en este ámbito es poco relevante, porque los diputados de su partido en el Parlamento son cuatro gatos, y espero que no se me malinterprete. En cambio, sí que me ha interesado la reacción de la jefa de un partido importante que tiene una alta representación, como es Ciudadanos.

A la jefa de este partido, la Sra. Arrimadas, le tengo el respeto que corresponde a todo representante del pueblo. Paso por alto que normalmente hace cara de malhumorada (curiosamente, como sus compañeros de partido), que sus mensajes los podría repetir un robot adiestrado, que me hace pensar en una diputada de pasarela (por el vestir, maquillar y peinar) y que tenga comportamientos gestuales de desprecio. Todo eso es estética, lo que cuenta es que la Sra. Arrimadas se quiere arremangar para controlar un gasto específico que afecta a la razón de ser de su partido, que es el anticatalanismo.

¡Bienvenida Sra. Arrimadas a la preocupación por el dinero de todos los catalanes! Antes de ser demasiado escrupulosa con el gasto de querellarse contra el juez, piense que él es humano y que también podría ser que, efectivamente, hubiera prevaricado. Lo que se defiende con un gasto que usted ve innecesario es asegurar la democracia, que la gente pueda votar, que el Parlament opere sin interferencias y que quizás un día los diputados la escojan a usted como presidenta. Permita la querella.

A continuación, puestos a aplicar celo económico, hile fino, investigue, pida explicaciones a su jefe en Madrid y a su socio M. Rajoy sobre las consecuencias económicas de la guerra contra lo que usted denomina el prucés. Pondré cuatro ejemplos:

1) Exija un balance: Por una parte, los gastos efectuados y comprometidos (piolines, CNI, aparato judicial, coste de los encarcelados, aparato administrativo del Estado destinado a la cosa, favores hechos a países, etc.); y de la otra, eficacia y eficiencia del gasto. Se ha gastado mucho dinero y ni se encontraron las urnas, ni se han acabado las esteladas ni los lazos amarillos.

2) Tenga en cuenta que el dinero del punto anterior (y el que queda por gastar) no es de los catalanes, sino de todos los españoles, y eso a su partido le tendría que preocupar especialmente.

3) Valore el coste para los catalanes (incluidos sus votantes) del hecho de estar desgobernados y mal servidos, gracias al 155 y al proceso de laminación de la autonomía a lo largo de los últimos años aplaudido apasionadamente por usted.

4) Han invitado a las empresas a marcharse de Catalunya; ¿usted cree que eso es ético?

Piense en la economía del procés, sí, pero con amplitud de miras y, ya puestos, trate de entender y amar, aunque solo sea un poco, la tierra que la ha acogido.

Modest Guinjoan, economista