Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) fue ejecutado por los nazis en 1945 en Flossenbürg justo una semana antes de que las fuerzas aliadas liberaran el campo. Aquel teólogo protestante alemán que había tildado a Hitler de ser el Anticristo se opuso con determinación al régimen y por este motivo fue detenido por la Gestapo. Bonhoeffer encarna la resistencia nazi no solo de pensamiento. De hecho, participó en la conspiración para acabar con la vida de Adolf Hitler. En la prisión escribió mucho y sus pensamientos configuran parte del grueso de la teología del siglo XX. El autor de Resistencia y sumisión o Creer y vivir había nacido en Breslau, igual que la filósofa también víctima del nazismo Edith Stein, en el seno de una familia intelectual en la que la religión no era tenida especialmente en cuenta. Su familia se trasladó a Berlín, donde el padre era psiquiatra. Él, sin embargo, quiso estudiar teología en Tubinga y en Berlín, se doctoró, fue a Estados Unidos (todavía hoy, cuando visitas la Universidad de Columbia te enseñan con orgullo el Union Theological Seminar donde estuvo) y, lo que algunos no saben, fue pastor en Barcelona. Un año de vicario.

En Cartas desde Barcelona (editado por la Fundació Maragall), Alexander Fidora y Josep Maria Jaumà glosan aquel año en que vivió en la capital catalana, de febrero de 1928 a febrero de 1929 cuando se fue forjando su carácter pacifista y ecuménico y su interés por la libertad; lo que el monje de Montserrat Lluís Duch llamaría su "coraje civil". Bonhoeffer fue vicario en la Deutschsprachige Evangelische Gemeinde, la parroquia protestante alemana de la calle de Brusi de Barcelona. En sus sermones, aquel joven alemán citaba a Platón, Hegel, Kant... y provocaba a las familias que lo escuchaban. Para él, ser cristiano no significa ser religioso de una cierta manera, convertirse en pecador, penitente o santo, sino que significa ser hombre. "Cristo no crea en nosotros un tipo de hombre, sino un hombre", pensaba.

Trotta tuvo el acierto de publicar las cartas entre él y Maria von Wedemeyer, unas misivas de amor en que se leen frases como la que su joven prometida Maria le escribe: "Creo que el amor no es algo que se lleva en las manos y que se puede dar a quien se quiere, sino que se es prisionero de ese amor". Y la respuesta de Dietrich: "¿Qué significa pertenecer, sino compartirlo todo?".

Dietrich Bonhoeffer es un santo que aparece al portalada de la abadía de Westminster en Londres, junto con otros santos como Óscar Romero. Son aquellos personajes que nos hacen imposible separar vida y obra. En su pensamiento, la Iglesia solo es Iglesia cuando existe para los otros. La de este pastor luterano es una de las mejores definiciones de qué pinta la Iglesia en el mundo, de cuál es su esencia, que no es autorreferencialidad. Lo tiene claro también el arzobispo y cardenal Omella, que ha titulado su nuevo plan pastoral de la archidiócesis de Barcelona "Sortim", porque quiere una Iglesia hacia afuera. Para los otros. Como Dios manda, vaya.