Los comunicados oficiales posteriores a la mesa de diálogo, firmados por los Gobiernos de España y de Catalunya, suponen la clausura definitiva por parte del ejecutivo catalán del procés soberanista y marca un cambio de paradigma con el retorno a la política convencional de siempre. Algunos telepredicadores políticos quizás mantendrán la charlatanería, falsamente independentista, pero debido a su patetismo la gente desconectará y la reivindicación soberanista dejará de determinar el mapa político. Para poner un ejemplo, los votos que se disputen ERC y Junts per Catalunya ya no los ganarán por ser más o menos independentistas (de boquilla), sino por su posición a favor o en contra de suprimir el impuesto de sucesiones.

Del tenor de los comunicados de la mesa de diálogo, todo el mundo que no quiere engañar interpreta que Esquerra Republicana aparca la reivindicación de la amnistía y la autodeterminación y se compromete a conducir su actividad política dentro del marco de la legalidad española, que como todo el mundo sabe siempre será incompatible con la independencia y la autodeterminación. A cambio, el Gobierno no se compromete absolutamente a nada. Leyendo y releyendo los comunicados, que parecen redactados por un burócrata de la Unión Soviética, no hay manera de encontrar ningún compromiso concreto del Gobierno más progresista de la historia. La supuesta desjudicialización la desmiente la beligerancia de la fiscalía y alguna promesa resulta incluso un insulto a la inteligencia. Dicen que defenderán el uso del catalán en las instituciones europeas con la autoridad moral que les atribuye prohibirlo sistemáticamente en las instituciones españolas.

La posición actual de ERC queda muy lejos de los planteamientos expresados por el presidente de la Generalitat en el discurso de su investidura. Aragonès se comprometió a "impulsar una nueva Generalitat republicana que culmine la independencia de Catalunya (...) haciendo inevitable la amnistía y el ejercicio del derecho a la autodeterminación". Como lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, Aragonès ha optado por tocar de pies en el suelo, asumiendo que la política en sentido aristotélico es el arte de lo que es posible, y ha accedido a dejarse de fantasías y limitar su acción política a la gestión autonómica. Con todo, el partido que lidera Oriol Junqueras cumple punto por punto la leyenda del Capitán Araña, aquel que embarcaba a todo el mundo, pero él se quedaba en España.

Los votos que se disputen ERC y Junts per Catalunya ya no los ganarán por ser más o menos independentistas, sino por su posición a favor o en contra de suprimir el impuesto de sucesiones

El resultado de la mesa de diálogo es, de hecho, un acuerdo PSOE-ERC para aguantar como sea la legislatura española y, si hiciera falta, la catalana. La paradoja es que está más interesada ERC en la continuidad de Sánchez en el Gobierno, aunque los espíe, que el mismo PSOE. Y eso porque la estrategia decidida por Oriol Junqueras es consolidar ERC como el interlocutor catalán con el Estado, aunque sea para tragarse sapos. Ocupar el escenario, aunque la obra sea aburrida y los actores malos, siempre es mucho más rentable que aparecer, que es lo mismo que no ser. Y si Sánchez cae, ERC pierde el protagonismo que la hace mediáticamente importante. A diferencia de CiU y PNV que podían pactar alternativamente con PSOE y PP, Esquerra Republicana tiene que poder ayudar al PSOE para ser alguien y, de momento, solo de momento, el PSOE se deja ayudar, obviamente a cambio de nada y con el compromiso de que ERC se tiene que portar bien en el Congreso y en el Parlamento.

En todo caso, ya era hora de pasar de la fantasía a la cruda realidad y constatar que aquí solo hay una cierta autonomía administrativa que se tiene que gestionar. Sin embargo aquí llegamos también a un segundo aspecto de esta cruda realidad como es que la gestión de la autonomía la tienen que compartir dos partidos que son mucho más rivales que aliados y han convertido la coalición en un campo de batalla permanente. Las puñaladas de esta semana a raíz del caso Borràs han sido significativas de la malevolencia que preside las relaciones entre los dos partidos. El Gobierno ERC-Junts se convierte en ojos de la ciudadanía en un instrumento mucho más inútil de lo que en realidad es, porque algunos consellers y titulares de cargos públicos sí que hacen buen trabajo, pero no se nota y cuando se nota siempre hay alguien dispuesto a cortarle la cabeza.

El resultado es, como pronostica esta semana el CEO, la desmovilización del independentismo. Suben los partidos unionistas y el apoyo a la independencia va perdiendo partidarios. Si como señala el barómetro, el PSC gana con 40 diputados o más, la alternativa será un nuevo tripartito, obviamente liderado por el PSC y por eso ERC cultiva las relaciones para que el PSOE no prohíba a los socialistas catalanes reincidir en el tripartito con Esquerra Republicana cobijada como segunda fuerza.

El CEO también registra que, poco a poco, la gente va despertando y ya solo el 17% de los catalanes ve factible la independencia de Catalunya en el plazo de 10 años. Todavía son muchos, teniendo en cuenta que las posibilidades de ganar la independencia sin instrumentos siempre será cero. Alerta, sin embargo. Que se constate que la independencia no está cerca ni lejos, no quiere decir que el país tenga que renunciar a ser. Una cosa es el Gobierno y los políticos y otra muy diferente la sociedad. La historia ha demostrado que la independencia no es una condición sine qua non para la existencia política de Catalunya. La defensa de la identidad y de los intereses del país sigue siendo más necesaria que nunca. Quizás hablando menos de independencia y trabajando más por el país llegará un día que la independencia quizás caiga por su propio peso como fruta madura o incluso quizás ya no haga falta.