Una de las características esenciales de los españoles, en lo que respecta a la política, es la capacidad de cargarse líderes sin ningún tipo de piedad por los mismos aspectos de carácter según los cuales los habían escogido o incluso adorado. El caso más radical de este procedimiento de sube-baja es el del rey Juan Carlos I, que fue admirado por su inaudita prestancia al conseguir negocios para el Estado (a un precio muy irrisorio, si lo comparamos con la corruptela general de sus presidentes y ministros) y que ahora todo el mundo se atreve a tildar de ladrón, y por este “todo el mundo” me refiero sobre todo a los plumillas que se pasaron años haciéndole reverencias. Esto también le ha pasado a Carlos Mazón, un jurista de escasa experiencia fuera de la política y una carrera musical digna de von Karajan, a quien la escalada de cargos en el PP y la promesa de descatalanizar València le sirvieron lo suficiente para llegar a la cima del pequeño poder.
No creo que Mazón engañara mucho a sus electores, presentándose como un político que seguía la línea doctrinal de los populares desde que Aznar repensó el País Valencià como un satélite marítimo del kilómetro cero. De hecho, a todos los españoles de fuera de Madrit que se sienten sucursalistas de la capital ya les va bien tener un presidente de comunidad autónoma que no tenga excesivas luces mientras, siguiendo la escuela de Barberá (sic) y Paco Camps, de vez en cuando les regale una Copa América de vela o un circuito de la F1. En este sentido, cuando uno aún se pregunta por qué un president valenciano fue capaz de pasarse cuatro horas en un reservado enchufando a una periodista (con una capacidad verbal y de erección encomiable) sin que ni uno de sus asesores tuviera la bondad de ir corriendo a pescarlo mientras la gente se ahogaba, la respuesta debe ser la más cruda; porque a nadie le pareció un tema de urgencia.
Mucha gente que gritó “rata traidora” o “asesino” a Carlos Mazón en los funerales de Estado era la misma que fue corriendo a votarlo porque el president valenciano les debía prometer seguir alimentándolos de golosinas
Contrariamente a la mayoría de la población, a mí me place mucho la democracia porque refleja muy bien las luces y la estulticia de los humanos. Esto lo sé con certeza porque mucha gente que gritó “rata traidora” o “asesino” a Carlos Mazón en los funerales de Estado era la misma que fue corriendo a votarlo porque el president valenciano les debía prometer continuar alimentándolos de golosinas (un poco como Jaume Collboni hace con lo que queda de Barcelona). No escribo ni pienso que el voto sea un cheque en blanco, y solo faltaría que la gente no pudiera acusar de negligencia a los políticos que ha votado; pero, como muestran todas las encuestas, después del caso de la DANA, la mayoría de ciudadanos de nuestro país vecino continuarán apoyando al PP a pesar de la negligencia de Mazón. En pocas horas, Núñez Feijóo le buscará un sustituto, esta nueva cara generará la simpatía lógica del principiante y la fuerza del olvido sustituirá tanta ira.
De hecho, si Mazón se va a la calle no será por los centenares de muertos que se tragó el agua, sino porque los capataces como Feijóo no pueden acusar de negligente o ilegítimo a Pedro Sánchez manteniendo al president valenciano en su trono. De hecho, el líder del PSOE rezaría para que Mazón continuara unos cuantos meses en el cargo y así podría ponerse sus gafas vintage diariamente para recordar a los españoles que él podía tener corruptos en el Gobierno, pero que el PP está lleno de incompetentes. Desde esta perspectiva, tampoco es de extrañar la violencia que la mayoría de medios catalanes han exhibido contra Mazón (y mira que, si hablamos de incompetentes y falsarios, el mundo del procesismo está lleno...), porque actualmente al poder mediático catalán ya no le preocupa tanto mostrar que trabaja para el socialismo. Pero en el fondo, para resumir la cosa, Mazón es el mejor fichaje que ha hecho Sánchez en toda esta legislatura.
Estoy seguro de que Carlos Mazón tendrá la jubilación política que merece, y muy pronto (por designación autonómica) engrosará las sillas del Senado que, como se evidenció hace muy pocos días en la comparecencia del líder del PSOE, son patrimonio de la gente más justita de cada secta. Así podrá dejarse ver en la capital, que es donde quieren estar todos los políticos que se miran su país como una región. Este pecado, y no la negligencia de estar mamando y metiendo mano cuando no deberías hacerlo, es el más mortal que puede tener un político con su tierra. Pero, por mucho que griten, los valencianos lo certificarán en las urnas; así pues, que les aproveche. Solo han acabado sacrificando lo que ensalzaron, hasta la siguiente tanda.