La decisión de la administración Biden de dar apoyo a la suspensión de las patentes de las vacunas de Covid-19 ha sorprendido a todo el mundo o, mejor dicho, a la mayoría. El elemento sorpresa es el primer gol de la diplomacia americana en este movimiento que, analizado con un poco de perspectiva, va incluso más allá del debate —de por si ya clave— sobre el marco regulador internacional de las patentes.

Por una parte, si repasamos la prensa americana de los últimos días, veremos como el debate sobre las patentes ha cogido un gran vuelo en Estados Unidos. Y eso se debe al miedo a que el esfuerzo que este país ha hecho en vacunación no acabe blindando su inmunización de rebaño ya sea por el efecto de los negacionistas (en torno a un 30% de la población americana se resiste en mayor o menor grado a ser vacunada), pero también por las bajas cuotas de vacunación de países vecinos y, a escala global, que se acaben generando olas de nuevas variantes resistentes a las vacunas ya administradas. De hecho, solo hay que leer la edición del The New York Times de ayer, donde veremos que el tema comparte portada —y artículos de fondo en las páginas 4 y 5— con el magnífico reportaje sobre Jordi Cuixart y los presos políticos.

Por lo tanto, un análisis válido sería que el ala más progresista del partido demócrata ha ganado esta partida, consiguiendo cambiar la posición que hasta ahora mantenía los Estados Unidos en el debate sobre la liberalización de las patentes vinculadas a la Covid-19.

Dándole la vuelta y entrando en el debate, Estados Unidos no solamente pasa a liderarlo, sino que también se posiciona para condicionar las líneas maestras de la negociación

Pero si nos quedáramos aquí, estaríamos obviando muchos elementos de lo que no deja de ser una jugada maestra de Biden, y no tanto en clave interna, sino sobre todo en su dimensión diplomática y global, sin olvidar la defensa de los intereses de su país. Y es que dándole la vuelta y entrando en el debate, Estados Unidos no solo pasa a liderarlo, sino que también se posiciona para condicionar las líneas maestras de la negociación. ¿O alguien tiene dudas de que una negociación encabezada por los EE.UU. será sensiblemente diferente de una dirigida por el tándem India-Sudáfrica?

Es más, parte de la inteligencia del movimiento —en clave también de defensa de los intereses propios— es reconocer la fuerza de los que proponen la liberación de las patentes de la Covid-19 en el contexto actual, más de 100 países en estos momentos en la Organización Mundial del Comercio y muchos más a partir de ahora. Y hay que recordar que la capacidad actual de producción de vacunas, con las patentes vigentes aunque gran parte de su desarrollo se haya pagado con fondos públicos, es de unos 3.000 o 4.000 millones de dosis anuales, cuando el mundo necesita más de 12.000 millones anuales; un statu quo que comportaría retrasar la inmunidad de grupo a escala global un mínimo 3 o 4 años, con los peligros epidemiológicos y los daños humanitarios y económicos que eso comportaría.

Y ante un hecho que seguramente acabaría siendo inevitable, Biden tiene la audacia de cambiar rápidamente de posición, asegurándose, eso sí, una posición privilegiada en la nueva distribución del tablero que él mismo ha provocado.

Y no solo eso, con este movimiento la administración demócrata resitúa la Organización Mundial del Comercio (OMC) en el centro del debate, "rescatándola tanto de los intentos de la administración Trump de eliminarla como de la opa que China estaba haciendo sobre esta aprovechando el vacío americano. Y no es menor aquí recordar que la OMC nació en 1995 de la mano de otra administración demócrata, la de Clinton.

Y lo mismo pasa con respecto a la Organización Mundial de la Salud y el sistema multilateral en general. Con esta decisión los EE.UU. retoman, en un solo movimiento, gran parte del espacio perdido —o cedido voluntariamente— por Trump, precisamente en un tema —el relativo a la Covid-19— donde China tiene que hablar con la boca pequeña.

Veremos cómo evolucionan las negociaciones, pero la de ayer ha sido una jugada maestra, de manual, de la administración americana. Con un comunicado y una rueda de prensa han recuperado gran parte del espacio perdido por el aislacionismo poco razonable de Trump, y sin la necesidad –ni los costes- de desplegar ninguna flota ni de enviar marines a ningún sitio.