Se acerca el cambio de año y las ganas de empezar a hacerse promesas atractivas, cautivadoras y que te aseguran un futuro inmejorable, pero que desafortunadamente nunca llevarás a cabo más de dos días seguidos. Ya sea dejar de fumar, ir al gimnasio, empezar una rutina de cuidado facial, cambiar el café por el té matcha o decir basta a los discursos de odio en línea. Parece que Salvador Illa lo tiene claro y que está dispuesto a poner fin a todos los discursos de odio menos a los que tengan que ver con los catalanes y el catalán (porque, de estos, tiene para dar y regalar, pero parece que o bien no le llegan o bien le importan un comino). También se ha hecho la promesa —en un acto de altruismo que rompe cualquier tipo de lógica— de destinar tanto dinero como sea necesario a proyectos de cooperación de cualquier lugar del mundo (y de temáticas esperpénticas) menos, ¡oh qué sorpresa!, en Catalunya (no hace falta ser un experto para ver que la sanidad, la educación y tantas otras cosas hacen aguas en Catalunya, pero primero salvemos a la gente de fuera, que los catalanes podemos con todo y más). Gabriel Rufián tampoco se queda atrás, y, haciendo honor a su nombre —Gabriel es un nombre bíblico que procede del hebreo (¡ups!) cuyo significado se interpreta como ‘Dios es mi fuerza’ o ‘Dios es mi juez’—, se ha propuesto crear un frente común, una coalición plurinacional —también conocida como inclusiva (por los wokes)— de izquierda para combatir al monstruo de la extrema derecha (que ellos mismos han engordado gracias a sus políticas falsarias de ahora somos independentistas; ahora queremos acoger a todo el mundo y hundir la economía y la cultura catalanas; ahora quizás nos hemos pasado y perderemos votos y quizás no deberíamos acoger a tanta gente…, y así sucesivamente) y ser felices y comer muchas perdices.

La CUP, en cambio, se ha propuesto conseguir tantas subvenciones de los contribuyentes como sean posibles para explorar el Mediterráneo; para estampar banderas de otros lugares del mundo en sus camisetas; para hacer asambleas para decidir quién es de los suyos y quién no y qué harán para comer, y para defender, teóricamente, causas que consideran muy injustas e inaceptables. Y digo teóricamente porque ya nos quedó claro que el objetivo del viaje por el Mediterráneo era presentarse como unos salvadores, pasárselo bien, bailar, colgarlo en las redes (a pesar de no querer ser el centro de atención) y volver a casa, porque cuando llegaron a su destino como mucho les quedaba una lata de atún. Y no hace falta ser una experta en cooperación ni una ama o amo de casa para ver que una lata de atún no es suficiente ni para alimentar a los pobres gazatíes ni para detener el conflicto.

La población catalana, que lleva años desencantada por una sobrecarga de los ho tenim a tocar y por tanta cháchara sin contenido, ha visto, por fin, la luz al final del túnel

Junts, en cambio, continúa con la promesa de hace unos años —no renueva promesa—, de que todo cambiará y de que ahora sí ho tenim a tocar. No acabo de ver claro que puedan declarar una independencia si, cuando lo tenían todo a favor (todo el pueblo catalán dispuesto a hacer lo que hiciera falta incluido), no fue posible por los motivos que sean (envío de tanques; le contaré a la profe que te quieres independizar...). Aliança Catalana, por su parte, hace poco que ha nacido y todavía tiene la ilusión, la inocencia y el brío de los recién nacidos; se ve capaz de solucionarlo todo con “A Spoonful of sugar helps the medicine go down, the medicine go down…”, que decía Mary Poppins. Y eso es lo que transmite a la población: confianza, seguridad y soluciones fáciles. La población catalana, que lleva años desencantada por una sobrecarga de los ho tenim a tocar y por tanta cháchara sin contenido, ha visto, por fin, la luz al final del túnel. Es normal que los barómetros de opinión política ya la sitúen como segunda fuerza política de Catalunya.

A ver quién conseguirá mantener la promesa más de dos días seguidos. Yo, por si acaso, de momento solo me he propuesto intentar conocerme un poco mejor que el año pasado, porque sé que esto es la base de todo. El problema de esta sociedad es que la mayoría de la gente no sabe por qué actúa como actúa y por qué piensa lo que piensa, y entonces todo son radicalizaciones, intolerancias (alimentarias incluidas), manipulaciones, demagogias y malas caras.