Sobre el pesimismo nunca se ha construido nada y solo una nación como la catalana puede dar ejemplo que entre el relato del gruñón y la realidad tozuda se han resistido varios embates y Catalunya todavía existe. Y es más: el ejercicio diario y silencioso de una especie de autodeterminación cotidiana explica que hoy Catalunya sea un sujeto político diferenciado del español y del francés por más que no haya un estado catalán que lo acabe de afianzar administrativa e internacionalmente.

Las fases de la historia son oscilantes y a veces sus aparentes movimientos circulares resuenan entre sí y algunos periodos de esta historia se parecen los unos a los otros. Pero por más que se quiera buscar una explicación de repetición mimética, la cronología es lineal y las siguientes etapas son todavía una incertidumbre por todas partes: en el mundo, en Europa y claro está, en Catalunya. Igual que un partido que va 0-2 no se puede dar por decidido, el horizonte nacional del país no está escrito y por lo tanto los ilusos enterradores ya saben que el rebrote del pensamiento catalán les sobrevivirá, tal como pronosticó Francesc Pujols.

Los consensos se construyen desde Catalunya, no desde la Moncloa

En este rebrote ahora mismo hay tres cuestiones sobre las cuales se dibujan tres consensos, si por consenso se entiende que un alto porcentaje de la población y seguramente amplias mayorías de los partidos políticos representados en el Parlamento están de acuerdo. Estas tres cuestiones se pueden resumir en lengua, Rodalies y opa. Con más o menos entusiasmo hay un consenso en torno a la preservación del catalán. No hay, este consenso, en las herramientas a utilizar y sobre todo en cómo se combinan ley, obligatoriedad, pedagogía e integración. Con Rodalies pasa lo mismo: no hay un solo diputado que aplauda el estado actual de Rodalies y aunque las soluciones pueden ser dispares, hay unanimidad en que hay que cambiar una situación insostenible e inaplazable. Por último, el último tramo de la opa hostil del BBVA contra el Banco Sabadell, ha despertado, ahora sí, una reacción transversal (Generalitat, Junts, Foment, Pimec, sindicatos...) contraria a esta operación que puede poner en peligro el tejido económico catalán tal como lo hemos conocido hasta ahora.

Estos tres consensos son palpables, bastante inapelables e incuestionables políticamente. Quizás añadiría dos más: el de la falta de inversión del Estado en Catalunya (en forma de déficit fiscal y de no ejecución presupuestaria) y el apagón del 28 de abril puso de manifiesto la necesidad de una soberanía energética que impida que la caída de una planta eléctrica de Extremadura suponga que quedara a oscuras una Catalunya situada a más de mil kilómetros de distancia. Y Lengua, Rodalies, OPA, déficit fiscal y energía en el fondo quiere decir, nación, modelo de país y economía. Y que haya la coincidencia que eso son consensos tiene una fuerza política innegable como país. Más que nada porque nadie osará, por una simple cuestión de cálculo electoral, apartarse.

Ninguna de estas cuestiones las resolverá un partido en solitario, esté en el govern o en la oposición

Y otro factor que conduce al consenso es que ninguna de estas situaciones las resolverá un solo partido de manera solitaria, esté en el gobierno, a la oposición o a l'extraparlamentarismo. Y también hará falta dejar claro que los consensos se construyen desde Catalunya, no desde la Moncloa ni artificialmente, de manera que esta también será un triple examen para decidir si, cuando se tenga que apretar el botón blanco o el botón negro, al fin y al cabo se está con el sentir|oír mayoritario de la ciudadanía catalana o bien con la ejecutiva del PSOE.

Estas tres cuestiones pues, que en el fondo son tres retos de país, pueden ser una oportunidad para hacer renacer uno cierto sentir mayoritario de país, con independencia de sí —valga la redundancia— se es independentista o no. Solo un pero: los tres ejemplos son reactivos. Es decir, los consensos en las tres cuestiones son para hacer frente a situaciones adversas. Y ya es positivo que ante estos riesgos, adversidades y ataques haya un mínimo común denominador de resistencia. Ahora queda la otra asignatura pendiente: los consensos en positivo, en activo y que sean propuestas y no solo defensas de modelo de país. El independentismo lo tiene claro, aunque no la manera de llegar a ello. El españolismo más atroz también (y estos sí que tienen claro el método: anulación de la autonomía, supresión del autogobierno y desaparición de la nación). Ahora hace falta que los de la tercera vía digan si su modelo es el actual (el del régimen de 1978, del cual ya se han visto las carencias) o bien tienen alguna fórmula que desconocemos sobre la cual tiene que ser Catalunya la próxima generación.