Los gurús de la ciencia han profetizado que la humanidad está cambiando no por propia evolución sino por la tecnología. Ahora se ha sumado un cardenal, José Tolentino Mendonça, probablemente uno de los hombres del Vaticano con más sensibilidad para la tecnología y lo que comporta. Este cardenal portugués, favorito en quinielas papales y que ocupa una de las posiciones más altas en la cúpula de la Santa Sede, acepta que "estamos en el ojo de una tormenta donde todavía no vemos claramente" y apela a "activar y redescubrir" los recursos espirituales y humanos que pueden resurgir en la humanidad como instrumentos para operacionalizar el futuro. En otras palabras, reclama que ante las invasiones tecnológicas inciertas, las personas vuelvan a aspectos esenciales como la sorpresa, sentirse frágiles, valorar la relación, la capacidad de aceptar el riesgo y la virtud de la esperanza. Valorando la ciencia y la tecnología, considera que no se tiene que dejar de lado la dimensión del misterio. Más que ante un cambio de época, el cardenal lo tilda de un "agitado" cambio.

Los algoritmos parecen caprichosos, pero quien obra por capricho es por definición inconstante. Y los algoritmos son no solo constantes sino repetitivos. Si un día miras cuánto cuesta un piano porque te quieres comprar uno, ya vivirás catapultado por pianos, percusiones, dulcémeles, clavicordios y monocordios por siempre más. Si tienes la ocurrencia de buscar un viaje a Menorca, pero después te desdices, estás muerto. Recibirás información constante sobre la Cueva de Xoroi, los jaleos, las playas de Macarella y los restaurantes del puerto de Maó y Ciutadella. Porque el algoritmo no nos persigue, somos nosotros quienes le damos ventaja. ¿Podemos escaparnos de él? El cardenal pide astucia para no caer como bobos en las trampas tecnológicas. Los informáticos nos recomiendan que cambiemos nuestras claves de acceso, que no las dejemos en ningún sitio, que no demos información innecesaria, que no colguemos fotos en las redes para no dar pistas de nuestra vida, que no... ¿Se puede vivir bajo nuevas dictaduras digitales que nos limiten la libertad? Somos pequeños Davides contra Goliat, pero somos Davides con juicio y también podemos preservar nuestra intimidad, saber con quién compartimos datos y jugar a distraer al algoritmo. Las dictaduras de la tecnología son imposiciones, pero hay demasiados que se han replegado, también.