"El gobierno de Aragonès ha pactado con los que quieren acabar con el procés. En la dirección del 'dejarlo estar', nosotros no estaremos" ha explicado Jordi Turull en Catalunya Radio. Los presupuestos del 2023 son el escaparate de dos grandes incógnitas: por qué todo el mundo parece que defiende acuerdos con los que no comulga y por qué Junts se aferra al silencio como proyecto político. La primera incógnita se explica porque el equilibrio de fuerzas otorga al PSC el poder de imponer su voluntad sin necesidad de explicarla. La segunda es la sangre que hace tiempo que brota de la herida de Junts, un partido atrapado en la contradicción de recuperar el eje ideológico y abrazar el fantasma de la vieja Convergència, o convertirse en un partido vacío de ideas, condenado a rascar votos a base de nombres propios y eslóganes que en sus cabezas siempre sonaban espectaculares. Esclavo de esta coyuntura, el país se ha quedado huérfano de un argumentario sólido a favor de todo lo que ha sido aprobado en los presupuestos porque el PSC no lo ha necesitado, Junts no ha osado y ERC y los comunes se han esforzado en creerse —o en explicar— que todo aquello que no desean para Catalunya la hace "avanzar".

Junts calla porque no quiere pagar los platos rotos del "dejarlo estar" a pesar de haber colaborado. Por eso se aferra a la retórica del simulacro

Junts calla porque no quiere pagar los platos rotos del "dejarlo estar" a pesar de haber colaborado. Por eso se aferra a la retórica del simulacro cuando ERC pacta con los que simbolizan el poder del Estado español en Catalunya y procura hacer pasar el simulacro por confrontación ideológica. Hablando de aeropuertos, carreteras y casinos, sin embargo, el intento torpe de hacer pasar la retórica octubrista por un proyecto de país los desnuda más que los viste. Sabiéndolo, prefieren callar. O pegarse a la disputa partidista para no hablar de aquello que les haría parecer convergentes, para no tener que explicar que sus escaños se dividen entre los que trabajaron activamente por el Hard Rock, la B-40 y la ampliación del aeropuerto —y pactarían tranquilamente los presupuestos con el PSC— y los que resoplan preocupados porque les parece que más aeropuerto y más carreteras piden a más gente para "controlar el territorio", si jamás lo volvemos a necesitar. Entrevistado por Gemma Nierga, ni Jaume Giró se atrevió a hablar del contenido del acuerdo de presupuestos porque incluso a él le pareció que enredarse en la guerra partidista saldría más a cuenta que explicar qué quiere Junts para el país. O qué quiere él para el país, que —mira por dónde— se parece bastante a lo que han pactado ERC y el PSC.

Para empezar a explotar la derrota como lo hace ERC, Junts necesita convencer a la parte del partido que hoy iría al aeropuerto a ocuparlo —en vez de a ampliarlo— de que el simulacro ya no sale a cuenta

El miedo de Junts, aquello que encarcela al partido entre el simulacro y el silencio, es la angustia que explotar su eje social los lleve a la zona de donde han intentado salir con caras nuevas, muchos diseñadores gráficos y diez años de procés. Para empezar a explotar la derrota como lo hace ERC, necesitan convencer la parte del partido que hoy iría al aeropuerto a ocuparlo —en vez de a ampliarlo— de que el simulacro ya no les sale a cuenta. Para abandonar el silencio, hace falta que pactar unos presupuestos con el PSC ya no signifique nada y así excusar en el momento político la necesidad de recuperar un espacio ideológico que el procés dejó vacío. Que ellos dejaron vacío.

Si volver a ocupar el eje social depende del momento político en el eje nacional, abandonarlo y replegarse también, como si ser independentista y ocupar el centroderecha fueran siempre incompatibles

Junts es hoy un partido paralizado porque está en misa y repicando, tal como siempre ha criticado a ERC. La división interna del partido ha frenado moderadamente la reconversión en un partido del posprocés porque, para reorganizarse, Junts tendría que prescindir de unos nombres propios a los cuales todavía atribuyen capital político para levantar votos. Esta es una decisión que no quieren tomar. Si volver a ocupar el eje social depende del momento político en el eje nacional, abandonarlo y replegarse también, como si ser independentista y ocupar el centroderecha fueran siempre incompatibles. El problema de Junts hace tiempo que se arrastra. Para no tener que hacer el trabajo que el partido exige de puertas adentro, esperan que las circunstancias les hagan el encargo y que no quede ningún otro remedio que el retorno de Convergència. Es el argumento perezoso de quien, pudiendo construir un proyecto sólido de país donde no sean excluyentes ocupar el centroderecha y ser independentista, ha escogido no escoger. El problema de abandonarte a la deriva es que el destino nunca lo escoges tú.