El mundo económico y los mercados se sienten indecisos a la vista de lo ocurrido en un agosto en que no sólo el calor de se ha mostrado pegajoso y molesto. El clima de confianza general, ya deteriorado desde hace meses con la guerra comercial chino-americana, ha retrocedido aún más con la deriva autoritaria y amenazante de Turquía, donde Erdogan ha puesto en un brete a los emergentes. Además, la crisis italiana también ha generado polémica, derivada del catastrófico hundimiento de un puente estratégico en Génova. La vuelta a la normalidad en setiembre no será fácil.

En las últimas semanas, los animal sprits a los que se refería Keynes se han visto movidos por problemas que van más allá de los impulsos tradicionales de crecimiento económico y las expectativas que levantan. La cuestión es que no parece claro que el panorama se vaya a aclarar con prontitud. 

En el caso de las escaramuzas arancelarias entre Trump y Xi Jinping, las reuniones veraniegas en Beidehaihe de la élite política del Imperio del Centro, la conclusión ha sido que lo que busca en el fondo la Administración americana es contener el avance del desarrollo de China en su camino hacia la hegemonía mundial, según El Diario del Pueblo del 12 de agosto.

 El clima de confianza general, ya deteriorado desde hace meses con la guerra comercial chino-americana, ha retrocedido aún más

Por todo ello, las reuniones programadas sobre comercio exterior para estos días en Washington con el viceministro Wang Shouwen, y que han dado una nota de optimismo  a los mercados en las últimas sesiones, se diluyen en esquemas de resolución de los antagonismos a más largo plazo. Trump ya ha avisado que no habría resultados prácticos.

Con Turquía fue que Erdogan anunciara que su partido y el sector público iban a tomar mayor protagonismo en una economía que ya tiene una inflación del 17% lo que provocó la huida de los inversores. Qatar (aliada de Irán) ha comprado la lira turca para que no se fuera a los infiernos, mientras China ha tomado la participación que la francesa Total tenía en Irán para que Teherán respirase. El BBVA ha sufrido estos días.

En cuanto a Italia, la solución a sus percances ha sido la inversión del país de 50.000 millones en un plan de infraestructuras, desafiando a la Unión Europea, y advirtiendo que si Draghi no le da financiación, pedirá ayuda a Putin.

Ante tanta confusión, el foco pasó a la reunión anual el viernes de los bancos centrales en Jackson Hole (Wyoming), organizada por la Reserva Federal (Fed). Se trataba de la gran ceremonia de apertura del próximo curso financiero. Jerome Powell, presidente de la Fed, se mostró prudente indicando que el banco americano irá normalizando la política monetaria con subidas templadas de tipos de interés. Resultó un alivio ante una situación de crecimiento tan desordenado.