Circula por Madrid la especie que España irá a las terceras elecciones porque este es un escenario que beneficia al PP y al PSOE. Así, de una tacada, España volvería a un cierto bipartidismo, porque los más perjudicados serían Podemos y Ciudadanos. Los que sostienen esta teoría la vieron reforzada con el CIS que se ha dado a conocer este lunes y que, pese a presentar un mapa electoral no muy diferente al del 26 de junio, viene a incidir en el ligero declive de la formación morada y del partido naranja. En cambio, populares y socialistas salen mejor librados e, incluso, Pedro Sánchez sube un punto su intención de voto.
Tengo la impresión que los que sostienen esta idea descuentan también un análisis imprescindible en este caso: el perfil de Mariano Rajoy. El presidente en funciones trabaja su reelección a medio gas. En parte, supongo, porque es agosto. Pero también porque sabe que hacer mucho ruido en estos prolegómenos es, sobre todo, despertar muchas expectativas y que su fracaso sea más evidente sino logra, al final, su ansiada investidura.
La estrategia del PP no sería así muy diferente a la que llevó al gobierno español a no pedir en su día el rescate en plena turbulencia económica. Las empresas del Ibex 35 apretando a Rajoy para que lo pidiera al BCE, el presidente deshojando la margarita y ¡zas!, la solución vino sola en forma de un gran ajuste económico... pero sin rescate.
Pero, al lado del éxito de la inacción en el tema del rescate, también está el fracaso del tema catalán. El tiempo no parece haber ayudado al gobierno del PP y la última encuesta del CEO daba, por primera vez, la victoria al independentismo en un referéndum. O sea, que habrá que ver que acaba haciendo Rajoy, aunque lo normal es que haga de Rajoy.