La paradoja es ésta y es una paradoja difícil de tragártela: los políticos de Esquerra y de Junts que ahora se presentan como escarmentados, como pragmáticos, realistas, como inesperados admiradores y continuadores de la obra de gobierno de Jordi Pujol, hoy ya no les queda nada por continuar. Esto se acaba. Del autogobierno de Catalunya sólo se conserva el nombre y la capacidad de una triste gestoría con mucho personal. Hoy nuestro autogobierno se ha convertido en una cáscara vacía, con un ex presidente dormitando en el exilio, otro realizando suculentos negocios con el gas y aún con otro permitiendo que, al final, Miquel Roca se esté vengando de Jordi Pujol. Sí, muchos años después, en diferido, a través de la justicia que es lenta y sin entrañas. Sólo hay que echar un triste vistazo al triste panorama actual. Todo el mundo puede identificar a los políticos independentistas protegidos por la Brimo de sus electores naturales, todo el mundo puede constatar la absurda superstición según la cual unos nuevos Juegos Olímpicos nos sacarán de la decadencia. Todo el mundo ha podido ver el advenimiento de la Copa América en Barcelona que recuerda los buenos tiempos del PP de Valencia. Los independentistas anónimos perseguidos y represaliados por la justicia, a diferencia de los nueve presos políticos premium, que ahora nos enseñan lo que han aprendido entre barrotes.

 “Lluís, en estos momentos, la Generalitat somos tú y yo” parece que el president Pujol empezó diciendo esto al secretario general Prenafeta un día de 1980, un día que no estaba para fantasías ni para clases de historia, un día que estaba dispuesto a admitir que todo aquello era una enorme carpa a merced de todos los vientos. Lo era y lo sigue siendo. Este político tenaz y formidable vendedor de humo llamado Jordi Pujol fue capaz de mantener a lo largo de mucho tiempo algunas ficciones, determinados engaños, destacadas exageraciones y numerosas falsedades. Y sedujo a mucha gente o, como mínimo, la impresionó. De su laboriosa y esforzada gobernación de veintiún años queda sin duda un recuerdo positivo, incluso muy positivo en algunas personas afines al polémico personaje. Pero no han resistido el paso del tiempo. El votante independentista y catalanista ⸺que de hecho son la misma cosa⸺ hoy se siente atónito contemplando la devastación del panorama político catalán. Se siente impotente y derrotado como cuando Jordi Pujol tuvo que soportar los registros en su casa con mirada estoica y, a ratos, francamente decaída.

Parecía que las gestiones, determinantes, durante la presidencia de Jordi Pujol ante el Tribunal Constitucional español habrían salvado, al menos, para siempre, a la escuela catalana dentro del régimen legal español. Que por lo menos nuestra lengua sería intocable como intocable es el concierto económico para los vascos. Pero no, eso tampoco ha sido posible porque España incumple siempre sus acuerdos, porque los esfuerzos patrióticos de Jordi Pujol o de cualquier líder político catalanista que hubiera estado en su lugar, siempre acaban y acabarán topando con la intransigencia, con el imperialismo de una España que sólo sabe ser castellana e intolerante. La ley dice exclusivamente lo que un juez español dice que dice. Punto y final. El posibilismo dentro de España no se mantiene en el tiempo, no dura ni durar puede. A lo sumo están dispuestos a dejarte salir de la cárcel para que Europa no les riña. La España que hoy rechaza la escuela catalana, la España de la Guardia Civil es la misma que está en contra de las minorías, de la diversidad, del feminismo, de la ecología, de cualquier movimiento o idea que suponga un avance, una idea de futuro. Porque el único proyecto de la España actual es el pasado. Concretamente el pasado idealizado del franquismo, donde los catalanes no daban por saco y el vasquismo era una cuestión de orden público.

De Jordi Pujol no quedará nada excepto la insatisfacción de un catalanismo español completamente imposible. El viejo presidente nunca ha sido independentista y lo ha repetido en numerosas ocasiones. Pero es innegable que el pueblo catalán ya ha entendido dónde estamos aquí y ahora. O conseguimos en breve la independencia o todos nuestros nietos y bisnietos tendrán un asombroso parecido con Carlos Carrizosa.