La duda existió sólo a primeras horas de la mañana. Pero luego ya no, necios, luego ya se vio claro que era todo un montaje, una trola, una intoxicación informativa propagada al dictado, al servicio, de la Guardia Civil, de la vieja y benemérita enemiga de Catalunya. El afán y la insistencia alarmista de la prensa mercenaria de Madrid, la actitud servil y acrítica con la que iban propagando el rumor no admitía duda. No era posible que la aparición fortuita de un misterioso comando terrorista se hubiera confirmado tan temprano en una ciudad con tan grandes señores, con tantos funcionarios, en una ciudad que suele levantarse tarde, y que nunca ha destacado ni por su prontitud ni por su periodismo de investigación independiente. Antes de las ocho de la mañana todos los medios de comunicación del rompeolas de las Españas estaban completamente seguros y lo sabían todo, hasta los detalles más pequeños. En cambio, en Barcelona, donde todo el mundo, más o menos, se conoce y, aún más en el ámbito independentista, nadie sabía nada de nada. El miedo, incluso el pánico, gobernó de repente algunas conciencias inestables. Ciertos políticos con estrellada comenzaron a justificarse, arrastrados por la intranquilidad. A jurar y a asegurar que condenaban solemnemente cualquier tipo de violencia. Algunos periodistas hacían preguntas insistentes y agresivas. Parecían aquellos antiguos inquisidores españoles que buscaban judíos cuando ya no quedaban más judíos a Península, cuando se los tuvieron que inventar para mantener el cargo y continuar cobrando el sueldo. Cuando en ausencia de verdaderos judíos todo el mundo pasó a ser sospechoso de seguir los preceptos de la Torá. Qué bonita es la historia de España.

La prensa mercenaria de Madrid no es toda la prensa de la capital, eso es cierto, pero sí es la que más destaca, la que ha protagonizado tantos momentos de gloria. Como cuando el diario ABC aseguró que Alemania, un país serio, extraditaría a Carles Puigdemont. La prensa mercenaria de Madrid es la que describe minuciosamente el antiguo director de El Mundo, David Jiménez, en su libro El director. Explica en él cómo el diario está vendido a todo tipo de poderes políticos y económicos de la villa y Corte, ofreciendo como información lo que sólo es propaganda. Fue muy bonita de ver la fiesta de los XXX años de El Mundo, celebrada este 2 de octubre y donde no faltó nadie, estaban todos los principales políticos y mandamases del Estado. Su Majestad el Rey incluso pasó el mocho ante los asistentes, sí, cuando aseguró que “El Mundo es una institución en defensa de la democracia”. Con la credibilidad que tiene.

Es una buena costumbre desconfiar de los periodistas que están todo el día pegados a los poderosos, comiendo con ellos y cenando con ellos, intercambiándose confidencias al oído como si fueran enamorados. El periodista realmente independiente, el que está de verdad al servicio de los lectores, por naturaleza, sólo tiene que tener lealtad con su director y no ha de deber favores ni cenas a nadie. El periodista independiente es el enemigo natural de los políticos y de las castas dirigentes y sólo tiene que pensar en sus lectores. Algunos teóricos de la ciencia política del siglo XIX recomendaban escoger a los políticos más honrados y vigilarlos como si fueran ladrones. En nuestra sociedad de ahora hacemos completamente al revés. Escogemos a los políticos más ladrones y no los vigilamos para nada, tratándolos como si fueran honrados.