David Jiménez (Barcelona, 1971) habla con una calma contundente, acompañándose de gestos suaves, lentos. Entró como becario en El Mundo en 1994. Desde 1998 era su corresponsal en el Lejano Oriente. Fue nombrado director en abril de 2015 y despedido 366 portadas más tarde, el 25 de mayo de 2016. El Director, relato en primera persona de ese año traumático, acaba de ser traducido en lengua catalana por Navona Editorial. El gremio periodístico ha recibido el libro con un denso silencio y algunas críticas menores.

David Jimenez exdirector El Mundo - Sergi Alcàzar

¿Cuándo se le ocurrió escribir El Director, antes o después de que le despidieran?
Tras mi primera semana en el diario quedé con mi editor, Ángel Fernández Fermoselle, y le conté las cosas que me habían chocado. Me dijo: “¡Esto es acojonante! Tienes que escribirlo porque algún día todo esto puede ser un gran libro”. Yo empecé a llevar un diario con lo que me pasaba en el día a día, sin pensar que me iban a echar al año. No esperaba que me despidieran tan pronto.

¿Empezó a llevar un diario desde la primera semana?
Sí.

¿En serio?
Llevaba dieciocho años fuera de España como corresponsal. A mí me llamaban la atención cosas que les parecen normales a muchos periodistas que han pasado su carrera en la redacción. Yo no era una persona de redacción ni tenía mucho contacto con la política española y todo me chocaba lo suficiente como para pensar “esto no es normal”. Cuando me echaron quería que mi historia se conociera. Dos opciones estaban abiertas. Que se conociera judicialmente, porque lo primero que hice cuando me echaron fue demandar a la empresa, o en un libro. En fin. Para un periodista, una historia como la que viví, ser testigo de lo que viví, y no contarla habría sido renunciar a lo que soy profesionalmente.

"De manera un poco ingenua pensé que, al venir de fuera, sin ataduras, tras un año en Harvard… todo eso me daba libertad para tomar decisiones que podían beneficiar al periódico y el modo como se hacía el periodismo"

¿Por qué aceptó ser director? ¿No imaginaba nada de lo que le esperaba?
Imagínese que ha sido becario en un diario, que ha trabajado veinte años para ese diario, que no ha conocido otra empresa y, en un momento dado, sus directivos le dicen: “estamos en situación de emergencia y creemos que tú puedes ayudarnos a salir de ella”. ¿Qué hace? ¿Dice que ya le va muy bien como corresponsal y da media vuelta?

¿No se sorprendió, no pensó que…
…si se habían fumado algo?

Eso.
Mi primera reacción fue pensarlo porque, la verdad, cualquiera diría que mi perfil no era de director de El Mundo.

¿Entonces?
Pues… pese a mi falta de experiencia en la redacción, de manera un poco ingenua, pensé que, al venir de fuera, sin ataduras, con experiencia internacional, tras un año en Harvard en procesos de transformación digital… todo eso me daba libertad para tomar decisiones que podían beneficiar al periódico y transformar no sólo lo digital o su diseño… sino también el modo como se hacía el periodismo, con el que ya había sido muy crítico.

¿Ah sí?
Había escrito algunas cosas en mi blog o en redes sociales que me costaron broncas de mis jefes, que me acusaban de deslealtad cuando denunciaba lo que no me gustaba del periódico. Pensaba que como director podía cambiarlo. Cuando llegué [a Madrid] me di cuenta de que sería mucho más difícil de lo que creía.

David Jimenez exdirector El Mundo - Sergi Alcàzar

¿Influyeron motivos personales, esos que parecen un granito de arena y acaban inclinando la balanza?
Claro. Son decisivos. Mentiría si no dijera que el aspecto personal fue importante. Yo llevaba dieciocho años fuera de España, mi hijo mayor tenía doce años... También pensamos [con mi mujer] que, desde el lado personal, era un buen momento para regresar a España y hacerlo además con una oportunidad profesional como la de ser director de un gran periódico. En fin. También hay una ambición personal. ¡Te van a hacer director del periódico en el que llevas 20 años trabajando! Es un desafío interesante para cualquier periodista.

¿Y se decidió ahí mismo, sin dudar?
Nooooo. Hubo dudas y discusiones en Nueva York, donde vinieron a ‘secuestrarme’. Yo quería asegurarme de que estábamos en la misma página. Es decir, que el proyecto que yo quería llevar a cabo y el de la empresa era el mismo. Me hicieron una serie de promesas que luego incumplieron. Todas.

¿No se aconsejó con nadie?
Pedro J. [Ramírez, el director fundador de El Mundo] me estaba ofreciendo ir con él a fundar El Español. Él sabía que me estaban tocando para ser el director de El Mundo. Me decía: no te fíes de ellos, te van a engañar. Esos días conversaba casi a diario con él.

Pero pudo más la oferta de El Mundo.
Sí. Pudo más el desafío de ser el director del diario con el que tenía un vínculo emocional. Me entusiasmaba el desafío de hacer un periódico mejor, sacarlo de la crisis… A mí me parecía que era el mejor proyecto en que podía estar. Si hubiera tenido el apoyo de la empresa, habría tenido posibilidades de que saliera bien.

"...tomar su concepto de independencia, romper las ataduras de la prensa con el poder político y económico, que en el caso de España me parecían, en cierto modo, incestuosas"

¿Tenía algún modelo de diario o de periodismo en la cabeza?
Sí. Clarísimamente, mi modelo era el periodismo anglosajón. En Estados Unidos estuve en contacto con The Boston Globe, llevaba muchos años siendo suscriptor de The New York Times… Como corresponsal me había relacionado con periodistas de medios anglosajones que yo admiraba. Sabía que nosotros no podíamos ser el Times, que tiene 1.600 periodistas. Pero podíamos tomar su concepto de independencia, romper las ataduras con el poder político y económico, que en el caso de España me parecían, en cierto modo, incestuosas. Pensaba que el periodismo en España necesitaba un cambio. De hecho, mi nombramiento entusiasmó a muchos en el mundo del periodismo, porque creyeron que un reportero sin perfil político quizá fuera la persona que podía llevar a cabo ese cambio.

No le dejaron mucho tiempo.
Un año es insuficiente. Incluso ridículo. A mí me despidieron sin que ni siquiera se pusiera en marcha el proyecto que había presentado. Si al menos le hubieran dado una oportunidad...

Pero no le cesaron por el proyecto.
Las verdaderas razones de mi cese no tienen nada que ver con la gestión o con el plan de futuro para el periódico. Tienen que ver con que se habían encontrado con un director que resistía y se oponía a las presiones políticas y económicas —y de la misma empresa— para que El Mundo sirviera a sus intereses.

¿Cuándo pierde la esperanza del cambio?
A los seis meses de mi llegada, cuando la empresa me propone aplicar un ERE para despedir a un tercio de la plantilla. Ahí las intrigas de la redacción, las puñaladas y las traiciones se suceden. Creía que era absurdo cesar a un director que llevaba tan poco tiempo en el cargo sin que le dieran la oportunidad de llevar a cabo su plan. Pensaba: cuando pase todo esto… Pero me resistía a que el ERE se hiciera de la manera que ellos querían y propuse que, en lugar de despedir a reporteros y periodistas —que aportaban contenido—, nos desprendiéramos de 18 jefes [de la redacción]. No les pareció buena idea y al final el sillón que saltó fue el mío. Bueno, no solo el mío. Quien me sucedió, Pedro García Cuartango [hoy columnista en ABC], duró solo un año. Estaban absolutamente decididos a encontrar una persona que asintiera a todo lo que pedían.

David Jimenez exdirector El Mundo - Sergi Alcàzar

¿Siente que le eligieron porque eso que usted ve como virtudes era percibido por los directivos como características de una persona manejable?
Absolutamente. Así es. Lo que yo veía como un beneficio —la libertad de actuar fuera de la redacción, llegar sin un mal teléfono de un político o empresario, ni red de protección…— a ellos les parecía que me haría caer en sus manos. Creo que los directivos y ejecutivos de ese nivel piensan que todo el mundo es como ellos, que si te ponen la zanahoria delante la seguirás y acabarás convirtiéndote en lo que ellos son. Conmigo no lo consiguieron. Entiendo que es fácil caer en la tentación: el sueldo es estupendo, te invitan a todos lados, te sientes importante, ejerces cierto poder e influencia… Entiendo que todo eso sea una droga para mucha gente. Pero no lo es para alguien que lleva muchos años cubriendo Afganistán, Cachemira, Fukushima, etcétera. Mi mentalidad es otra. Nunca ambicioné ese puesto y no me importó dejarlo.

¿Por qué la empresa no dio apoyo a alguien que tiene un plan para sacarla de la crisis?
Porque la empresa, y sobre todo sus directivos, pensaban que para salir de la crisis la única solución eran Los Acuerdos [pactos sobreentendidos entre medios y empresas para ofrecer dinero en publicidad a cambio de favores y silencio], de los que se habla en el libro. También porque pensaban, por cuestiones ideológicas, que el periódico debía posicionarse claramente más a la derecha para competir con ABC y La Razón, cosa con la que estaba absolutamente en contra, pues creía que el lugar de El Mundo era el centro, como fue en sus orígenes.

¿Ocurre lo mismo en otros medios?
En cierto modo, hay una decisión tomada, no sólo en El Mundo, sino en la prensa tradicional, de que su supervivencia depende de los favores que le hagan el Ibex, las instituciones y los gobiernos, no de hacer un periódico más independiente, honesto y riguroso. Desde el primer día en El Mundo hay un enfrentamiento entre mi visión de cómo podemos salir de la crisis y la suya, que es potenciar los defectos que ya tenemos, como se ve en el periódico que se ha hecho desde que me echan. Todas las cosas que me pedían se han acabado haciendo.

"Creo que el periodismo español comparte los mismos defectos que la política. Hay demasiados periodistas que han querido ejercer una influencia que no les correspondía"

¿Qué cosas?
Virar el periódico claramente a la derecha y alejarlo de la transversalidad, de ese diario que, digamos, golpeaba a unos y a otros. El Mundo era el periódico que denunció el terrorismo de Estado [se refiere a los GAL] en tiempos de Felipe González y que publicó los mensajes de Rajoy a Bárcenas. Me parece que hoy ese tipo de transversalidad no es posible.

Después de lo que ha visto, ¿diría que buena parte del periodismo es política por otros medios?
Creo que el periodismo español comparte los mismos defectos que la política. Hay demasiados periodistas que no se han conformado con ser periodistas, han querido ser políticos, ejercer una influencia que no les correspondía. Eso ha contaminado al periodismo, le ha llevado a romper el muro entre la opinión y la información. Hoy en día, la mayor parte del periodismo que se hace en España es activismo, es propaganda, es partidismo. No es independiente. Cuando el periodista cruza la frontera y se pone a hacer otras cosas, renuncia a hacer su trabajo. Es muy importante tener la humildad de ser simplemente un periodista. Mi primer artículo como director se titula “Periodismo nada más” y allí hablo de mi empeño por no convertirme en un político, ni en un activista, ni en un propagandista, por no apoyar ninguna causa, ni siquiera aquellas que me parecen justas, sino ser un contador de historias, un periodista. En España eso es muy difícil porque hay una sociedad dividida en trincheras y facciones, eternamente enfrentada. Cualquiera que trata de mantenerse en el medio y no toma partido es un enemigo para ambos bandos.

Ha hablado del periodismo anglosajón. Una de sus máximas es “los hechos son sagrados, las opiniones, libres”. ¿Por qué es tan difícil contar los hechos? ¿Por qué tienen tan poco valor? Parece que solo interesan en la medida en que apoyan una opinión, una interpretación, un argumento…
En los diarios, la información se adapta a la opinión, que tiene un peso desproporcionado en el periodismo español. Creo que hay pocos países donde los principales diarios te cuenten los mismos hechos de forma radicalmente diferente. Lo normal es que opinen diferente, pero no que los hechos sean diferentes. En El Mundo se me pedía —y yo me negué siempre— que hiciera lo que llaman “periodismo intencionado”…

¿Cómo?
Que toda la información vaya en línea con la opinión. En The New York Times, la redacción y la sección de opinión están en plantas diferentes. El director no puede decirle absolutamente nada al director de la página editorial. Funcionan como dos diarios separados, como debe ser. En España, información y opinión están fusionadas, cosa que engendra activismo y propaganda. De esa fusión no puede salir nada parecido a la verdad, porque está orquestada para adaptarse a tus ideas preconcebidas, a tus prejuicios. Además, la prensa se dedica a alimentar y masajear a sus lectores diciéndoles “aquí tienes información”, cuando en realidad les dan otra cosa para que se vayan contentos a casa, repitiéndose “mira qué bien, mi periódico ha confirmado lo que yo pensaba”.

David Jimenez exdirector El Mundo - Sergi Alcàzar

Acaban de publicarse las memorias de Seymour Hersh, el reportero de investigación que reveló la masacre de My Lai o las torturas de Abu Ghraib, y llama la atención que las dos expresiones que más repite sean “verificar hechos” y “comprobar hechos”.
Der Spiegel, el semanario de referencia de Alemania, tiene 60 verificadores dedicados a comprobar que todas las informaciones que publican están contrastadas y son rigurosas. Aún así, el año pasado descubrieron a un periodista que llevaba años inventándose informaciones. Imagínese lo que se estará colando en la prensa española, donde el número de verificadores es cero. En El Director hay un momento en que estoy hablando a la redacción de contrastar las noticias, darles más rigor… y su reacción es “nosotros somos los más rigurosos”. En realidad, el nivel de rigor de la prensa española es quizá de los peores, sino el peor, de la prensa occidental. Hay más rigor en la prensa portuguesa, en la griega. No digo ya en la alemana, la francesa o la del Reino Unido. Se ha averiado la credibilidad de la prensa y la relación de confianza con los lectores. Les decimos que lo que les contamos es verdad, que es cierto y está contrastado, pero se encuentran fallos como los del 11-M [El Mundo sostuvo durante años que los atentados del 11 de mayo de 2004 en Madrid eran obra de ETA].

¿Ha muerto el periodismo?
En España el periodismo está herido de muerte y en la UVI. Si fuera médico y viniera la madre del periodismo a preguntarme cuáles son las posibilidades de que su hijo sobreviva, no le daría más de un 50%. Necesita un tratamiento de choque. Para empezar, libros como El Director y más gente que salga públicamente a decir que el paciente tiene estos problemas.

El libro ha sido recibido con mucho silencio.
¿Se imagina que encargamos a un banquero la reseña de un libro que denuncia las comisiones abusivas de la banca? No hay nada más absurdo que encargar la reseña de un libro contra la casta periodística a gente que pertenece a esa casta. Precisamente eso confirma los problemas que se denuncian en el libro. Tras la publicación de El Director, muchos periodistas y medios se han comportado de la manera que describe el libro, unos censurándolo y haciendo como que no existe, otros haciendo críticas por encargo, y los gánsteres del periodismo del chantaje intentando destrozar la reputación del que denuncia ese periodismo de trabuco. A mí me parece maravilloso que la reacción sea exactamente esa, porque el libro pone ante el espejo al periodismo de este país, que se ha reconocido en el reflejo. No solo se ha reconocido, sino que muchos han salido corriendo a actuar como el mismo libro dice.

"El periodismo ha contribuido claramente a reforzar los estereotipos de una parte importante de la sociedad española respecto a Catalunya y viceversa"

Se le critica que hable de esos problemas apenas enunciándolos, sin demostrarlos.
¿Por qué tengo que investigar algo de lo que fui testigo? Si yo estoy en una reunión con el presidente del BBVA, Francisco González, y ahí se pide, como sucede con toda la prensa, aumentar el presupuesto de Los Acuerdos a cambio de guardar silencio sobre cosas que incomodan a esa empresa y a ese directivo ¿qué otra comprobación necesito? He estado en la reunión, lo he vivido. Hay quien se confunde con este libro. No es un texto académico sobre periodismo. Es el relato del año en que yo fui director de El Mundo, donde se narran en primera persona cosas que viví directamente, no cosas que me han contado. Todo es de primera mano. Ese es su valor, que te lo cuente un periodista que ha sido director de El Mundo.

¿Se ha informado bien sobre el procés?
El periodismo ha contribuido claramente a reforzar los estereotipos de una parte importante de la sociedad española respecto a Catalunya y viceversa. No hemos hecho el mejor trabajo. El periodismo no se puede dejar llevar por emociones, banderas, ideologías. Una cosa es tu opinión y otra la información. En mis clases en la Autònoma le dije a una alumna que el día de mañana, cuando ella escriba sobre una manifestación, si puedo adivinar si está a favor o en contra… será señal de que es mala periodista. Yo no tengo que saber cuál es la opinión del periodista. Quiero me cuente lo que está pasando. Esa esencia del periodismo se ha perdido.

¿Cómo explicar a la gente que los periodistas tienen convicciones, porque también son gente, y que lo complicado consiste en el esfuerzo, que no se pide a casi ningún otro profesional, de separar esas convicciones del trabajo informativo?
Ese es el trato al que hemos llegado con nuestro público. Les hemos dicho que somos profesionales y que diferenciaremos nuestras convicciones de los hechos, que buscaremos la verdad más allá de nuestras creencias y prejuicios. Esto puede sonar excesivamente romántico o idealista y no digo que se consiga siempre. Es imposible que el periodismo no se tiña de cierta subjetividad. Pero hay una diferencia muy grande entre buscar la verdad y contar tu verdad. Tu verdad no es necesariamente la verdad, de ahí que el periodismo exija un proceso de entrevistas, de datos, de información, de documentación, de comprobación… desde un folio en blanco, para que la información sea lo más honesta posible. Claro, si el folio en blanco ya lo tienes escrito en tu mente antes incluso de empezar a trabajar, no estás cumpliendo el trato que prometiste a la gente.

¿El periodismo en España cumple con ese trato?
No.