Lluís Llach no me cae simpático. Exacerbó mis peores sentimentalismos adolescentes cuando yo era joven y ahora encarna la cursilería catalana sin medida, la inconsistencia intelectual, la falsa superioridad moral de los niños bien que van de progresista, también el nuevo colonialismo bienintencionado. También representa la mala literatura. Pero hoy el cantante tiene interés porque acaba de decir que “los indultos son buenos para los presos y fatales para el movimiento” como si, por fin, hubiera descubierto el Mediterráneo, y como si los presos y el movimiento independentista fueran dos platillos de la misma balanza. Con si Catalunya y los presos se pudieran comparar. Y hace años que hemos dejado de hablar de independencia para hablar sólo de presos, y es precisamente por ello que el Estado español los encarceló, porque los prisioneros son útiles para España, de esta manera han conseguido que nos olvidáramos de la liberación nacional de Catalunya y nos conformáramos con abrazarnos con Jordi Cuixart, tan buen muchacho Jordi Cuixart. Lluís Llach habla de rabia en la entrevista que le han hecho, de “canalizar la rabia” porque todo el mundo ve que la liberación de los presos no arregla nada de nada, porque antes de que los líderes políticos estén en sus casas ya han comenzado con Marcel Vivet y con todos los demás que meterán en un agujero, porque querrían castigarnos a todos y no tienen suficiente cárceles. Por eso castigan sólo a unos cuantos, para que todo el mundo vaya acojonado por la vida, porque el miedo guarda la viña y porque la represión española es arbitraria e impune. Pueden hacer lo que quieran, cuando quieran y con quién quieran. Y si tenemos rabia, mucho peor para nosotros, porque sólo con la rabia lo que haremos es el perro, porque con la rabia no se ganan las guerras, ni siquiera ésta que no tiene muertos pero que es exactamente una guerra. Los sentimientos desbordados a un lado, por favor. La cabeza fría, serenidad y profesionalidad, por favor, que tenemos mucho más a ganar que a perder, que España habla de reconciliación cuando nos arrasa, al mismo tiempo que nos arrasa, porque ha aprendido a ser cada vez más perversa, más cínica, más cruel. Porque nos obliga a abrazarla, a amarla a la fuerza mientras nos rompe la cara, como si fuera un maltratador de mujeres. Los maltratadores siempre presumen de tener buenos sentimientos.

Catalunya tiene ganada la independencia. Basta con cojerla, con salir a la calle masivamente y hacerla suya. Por eso nos quieren confinados en casa, divididos y peleados entre nosotros, por eso nuestros enemigos saben que la única posibilidad que tienen de derrotarnos es que nosotros mismos nos demos por vencidos. Precisamente ahora que la causa de Catalunya se ha hecho plenamente internacional. Precisamente ahora que la mayoría social a favor de la independencia no deja de crecer. Ahora que ya nos sabemos de memoria los trucos para que los manifestantes independentistas no tomen las calles, el aeropuerto, la frontera con Francia. Ahora que ya sabemos que los partidos políticos independentistas están secuestrados emocionalmente por los presos, unos partidos que no piensan mover ni un dedo a favor del divorcio con España. Los políticos no nos harán el trabajo, irán a remolque, como siempre, de la gente.