“Para combatir a los malos hay que ser más malos que los malos” aseguraban ayer en el programa de La Sexta que dirige Antonio García Ferreras, ese periodista que envía abrazos a todo Cristo con quien habla, sí señor, para exhibir una supuesta bondad personal, una superioridad moral. “Más malos que los malos” dijeron. Y luego venga a reírse, cuantas risas por televisión. Porque los malos somos nosotros, los catalanes que votamos el primero de octubre de 2017, los malos somos los independentistas que queremos legítimamente el divorcio de España. Los que queremos largarnos de una España que tiene una curiosa forma de razonar y de funcionar: violan la ley para perseguir a aquellos que supuestamente han violado la ley. Como si ser independentista y organizar pacíficamente un referéndum de independencia fuera ilegal, como hicieron los escoceses y quebequeses. La ley es universal: o se equivoca Reino Unido y Canadá o se equivoca España. Espiar a los ciudadanos que gobiernas y que te pagan los impuestos, espiar a los contribuyentes, en cambio, sí es ilegal. En todas partes. Bombardear Barcelona cada cincuenta años para que España vaya bien sí es ilegal. Falsificar el pasaporte de un jugador para que pueda participar en el mundial de rugby sí es ilegal. Imponer un mínimo del veinticinco por ciento de español en la escuela catalana sí es ilegal. Que el rey de España sea un comisionista internacional y que no pague impuestos sí es ilegal. En definitiva, que los jueces, y la ley en general, no sean independientes y que se dediquen a perseguir a la minoría nacional catalana sí es ilegal. La lógica tiene unas normas rígidas y de alcance internacional que no pueden ser modificadas cada vez que el Tribunal Supremo de España haga y deshaga a conveniencia.

Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo. Lo veremos a continuación. Pensamos por un momento que Margarita Robles y su protector, Pedro Farsánchez, tienen razón. Imaginemos que ahora nos hemos vuelto todos locamente españolistas de repente. Pero atención. Una cosa es comulgar con el españolismo y otra muy distinta es obligarte a pensar en contra de la lógica humana. Porque si los independentistas han intentado, dicen, dar un golpe de Estado, si los independentistas son un peligro para el Estado y el Estado debe protegerse de los independentistas, como nos están diciendo a cada momento, como nos aseguran, entonces, esto debe ser igual para todos. El CNI y los demás organismos del Estado deberían poder presentar qué medidas de espionaje se han adoptado contra los militares españoles y la Guardia Civil. Porque estos señores sí organizaron un auténtico golpe de Estado el 23 de febrero de 1981. Con exhibición de fusilería y tal. Que hoy mismo nos demuestren cómo el Estado español, profundamente democrático según dicen los medios de comunicación afines, se ha protegido de la ultraderecha desde 1981. ¿Qué medidas de protección han adoptado? Porque en noviembre de 2020 un grupo de 73 altos mandos del ejército español enviaban públicamente una carta al rey de España en la que se defendía abiertamente el discurso de odio de Vox.

¿Cuántos generales y mandos del ejército y de la Guardia Civil han sido espiados por el Estado? Todos podemos imaginar la respuesta. Ninguno. ¿Y no será que el motivo de todo ello sea el más lógico, que detrás de los servicios secretos está el auténtico golpismo, el de los herederos del 23 F, la monarquía y Vox? Acusan al independentismo de golpista cuando, en realidad, quien ha hecho fracasar la democracia española, la Constitución y la cohesión del Estado español ha sido el integrismo de la ultraderecha, el castellanismo agresivo e invasivo, el incumplimiento sistemático de la concordia de 1978? ¿Por qué los servicios secretos alemanes descubrieron a un grupo de nazis dentro del ejército de la República Federal, que Angela Merkel expulsó del cuerpo, y los servicios secretos españoles nunca han localizado ningún movimiento de la ultraderecha? ¿Por qué todavía la sociedad española, bienintencionada y democrática, todavía se traga mentiras tan gordas?