Lo cierto es que Laura Borràs, este miércoles, aceptó verbalmente el voto prohibido, el higo prohibido de Lluís Puig, el higo que te expulsa del Paraíso. Pero después ese voto no se mostró en el contador electrónico, en el contador de los goles. De modo que hemos tenido que esperar un artículo urgente de Carme Rocamora en El Nacional que, si lo he entendido bien, explica que en el pleno del Parlament, este del miércoles que digo, Lluís Puig logró una proeza inaudita. Consiguió votar y al mismo tiempo no votó. Y que no ha sido hasta la reunión a puerta cerrada de hace pocas horas de la Mesa del Parlament que la mayoría independentista ha decidido que sí, que Lluís Puig votó el miércoles y que, por lo tanto, desobedecen abiertamente al Tribunal Constitucional. Que suenen todas las trompetas, trompas y tambores, que decía Ramon Muntaner. Se ve que todo este lío sirve para proteger a los funcionarios del Parlament de cualquier responsabilidad. Para lo que sirve sobre todo, y de forma rotunda, es para que el electorado independentista ya no se crea nada y se desentienda de sus representantes políticos. Para que desconecte cada vez más y se dedique a abanicarse porque hace mucho calor. No sabemos aun si Laura Borràs tiene un problema con la verdad como lo tiene Boris Johnson, como Jordi Pujol o Felipe González o Pedro Farsánchez. Lo que es evidente es que tiene un problema. Se ha dejado aislar de su electorado y se explica tan mal como sabe. Se explica mal porque cada vez se parece menos a la Borràs de sus inicios y mucho más a un político de los de antes.

Dice la CUP a través de un comunicado que la posición inicial de Junts en la Mesa del Parlament era que el voto de Lluís Puig debía contabilizarse de manera “meramente simbólica”, es decir, contabilizarlo pero no contabilizarlo. Y Laura Borràs, por su parte, acaba de negar que esto sea verdad y que la están difamando. Mirad, a mí me gustaría, porque soy muy buena persona, y encima, partidario de la máxima concordia posible entre independentistas, poder creer en la palabra de Laura Borràs y al mismo tiempo en la palabra de la CUP. Me gustaría, como a la mayoría de electores, no enfadarme, porque tampoco sacaré nada del enfado. Y con más motivo si ahora va un poco de verdad y ERC, Junts y la CUP dicen que se encaran con el Tribunal Constitucional. Quizá sea el momento de dejar de entrematarnos. Pero, ciertamente, cada vez que veo que los políticos independentistas hablan de simbolismo mastico clavos y tengo la tentación de hacer lo mismo que ellos. Y en las próximas elecciones, y en las otras, y en las otras, dejarles de votar, no votarles nunca más. Eso sí, para que nadie se enfade: les dejaré de votar simbólicamente. Después subiré a la azotea de mi casa y encenderé un farol, de los simbólicos estos.

Laura Borràs tiene un problema de credibilidad y es responsabilidad solo suya. La injusta justicia española la declara investigada en un asunto, llamémosle, complejo, sórdido y a la vez ridículo, que cuestiona su capacidad de gestión y agrede al independentismo en su conjunto. Sobre todo porque vuelve a vincular, informativamente, catalanismo con corrupción, como en el asunto Pujol, un vínculo que el españolismo mediático adora exhibir. Y, héte aquí que, al saberse la noticia, a la presidenta no se le ocurre otra cosa que ir a visitar al presidente Torra, la encarnación viva de la política simbólica y estéril. Lo cierto es que parece que los políticos independentistas sólo reaccionan cuando la represión española les ataca. Parece que son sólo independentistas cuando tienen que reaccionar a los golpes, porque ellos nunca atacan. El resto del tiempo parece estar muy ocupados, dedicados a organizar una inminente independencia que nunca llega ni se intuye. Borràs se desacredita a sí misma, por poner otro ejemplo, cuando su procurador, Jesús Sanz López, en las diligencias previas, acaba de presentar un recurso ante el Tribunal Superior de Justicia en lengua española. Si la presidenta del Parlament y de Junts no puede mantener una mínima coherencia entre lo que dice y lo que hace, el problema de credibilidad no es responsabilidad de sus enemigos políticos, que los tiene. Y muy poderosos.

A mí me hubiera gustado que la presidenta Borràs no hubiera sido humillada y desacreditada, por sus propios compañeros de partido, en el congreso de Argelès. Sobre todo porque todo el mundo puede concluir que no lo consigue, que no da para más. Si no logra hacerse respetar por sus rivales dentro de Junts, si no es capaz de mantener una imagen política sólida y ganadora en el congreso que le acaba convirtiendo en presidenta de Junts, difícilmente podrá enfrentarse después, con unas mínimas garantías de éxito, al Estado español. Borràs es la jefa del independentismo, la primera mujer política de la historia política independentista, la líder natural de quienes queremos irnos de España. Es una mujer importante porque la gente la ha convertido en importante, gusta a mucha gente, y esto es algo claro. Es muy trabajadora, pese a su salud precaria. Pero, hoy por hoy, no tiene ningún plan, ninguna estrategia, ningún proyecto que estar a lo que salga, y confiar en la improvisación, la intuición y la buena suerte. Como ocurre con la mayoría de los demás políticos, sea dicho de paso. Pero es que los demás son políticos que no pretenden cambiar nada, sólo ser gestores, burócratas previsibles, ser uno de tantos, como Sandro Rosell que, por cierto, acabó detrás de unos barrotes porque no es muy listo.

Laura Borràs no tiene tiempo pero debería hacerse cargo de recuperar su imagen pública

Laura Borràs no tiene tiempo pero debería hacerse cargo de recuperar su imagen pública. No tiene tiempo y está a merced de los tribunales que, previsiblemente, la inhabilitarán porque los españolistas tienen miedo, pánico, a un movimiento independentista articulado y dispuesto a luchar. La verdad nos hará libres si somos capaces de distinguir la verdad de la propaganda política. Especialmente de la propaganda de los nuestros. Y la verdad más cruda es que no es necesario tener ningún cargo público para hacer política. Borràs quiere mantenerse en el cargo por muchos motivos. Y uno destacado, es el amor propio. Pero quizás Borràs tendrá que hacer un aprendizaje de humildad e intentar comprender que, sólo desde la presidencia de su partido, puede hacer mucha política. Determinante, vital para Catalunya. Estoy pensando en el modelo de Xabier Arzalluz, el político más importante de toda la historia de Euskadi y que nunca tuvo ningún cargo autonómico. Si no confían en mí quizá haya que recordar lo que decía el presidente Torra, en un momento de clarividencia que tuvo. Que esta autonomía de feria, esta autonomía regional española, es un inconveniente, un obstáculo para la independencia de Catalunya.