Lo he sentido mucho de verdad. Ayer traspasó el último señor de Barcelona, de los que ya no nos quedaban. De hecho, hace muchos años que entierran a distinguidas personalidades, a las que nos gusta denominar el último señor de Barcelona, y seguramente que durante los próximos años aún señalaremos a muchos más, mientras vamos echando paladas. Será porque pensamos que las nuevas generaciones, supuestamente con la mejor formación, no se comportan muy diferente de los apaches cinematográficos. Y porque Barcelona cada día es más grosera e inhóspita, como corresponde a una gran ciudad contemporánea. Sí, ayer traspasó José María Gay de Liébana Saludas, curioso, sabio, bondadoso, divertido, encantador, eminente economista y popular rostro de la televisión. Él ya intentaba ser de los de su lado, prudente, indirecto, con el nombre perfectamente castellanizado, con el carné del RCD Espanyol, con aquella manera de hacer tan educada y cordial, propia del catalán al que le han dicho que no parece catalán al ser tan bella persona que brilla en la noche independentista. Él ya se esforzaba en no estirar más el brazo que la manga, en nada, en no parecer rarito, esa es la verdad, pero siempre acababa encontrando al mismo perfecto ignorante ⸺ son infinitos e indistinguibles ⸺ que se ensañaba con su apellido sospechosamente catalán. Lo vi un día por el televisor. Gay, ¿cómo que gay? Del Beato de Liébana o Santo Beatus no han oído hablar, de eso no, aunque sea castellano, pero les parece raro que alguien tenga este apellido Gay, ¿cómo es que alguien llama así? No puede ser. Sobre todo porque en la España carca lo peor que puede ser una mujer es una fulana y lo peor que puede ser un hombre es sodomita. ¿Cómo que gay? La cultura catalana siempre es un misterio incomprensible para los españolísimos.

Del apellido Gay ⸺o Gai, la ortografía puede variar⸺ no hay duda de que es de origen catalán y occitano, tal y como nos demuestra la heráldica consignada en los armoriales. Podemos ver sobre un azul intenso un magnífico castillo de plata, de donde sale un gallo rampante, también de plata, que canta. El gallo que asoma y alegra al mundo. Hay gente que se llama Gay en Catalunya, según internet 667 personas y 1.021 en el conjunto de los Països Catalans. Mientras que en Francia encontramos 18.418 y en Estados Unidos 36.586, el país que tiene más ciudadanos con este patronímico. Todo viene de lo mismo, de la idea subversiva de la alegría, de lo que es vistoso, animoso, del gozo, de la satisfacción. Es una palabra que se expande por toda Europa cuando la revolucionaria poesía de los trovadores se convierte en la tecnología social más importante para el amor y las relaciones físicas. Contra la tristeza de la sociedad bienpensante y hierática dominada por la iglesia. Del mismo modo que la palabra inglesa football penetró en todos los idiomas a medida que el deporte rey se hacía soberano en la sociedad del siglo pasado, la alegría, el joi, se convirtió durante la Edad Media en un valor social indiscutible, en un sentimiento de referencia que transformaba en gayas, en alegres y optimistas, una serie innumerable de cosas, de cosas que hasta entonces no lo parecían. De ahí que en nuestro país catalán tengamos tantos lugares llamados Montgai. Y de ahí que la palabra pasara al castellano antiguo como gayo, al italiano gaio, al vasco jai, y al francés gay, que la exportó como toda esa gran cantidad de vocabulario al inglés. Que es donde queríamos llegar.

Gracias a Oscar Wilde y en su entorno se denomina hoy gay al homosexual, en contra de la opinión de Marcel Proust que prefería otra palabra. Y mientras que el término lesbiana tiene un referente literario y de gran dignidad ya que hace referencia a Safo de Lesbos, cuanto más pasa el tiempo, más inapropiado parece este término. Más confusionario. ¿El gay es alegre? ¿Estamos seguros de ello? ¿Más que los que no son de la acera de enfrente? Alegre, de vida alegre lo son las prostitutas, las viudas alegres, los personajes que sonríen como bobos en los manicomios a los que han fundido la identidad por el pecado de ser homosexuales. Prueben a dejarse llamar alegres, a ver si les gusta. Francamente, ¿gay es una palabra adecuada para denominar una realidad sexual que aspira a la normalidad social, y por tanto, a la intrascendencia? El colmo de la estulticia es cuando encontramos a algún joven cosmopolita catalán y pronuncia gay a la inglesa, sin darse cuenta de que es una palabra de su lengua propia. Volta el món i torna al Born. Born, aquí tampoco hay que usar el acento de Massachusetts.