Carles Puigdemont ha emplazado a Pedro Sánchez a "hacer los deberes" este verano y pasar de los gestos a los hechos. Podemos le ha dado un mes para recuperar la agenda social. La derrota parlamentaria en la votación del techo de gasto ha sido el aviso definitivo. Sánchez sólo saldrá adelante si es lo suficientemente valiente como para cambiar las cosas.

Muy especialmente debe ser capaz de rectificar las barbaridades que hizo el gobierno de Mariano Rajoy en el período más negro de la política española desde la muerte de Franco. Si le tiemblan las piernas, si no se atreve a llevar a cabo políticas de cambio, los bárbaros de la derecha se lo comerán. Si tiene que cambiar una ley orgánica, pues la tendrá que cambiar. Podrá "decir" que no hará nada por los presos políticos catalanes, pero no tendrá más remedio que deshacer el nudo gordiano del Tribunal Supremo.

Los partidos socialdemócratas se derrumbaron en toda Europa cuando no fueron capaces de presentar alternativas a las políticas de austeridad de la derecha

Los partidos socialdemócratas se derrumbaron en toda Europa cuando no fueron capaces de presentar alternativas a las políticas de austeridad de la derecha que esquilmaron a las clases medias del continente. Pensaban que siguiendo la corriente de sus adversarios políticos se mantendrían en el poder, pero la razón de ser de la izquierda es el cambio y cuando no cambia nada, cuando deja de pedalear, cae como los ciclistas cuando tienen una pájara. Solo la derecha puede permitirse el lujo de estar en el poder y no hacer nada.

Sánchez es presidente por el apoyo de una mayoría parlamentaria muy heterogénea pero claramente escorada a la izquierda. Por lo tanto, su programa de gobierno debe estar escorado hacia este lado. Poco o mucho tiene que satisfacer las aspiraciones de aliados como Podemos, Compromís, ERC y el PDeCAT, que parece que se ha hecho trotskista. Deberá hacerlo porque, si no lo hace, no tendrá los votos necesarios para completar la legislatura satisfactoriamente; pero, además, debe hacerlo porque para ganar las próximas elecciones y continuar en el poder no le queda otra que seducir a los votantes progresistas que abandonaron el PSOE cuando se sometió al régimen del PP.

Así que, si el obstáculo es una ley de estabilidad presupuestaria que el PP blindó para que el Senado tenga la última palabra, Sánchez deberá cambiarla. Las políticas de los gobiernos de Rajoy, lejos de ser austeras, fueron cruelmente restrictivas en el gasto social de las comunidades autónomas y los ayuntamientos y no tanto con los recursos de la Administración General del Estado. Esto Sánchez también lo deberá revertir. Obviamente, la reacción del PP y de Ciudadanos será escandalosa, pero si Sánchez se asusta por el espectáculo mediático de los adversarios está perdido. Haga lo que haga Sánchez, sea mucho o sea poco, Casado y Rivera le montarán un auto sacramental cada semana y el presidente del Gobierno deberá tener el coraje de no hacer caso y salir adelante.

Una fiscal general nombrada por el PSOE no puede avalar de ningún modo las barbaridades de sus antecesores

Esto le puede costar más en el caso catalán, porque además de la derecha política, tendrá en contra al deep state funcionarial, pero tiene el poder para hacerlo y en ningún caso supondría traicionar su ideario. El PSOE ha evolucionado desde defender el derecho a la autodeterminación de los pueblos a apoyar la suspensión del autogobierno catalán, pero entre medio los socialistas aceptaban la idea de una consulta pactada. Tras la represión del 1 de octubre, plantearon la reprobación de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y juraron y perjuraron que nunca apoyarían la aplicación del 155... Hasta que el rey Felipe VI los obligó.

Ahora todo es diferente. Por la cuenta que le trae, a Sánchez le interesa ahora más que nunca apaciguar todos los conflictos. No solo el tribunal de Schleswig-Holstein niega la existencia del delito de rebelión en la actuación de los líderes independentistas. No hay jurista progresista en España que se lo trague. Ni siquiera Diego López Garrido, redactor del artículo correspondiente del Código Penal. Y no hay que olvidar que los cargos no los inventó el juez Llarena, sino un fiscal general nombrado por el PP. Con todo lo que ha pasado, una fiscal general nombrada por el PSOE no puede avalar de ningún modo las barbaridades de sus antecesores y menos en nombre de la independencia del poder judicial. Y se da el caso de que la acusación de rebelión es el motivo por el que los líderes independentistas continúan en situación de prisión provisional. Un cambio en las calificaciones podría facilitar una excarcelación de los presos que cambiaría el escenario político. En España y en Catalunya. Incluso el proceso soberanista entraría en una nueva fase, menos conflictiva, que dejaría fuera de lugar el griterío de las derechas.

Al PSOE le surgió un competidor por su izquierda cuyo slogan era "Sí, se puede". Era la respuesta de la izquierda rebelde a la izquierda miedosa que había interiorizado el discurso del adversario y no se atrevía a contradecirle. Ahora el PSOE tiene una nueva oportunidad de volver a ser él mismo, y no le sobre tiempo. Sánchez, como Hamlet, se debate entre el ser y el no ser.