Un Russell Crowe enorme en todos los sentidos del término encarna a Roger Ailes, el artífice de Fox News, en la serie The loudest voice (La voz más alta, en la versión en castellano). La biografía de Ailes, escrita por Gabriel Sherman, termina con la caída del todopoderoso director ejecutivo de la cadena de noticias, al destaparse los reiterados abusos sexuales que infligía a sus subordinadas, especialmente a las presentadoras Gretchen Carlson, interpretada por Naomi Watts, y Megyn Kelly, que no aparece en la serie. Estos y otros escándalos, sobre todo el del productor de Hollywood Harvey Weinstein, tuvieron como reacción el surgimiento del movimiento #MeToo impulsado por la activista Tarana Burke y popularizado luego por la actriz Alyssa Milano. De repente, cientos de miles de mujeres de todo el mundo denunciaron en Twitter haber sido víctimas de abusos poniendo de manifiesto una realidad hasta entonces oculta. Con todo, lo más interesante de la biografía de Roger Ailes es su contribución fundamental a la deriva del periodismo convertido en trinchera política al servicio del poder.

La obra escrita por Sherman previa a la serie televisiva lleva como subtítulo Cómo el brillante y rimbombante Roger Ailes construyó Fox News y dividió un país. Efectivamente, sería imposible entender el ascenso y la elección de Donald Trump como presidente sin el trabajo previo de Fox News. Para Ailes, el objetivo del periodismo no era la información de los hechos y aún menos la verdad, sino la agitación necesaria para conseguir el poder. "La gente no quiere ser informada, quiere sentirse informada", dice Ailes cuando sus periodistas le plantean reflexiones éticas. La audiencia de la cadena de noticias se disparó hasta superar la CNN, a base de fake news, sensacionalismo y manipulación. Fue Fox News y su presentador estrella Bill O'Reilly ―también acusado de abusos sexuales― los que más insistieron en deslegitimar a Barack Obama presentándolo como un impostor musulmán que no había nacido en Estados Unidos ―por tanto no podía ser presidente― y que llevaba a cabo una política de apoyo al terrorismo yihadista. Más o menos lo mismo que hacen PP y Ciudadanos acusando al PSOE de connivencia con ETA y los independentistas catalanes.

​Un enorme Russell Crowe encarna a Roger Ailes, el artífice de Fox News y de la deriva del periodismo, que se ha extendido como una epidemia y amenaza la democracia también aquí

Cuando Rupert Murdoch, el propietario de Fox News, decide rebajar los ataques a Obama, Ailes amenaza con renunciar si no obtiene todo el poder para decidir la línea editorial. Murdoch claudica y el director ejecutivo pone toda la carne en el asador para que Donald Trump gane las elecciones. Coordina la tarea de la cadena con la campaña del candidato republicano sin ningún tipo de escrúpulo. Bajo la consigna de Ailes, "dividamos y triunfaremos", la cadena se convierte no en la única pero sí en la principal plataforma de propagación y argumentación de los discursos xenófobos, racistas y machistas de Trump y de todas las fake news construidas por el estratega Steve Bannon. Trump ha dirigido esta semana ataques racistas contra un grupo de cuatro mujeres congresistas negras, latinas o musulmanas que aunque ha provocado la reprobación del presidente por parte de la Cámara de Representantes, está teniendo los efectos de un exitoso spot electoral, como ha constatado el senador progresista Bernie Sanders.

Ailes ya no está, murió en 2017, pero su herencia sigue dominando el escenario político dentro y fuera de Estados Unidos. La epidemia la podemos comprobar ahora y aquí con el apagón informativo de los principales medios convencionales sobre los atentados de Barcelona y Cambrils y las misteriosas relaciones de los servicios secretos españoles con los terroristas. Es precisamente este silencio lo que pone de manifiesto como nunca hasta ahora la connivencia de los medios con el poder político. No es obligatorio dar crédito a las revelaciones de Público, pero sí al menos pedir explicaciones para calibrar la magnitud de un escándalo que plantea sospechas gravísimas. La prensa de Estados Unidos no se desentendió del Watergate aunque la primicia la diera The Washington Post.

Lo mismo ha pasado o está pasando con el proceso soberanista, con periodistas y medios dispuestos a propagar informes falsos de la policía política, como ha revelado el exdirector de El Mundo, David Jiménez, o versiones sistemáticamente distorsionadas de los hechos. Mientras los medios y los periodistas más cercanos al soberanismo se autoflagelan constantemente con la autocrítica y la denuncia de los errores, las irregularidades y las contradicciones de los gobernantes y los líderes del movimiento independentista, ni una sola denuncia ni ninguna autocrítica ha surgido en los medios del establishment sobre un procedimiento que tribunales internacionales y organizaciones de defensa de los derechos humanos han observado cargado de abusos e irregularidades. La deriva progresiva del periodismo convertido en arma y trinchera al servicio del poder llevó al Washington Post a dar una señal de alarma incorporando a su cabecera la siguiente frase: "Democracy dies in darkness". La democracia muere en la oscuridad.