En los cuatro meses que han pasado desde las elecciones que dieron la victoria al conjunto de la izquierda, Pedro Sánchez no ha demostrado voluntad de pacto con Unidas Podemos hasta el punto de descartar con meses de antelación el gobierno de coalición con el partido de Pablo Iglesias, que, dados los resultados electorales y los compromisos adquiridos durante la campaña, era lo que todo el mundo esperaba. Desde el 28 de abril, la estrategia de Sánchez ha sido perder el tiempo, bien porque quiere repetir las elecciones o bien porque piensa que la amenaza de repetir las elecciones le acabe proporcionando un cheque en blanco para gobernar solo. La cuestión es qué hará o que puede hacer Unidas Podemos.

Asistiremos en la rentrée a una nueva chicken run, aquella competición de James Dean en Rebelde sin causa en la que dos conductores corren hacia el abismo. Pierde el que frena antes, gana el que más se arriesga a despeñarse por el barranco... siempre y cuando no se estrelle, claro. La mayoría de comentaristas y las encuestas oficiales y oficialistas dan por hecho que otras elecciones serán muy buenas para el PSOE y un desastre para Unidas Podemos. Pero Pablo Iglesias también calcula cómo afectaría a un partido cuya razón de ser es el cambio político el hecho de entregarse al continuismo.

No hay que olvidar que el origen de Podemos es el movimiento de los indignados, que surgió un 15 de mayo aún bajo gobierno socialista cuando el PSOE y la socialdemocracia europea en su conjunto traicionaron sus principios y a su gente. Para hacer frente a la crisis de 2008, los socialistas, aquí y fuera de aquí, adoptaron políticas restrictivas y regresivas con la ciudadanía en nombre de la austeridad y, al mismo tiempo, vertieron miles de millones de euros del erario público para salvar a los bancos que habían puesto en riesgo el sistema financiero.

Un parte de la izquierda europea se indignó y se movilizó contra el statu quo. En España, la protesta denunciaba la connivencia PP-PSOE al grito de "¡No nos representan!" y "¡Democracia real, ya!". Es decir, que los indignados del 15-M no se limitaron a criticar a un gobierno o a un partido, sino que denunciaban el sistema de funcionamiento en que había derivado el régimen político del 78. Los indignados pretendían poner fin al control político por parte de los poderes fácticos financieros y funcionariales, pedían división de poderes auténtica y no ficticia, una ley electoral con listas abiertas, transparencia y medidas anticorrupción... y ese movimiento, con aquel programa, se transformó en el partido Podemos. Fue una aparición tan fulgurante que llegó a aparecer en algunas encuestas como favorito para ganar las elecciones, haciendo sonar todas las alarmas en el deep state español.

Si se acaba imponiendo el veto de los poderes no elegidos que pretenden tutelar la democracia a que Unidas Podemos se incorpore al Consejo de Ministros, y el partido de Iglesias se resigna y lo acepta, entonces seguro que no habrá cambio ni esperanza

¿Qué pasaría si Unidas Podemos acepta ahora apoyar un Gobierno monocolor del PSOE? Por mucho bombardeo publicitario que hubiera, lo cierto es que se trataría de un cheque en blanco para Sánchez. El líder socialista ya ha dejado claro que no piensa asumir ninguna de las medidas de cambio que más identifican el programa de Unidas Podemos. Así que una vez investido Sánchez, Iglesias no tendría ningún instrumento coercitivo para obligar al presidente del Gobierno a cumplir nada. Sánchez podría incluso propiciar acuerdos en "asuntos de Estado" con el PP y Ciudadanos y la única respuesta que podrían dar los diputados de Podemos sería votar en contra y ejercer el derecho al pataleo. Podemos no podría ni siquiera desestabilizar demasiado al ejecutivo socialista porque propiciaría que la derecha presentara una moción de censura y, en tal caso, Iglesias no tendría más remedio que tragarse todos los sapos y salvar al soldado Sánchez. Y cualquier iniciativa parlamentaria de UP tumbada por el PSOE sería la constatación de su impotencia.

El riesgo de nuevas elecciones para el partido de Pablo Iglesias, según el promedio de encuestas, sería la pérdida de aproximadamente un 1% de apoyo electoral y algunos diputados, que continuarían siendo decisivos. Esto obviamente a priori porque también es posible que el electorado de izquierdas entienda la nueva campaña como la necesidad de impedir el giro a la derecha del PSOE. Es obvio que si Pedro Sánchez convoca elecciones habiendo podido pactar con UP, será para intentar lo contrario, descartada como está la mayoría absoluta.

Desde el punto de vista de Unidas Podemos, la única razón de hacer política es penetrar en las instituciones del Estado para cambiarlas. Que Unidas Podemos se incorpore al Gobierno del Estado no garantiza nada a priori, pero, como decían en la mili del soldado, el valor se le supone. En todo caso, sería la primera vez que la izquierda transformadora asumiera este nivel de responsabilidad, lo que no debe ser tan banal si asusta tanto al deep state. Permitiría al menos levantar alguna esperanza de cambio. Sin embargo, si se acaba imponiendo el veto (de los poderes no elegidos que pretenden tutelar la democracia) a que Unidas Podemos se incorpore al Consejo de Ministros, y el partido de Iglesias lo acepta, entonces seguro que no habrá cambio ni esperanza.