Los que tenían prisa y se mostraban tan contrarios a aplazar las elecciones a pesar de la covid argumentaban que Catalunya necesita urgentemente un Govern sólido para hacer frente a la pandemia y sus consecuencias políticas, sociales y económicas. Sin embargo las elecciones no garantizan que al día siguiente del 14 de febrero la política catalana entre automáticamente en un periodo de estabilidad. Y las encuestas vaticinan todo el contrario.

Las dos encuestas prohibidas, tanto la escocesa como la andorrana, siguen señalando una ventaja mínima del bloque independentista pero inferior al margen de error de los sondeos y con la incógnita que supone más del 30% de indecisos en víspera de los comicios, así que todavía todo es posible. Lo que queda claro es que si el bloque unionista suma mayoría, el acuerdo para investir presidente a Salvador Illa, desde Vox hasta los comunes, será inmediato. Casi automático. Desalojar a los independentistas de la Generalitat es la prioridad abanderada de todos los partidos de ámbito español que se presentan a los comicios. Como se trataría de un pacto vergonzante para todo el mundo el acuerdo sería tan rápido como el de Pedro Sánchez con Iglesias, anunciado como un hecho consumado el día siguiente de las elecciones, o el de Manuel Valls con Ada Colau, forjado la misma noche de los comicios. Ahora bien, Illa saldría elegido presidente pero no tendría mayoría para poder sacar adelante ni una sola ley, ni un solo presupuesto. Vox puede contribuir a derrotar los que considera enemigos de España, pero nada más. En ningún caso confraternizará cotidianamente con los rojos ahora denominados socialcomunistas, si no es para cerrar TV3 y erradicar el catalán de las escuelas. La inestabilidad política llegaría, pues, a ser crónica, y el relevo de cargos intermedios, un auténtico caos.

Si como prevé 'The National', la candidatura de Puigdemont y Borràs es la más votada, es más que probable que la CUP intente vetar a Laura Borràs como presidenta igual que hicieron con Artur Mas con gran satisfacción del 'establishment' español

Las cosas no estarían más claras si se confirma la victoria del bloque independentista, porque a diferencia del unionismo, los que se llaman independentistas no comparten la misma prioridad con respecto a la presidencia. La encuesta prohibida deThe National deja clarísimo que los votos de la CUP serán imprescindibles para tener presidente independentista y ya sabemos la tendencia de la CUP a tirar dirigentes independentistas a la papelera de la historia. La caída de Artur Mas todavía llena de orgullo a los cupaires más hooligans. Después le tumbaron los presupuestos a Puigdemont y le negaron el apoyo a un Jordi Turull cuando tenía un pie en la prisión de Estremera. ¿Quién duda de que lo volverán a hacer? Si, como prevé The National, la candidatura de Puigdemont y Borràs es la más votada, es más que probable que la CUP intente vetar a Laura Borràs como presidenta igual que hicieron con Artur Mas con gran satisfacción del establishment español. Así que volveremos a tener dos meses de tira y afloja y esta vez, todo el mundo, excepto los ganadores, apostarán por repetir las elecciones. Los mismos que tenían prisa para estabilizar la política catalana la necesitan inestable cuando pierden.