Pedro Sánchez ha dado por cerrada la posibilidad de un Gobierno de coalición con Unidas Podemos, que era, por imperativo de los poderes fácticos, el principal objetivo y el principal quebradero de cabeza que tenía desde la noche de las elecciones, cuando sus correligionarios gritaban "con Rivera, no" y, al mismo tiempo, el líder de Ciudadanos se cerraba en banda a cualquier entente. Descartada pues la opción aritméticamente más lógica ―dado el resultado de los comicios― pero políticamente más indeseada, después Pedro Sánchez ha vuelto a hacer una propuesta más barata que todas las anteriores, como es un acuerdo programático que le asegure una presidencia sin ministros que le deban el cargo a Pablo Iglesias.

Prácticamente sería un cheque en blanco, porque una vez investido presidente, Sánchez podría cumplir o no cumplir el acuerdo, pero Unidas Podemos se encontraría atada de pies y manos porque en ningún caso estaría en condiciones de provocar una moción de censura, ni de dar apoyo a la misma iniciativa propuesta por la derecha. De hecho, el único argumento convincente de Pedro Sánchez a UP para que firme un acuerdo de investidura es la amenaza tácita de repetir las elecciones. Los recientes sondeos del CIS y de El País pronosticando lo mejor para el PSOE y lo peor para UP hacen el papel de la artillería, buscando sobre todo segar la hierba bajo los pies de Pablo Iglesias a base de envenenar los debates internos de la coalición del color morado.

La estrategia de Sánchez le está saliendo a cuenta en la medida que desestabiliza al adversario de izquierdas con la intención de fagocitarlo, pero que ande con cuidado, que cuando la socialdemocracia europea se ha entregado a los dictados de la derecha económica, los partidos socialistas han experimentado una tendencia a la irrelevancia

Para justificarse por todo lo que hace, Sánchez ha enviado una carta a los militantes socialistas jurando y perjurando que ha hecho todo lo posible para pactar con Unidas Podemos y que si no lo ha hecho no ha sido por su culpa, que se ha comportado con extrema generosidad. Excusatio non petita, accusatio manifesta. 

Luego, el presidente en funciones y candidato a la investidura abre una ronda de consultas con organizaciones progresistas para continuar la partida y cargarse de razones hasta septiembre. Cabe admitir que, a pesar de no haber conseguido investirse presidente, la estrategia de Sánchez le está saliendo a cuenta en la medida que desestabiliza al adversario, al adversario de izquierdas, claro, para acabar fagocitándolo. Es, de hecho, lo que hizo el PSOE desde el inicio de la Transición, primero con los partidos socialistas que pululaban  por el país y luego practicando una opa permanente a los comunistas. Ahora, la estrategia pasa por hegemonizar el espacio que va del centro a la izquierda como la única manera de asegurar victorias electorales ante la derecha dividida en tres partidos.

Sin embargo, no hay que olvidar que la crisis política en España comienza con el 15-M cuando aún gobernaba el PSOE. Zapatero, tras negar reiteradamente la crisis y tirar la casa por la ventana incluso atreviéndose a regalar 400 euros a cada contribuyente, recibió una llamada de Berlín, se puso a las órdenes y anunció el más grande y más grave recorte social de la historia. Desde entonces, en 2010, los socialistas españoles no han levantado cabeza hasta ahora y lo han hecho no tanto por méritos propios, sino gracias a la corrupción y la división de la derecha. Ahora mismo, Pedro Sánchez ha ganado las elecciones con siete millones de votos, más o menos, los mismos que cuando el partido se hundió en la oposición en 2011. No está en situación pues de tirar cohetes. El mapa político de Europa es toda una advertencia. El PS francés no está ni se le espera. Los socialdemócratas alemanes se han visto superados por los Verdes. Del PASOK griego casi nadie se acuerda y los socialistas italianos se hicieron el harakiri antes abducidos por Berlusconi. Cuando la socialdemocracia europea se ha entregado a los dictados de la derecha económica, los partidos socialistas han experimentado una acusada tendencia hacia la irrelevancia.