La fiesta, el diálogo, se acabado (como siempre) antes de empezar, si es que alguna vez ha estado abierto. Ya quedó claro el famoso "ni quiero ni puedo" de Rajoy en una entrevista a cinco (El País, The Guardian, Le Monde, La Stampa, Süddeutsche Zeitung i Gazeta Wyborcza), publicada en el diario madrileño el 9 de diciembre de 2013.

En enero de este año empezó la Operación Diálogo. Espectacular simulacro de mudanza parcial a la calle Mallorca de Barcelona, a la Delegación del Gobierno, de la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría. Constan dos entrevistas: una con su homólogo catalán, Junqueras, y con la líder de la oposición en el Parc de la Ciutadella, Arrimadas. Del encuentro entre los presidentes, Rajoy y Puigdemont, como decía el Zorro, "nunca más se supo".

He ahí, sin embargo, que en otra singular entrevista en Onda Cero, con Carlos Alsina, el pasado 26 de enero, Rajoy responde que quiere dialogar, ¡pero tacha todos los puntos que el entrevistador le propone! A partir del punto 3:42:00 queda claro, de nuevo, que no puede ni quiere hasta tres veces en poco espacio de tiempo. Dejando al margen una peculiar interpretación constitucional, poco fiable en alguien que no sabe cómo funciona la nacionalidad española y la europea.

Aunque se dice dispuesto a hablar de todo, Rajoy no piensa hablar de nada. En definitiva, nada de nuevo bajo el sol

Así las cosas, lo que queda claro es que, aunque se dice dispuesto a hablar de todo, Rajoy no piensa hablar de nada. En definitiva, nada de nuevo bajo el sol. Ni Operación Diálogo ni nada de nada. También es cierto, que era una esperanza desde el principio frustrada confiar en la capacidad de resolver problemas de alguien que fía la bajada del precio de la luz a la lluvia, tal como afirmó en la mencionada entrevista radiofónica.

Una vez dada la vía libre a los presupuestos por parte de las CUP, la convocatoria del referéndum parece más que probable. En consecuencia, por primera vez se avista una auténtica crisis institucional, que dejará pequeña la que genera el juicio de la próxima semana por el 9-N, que sienta en el banquillo de los acusados a Mas, Ortega y Rigau. En el pensamiento rajoyano, de funcionario que sólo entiende una forma enfermiza de concebir la ley, el poder del Estado es omnímodo. No sólo eso: es la medicina que todo lo sana, especialmente si la ley se utiliza contra los disidentes con el más puro estilo africanista en versión capitalina, es decir, hasta la aniquilación del adversario (eufemismo para designar al enemigo).

En el pensamiento rajoyano, de funcionario que sólo entiende una forma enfermiza de concebir la ley, el poder del Estado es omnímodo

Claro que aludir a la ley, cuando quien lo dice es el presidente de un partido imputado por actos criminales llevados a cabo bajo su mandato y que figura como responsable civil a título lucrativo en varias causas por corrupción, es un sarcasmo. Sarcasmo que resulta acentuado porque estas causas han hecho retroceder a España hasta el número 41 en el escalafón de la percepción de la corrupción y poniéndola prácticamente en la cola de la Unión Europea y de la OCDE. Sarcasmo propio de alguien que mezcla, como lo hizo el pasado martes, día 31, a Rita Barberá con las víctimas del terrorismo.

Sea como sea, ni ha habido diálogo ni habrá. Atizar hasta el final es lo único que razonablemente se puede esperar. Otra cosa, claro está, es que lo consiga, a pesar de la amplía panoplia de instrumentos de que dispone el Gobierno.