La sorpresa que vaticinaba Margarita Robles la semana pasada que tendríamos esta semana ha llegado puntual hoy lunes a las 9.30 de la mañana. Así, hemos sabido que Pedro Sánchez y la misma Robles han sido espiados. Son los primeros miembros del Gobierno que lo son. Se esperan más, dado que continúan las investigaciones en marcha sobre otros integrantes del gabinete de La Moncloa. En principio, no podemos poner en duda la información del Gobierno. Sí que podemos, sin embargo, destacar varios puntos. El primero de todos es el de la oportunidad. Ha caído del cielo una tabla de salvación para el Gobierno, en especial para Robles en una semana, el próximo miércoles, que tiene que comparecer en el Congreso de los Diputados. Aunque unos espionajes no quitan los otros, los presuntos responsables de los primeros harán todo lo posible para presentarse como víctimas, las primeras, claro está.

Nada menos irrelevante es que Robles sea, también víctima de estos hechos delictivos. Hechos que ha puesto de manifiesto el Centro Criptográfico Nacional, órgano del CNI. Llama la atención, también, que el Gobierno haya presentado una denuncia ante la Audiencia Nacional, de la cual, a primera vista, la competencia no queda clara, y no que haya dado traslado, como toca, al Ministerio Fiscal para que interponga la correspondiente querella. Choca el alto perfil informativo y el bajo perfil judicial. Diría que no es casual dentro de esta tormenta cada vez más perfecta.

Más: se sabe que Sánchez y su ministra fueron espiados, aunque, a estas alturas no se puede saber, dicen, sobre qué fueron espiados, es decir, qué información concreta obtuvieron de las espías. Este intrusismo tiene que ser pagado, obviamente, por sus perpetradores, pero también, con el despido de los servicios de seguridad de contraespionaje. Porque, además, la intrusión se ha conocido casi un año después de haber tenido lugar. Mucho buscar indepes que son públicos y notorios y poca vista sobre los auténticos enemigos internos, si es que son enemigos.

He dejado para el final dos datos que, combinados, resultan llamativos. En efecto, cuando a una persona se le observan sus comunicaciones, son observados quienes comunican con ella. Así, el número de teléfono A, al ser espiado, se registran todas las comunicaciones con terceros: las que hace y las que recibe. El universo comunicativo puede ser, tratándose de políticos y/o actores sociales relevantes, muy amplio. No es una consecuencia insólita, sino más bien forzosa, que algunos integrantes de este universo sean, también ellos, espiados. De tal forma tenemos una red de interacciones de las cuales se pueden saber todos sus contenidos, aunque el objetivo inicial fuera solo A. ¡Aterrador! Por indiscriminado, irracional y manifiesta voluntad de poder.

Operando así, se van llenando carpetas de ciudadanos y más ciudadanos, empezando por los de más arriba, con todo tipo de información, porque, a pesar de lo que diga la ley, nadie cree ni por un momento que la información aparentemente anodina será destruida. Los servicios secretos solo destruyen información por equivocación, nunca intencionadamente; ni, todavía menos, por mandato de la ley, pues obran, de hecho, por encima de la ley.

Así, resulta sólida la hipótesis de la mezcla de intrusiones. Sabedores los servicios de información de lo que se cocinaba en el mundo independentista, catalanista o no, y zonas adyacentes por ideología social o estrategia política, tocaba ir un paso más allá. Al margen que las intrusiones en el mundo indepe, incluso sin vislumbre de delito, fueran "legales" [de serlo, con la ley en la mano, falta algo más que la autorización judicial] o no, resulta creíble —seguro?— la autorización para espiar al presidente del Gobierno, la ministra de Defensa y, por lo visto plausible, otros miembros del gabinete. No olvidemos que en mayo-junio del 2021 estaban en el horno los indultos con muchos ingredientes. Y que, por lo visto y nadie lo ha desmentido, el ministro de Justicia de la época, Campo, también fue espiado.

¡No en vano, el ministro Bolaños, en su comparecencia, con preguntas (!) de hoy, ha escogido perfectamente las palabras, ha hablado de intrusión externa e ilegal. O lo que es lo mismo: apunta más hacia casa que hacia afuera, que hacia potencias extranjeras.

Igual que, como declaró uno de los imputados en la causa de los GAL, había un GAL de azul, uno verde y uno marrón (Policía Nacional, Guardia Civil y CNI), también puede haber CNI de varios colores y, por debajo de todos, el más peligroso, el deep CNI. Estaría integrado por miembros por libre del CNI regular y por otros miembros de instituciones del estado y de la sociedad civil, también a título particular, pero disponiendo, más o menos subrepticiamente de medios e instrumentos públicos para la, nos dirían, salvaguarda de la patria. O, tout court, de su estatus dentro de su patria. Ya sabemos cuál es el último refugio de los canallas. De todos modos, con escuchas, corrupción y lawfare está quedando una democracia de primera, una vez más la envidia del universo mundo y del mar oceano.