Tiene nombre de vodevil –gran género teatral–, pero para el régimen es un drama en demasiados actos para soportar el descalabro permanente en que se ha convertido la política española. A pesar del corto recorrido que muestra, ¡caray el daño que hace!

Ayer nos despertamos con el whatsapp del senador Cosidó, jefe del grupo parlamentario del PP en el Senado, exdirector general de la Policía y, por tanto, jefe de la policía patriótica, con Villarejo como mediocampista. Obras a ellos atribuibles son los informes sobre las cuentas de Pujol y de Trias o el querer engañar a un fiscal jefe de Catalunya; y son los reyes de las grabaciones. Un currículum de primera.

Las críticas, de todos lados, le diluviaron. ¿Respuesta? De manual: lo habéis entendido mal. No vale la pena ningún comentario al respecto. Cuando menos, esta vez no se ha dicho que el whatsapp estaba en un círculo privado. Algo sí hemos ganado.

Por la noche, el candidato y presidente in pectore, Marchena, hacía pública una carta en que decía que con él no cuenten. Algunos han repicado como en Domingo de Gloria: la decencia ha bajado del cielo. Aleluya! La carta, a pesar de ser corta, es demasiado larga y tardía. Para ser creíble debería haber sido emitida el primer día que su nombre se hizo oficioso como bipresidente del TS y el CGPJ. Tendría que haber dicho que él, independiente como es, no aceptaba una candidatura que ni había presentado; aún menos no habiendo sido designados por las Cortes los vocales del CGPJ. Tardía, pues. Y larga, porque dice cosas que nadie le ha pedido.

Lo que ocurre es que, a pesar de todos los fakes del mundo, la Tierra sigue siendo redonda; o, dicho de otra forma, la realidad es de un tozudo que asusta: aunque momentáneamente escondida, rebrota siempre y con más fuerza.

Ahora que no hay candidato impuesto, ¿qué ocurrirá? Ayer tuvo lugar una huelga de jueces y fiscales. De condiciones laborales –no exclusivamente salariales– pasaron a reivindicaciones institucionales. Bien, muy bien. No hay que confundir los jueces y fiscales de base, el 90% de las respectivas carreras, con esta cúpula judicial, digamos caritativamente, peculiar y censurada por politizada, mejor dicho partidizada, por todas partes, dentro y fuera de la piel de toro.

De controlar la sala segunda del TS a excluir de la jurisdicción a los jueces molestos: esta es la independencia de los constitucionalistas

En coherencia con sus —creo que sinceros— planteamientos de dignidad profesional e integridad institucional, tendrían que retirar sus candidaturas los jueces –y juristas– propuestos para vocales. Poner el contador a cero, al fin y al cabo. Todo lo que no sea eso y empezar desde abajo un proceso transparente, con programas debatidos públicamente por los candidatos en audiencias parlamentarias –unas de verdad, no mascaradas– enquistará la sensación de tongo. Tongo que será claro si continúa el proceso de selección como hasta ahora. Huelga decir que el Parlamento es el único ente de base democrática que puede legitimar cualquier tipo de órgano de gobierno de un poder del Estado.

Además, Cosidó, que controla por detrás la sala segunda del TS –¡casi ná!–, tiene que marcharse a casa. Otrosí: por su parte, deben ser recusados los miembros de esta sala, que no han abierto la boca; como tampoco la ha abierto el actual presidente del Consejo, tan proclive él a la expansión verbal. Él se puede marchar a casa; hay un vicepresidente y, en todo caso, siempre el miembro más antiguo para presidir un órgano colegiado. También debe marcharse el diputado del PP Carlos Rojas, que manifestó el deseo de que el magistrado José Ramón de Prada dejara la judicatura para no seguir juzgando al PP. Irrisorio, ¿verdad?

De controlar la sala segunda del TS a excluir de la jurisdicción a los jueces molestos –por cierto, la condena por la Gürtel la firmaron dos magistrados; De Prada solo es uno de ellos. Esta es la independencia de los constitucionalistas, remachada por Pedro Sánchez, que insta a mantener el pacto, después de congratularse del acuerdo partidista sobre Marchena.