La detención, el lunes pasado, de presuntos terroristas vinculados a los CDR y la forma de llevarla a cabo, con filtraciones, cámaras, retransmisión sesgada por algunos matinales televisivos, comunicados de asociaciones profesionales de jueces y agentes policiales, y un silencio sepulcral de la abogacía institucional, ha producido en la población catalana más suspicacias que tranquilidad, aunque teóricamente la sociedad se ha visto liberada de una amenaza, amenaza que nadie hasta ahora había percibido.

Ratificaban esta sensación de incredulidad, o incluso de desconfianza, el hecho de que dos de los detenidos e imputados de terrorismo quedaran en libertad; o el baile de cargos penales que aparecían y desaparecían, con rebelión incluida; o también el intento ―es un decir― de prevenir comisión de atentados cuando, por lo menos, el exterior de las dependencias oficiales tienen un bajísimo nivel de vigilancia ―algo que corresponde a una situación de máxima tranquilidad―.

El hecho de que las mismas fuerzas del orden, que no encontraron una sola urna antes del 1-O y que no sabían quién era un tal Orni, entre otros importantes hitos de la investigación policial, de repente, atribuyeran a 9 personas ―dos de ellas en libertad por obra de la misma policía― gravísimos delitos y vistos los antecedentes de las policías patrióticas, con sus invenciones de culebrón de tercera, hacía que la fuente no fuera considerada como muy creíble.

El último fin de semana ha pasado algo insólito: se ha filtrado a los medios de Madrid y sólo de Madrid y no a los interesados el auto de prisión o documento, quizás incluso apócrifo, que, a efectos publicitarios, lleva a cabo las mismas funciones. En este papel dicen que figuran los hechos que indiciariamente se imputan a los ahora prisioneros.

Aún así, de este, por la mayoría, ignoto documento, se dejan traslucir varias cosas: los CDR tenían cierta relación con el president Torra y buscaban asegurar una comunicación permanente y segura entre él y el president Puigdemont. Suena a tontería catedralicia, ya que ambos presidentes se comunican permanente y abiertamente. No tienen restringidas sus comunicaciones y lo pueden hacer por los canales que quieran.

Además, han implicado a la hermana del president Puigdemont. El día que las investigaciones ―vete a saber por qué narices― la sitúan en esta trama de alta conspiración internacional, resulta que no estaba ahí porque no podía estar, como ella misma ha declarado: la Sra. Puigdemont estaba en el hospital cuidando a su padre, que había sido operado justo el día anterior al que le imputan su intervención en estas conjuras.

La detención de presuntos terroristas vinculados a los CDR y la forma de llevarla a cabo ha producido en la población catalana más suspicacias que tranquilidad, aunque teóricamente la sociedad se ha visto liberada de una amenaza, amenaza que nadie hasta ahora había percibido

Todo tiene aire de opereta. A medida que pasan los días, todavía más, ya que lo que se filtra no parece sólido ni sostenible. No hace falta decir que todo es indiciario, que son filtraciones ―siempre ilegales―. Pero si hubiera indicios sólidos, las filtraciones, como demuestra la experiencia, podrían haber sido demoledoras. No tendría sentido filtrar sinsentidos. Pero cierto patriotismo tiene razones que la razón no entiende.

Lo que sí que se puede llegar a entender es la puesta en marcha de una operación de gran alcance, y muy sucia, visto lo que está en juego. Esta finalidad no sería otra que, pasando de las palabras y argumentarios al texto de los informes policiales y las resoluciones judiciales, se pudiera vincular independentismo a terrorismo. Así se destruiría, por parte de los que así operan, el mito del independentismo pacífico, dado que para los que se mueven por los mundos oficiales este rumor de equivalencia ya hace tiempo que corre. Ahora, con esta maniobra, ya tendrían la pistola humeante.

Pero es más. Con esto no basta. La guinda, el superbote, sería que este terrorismo estuviera dirigido desde el Palau de la Generalitat en sintonía con Waterloo. Un triple strike en toda regla: 1) el independentismo es terrorismo; 2) Torra es el líder de los indepes/terroristas; 3) Puigdemont es el hombre de atrás.

Y si, en consecuencia, Puigdemont es el hombre de atrás, se le puede empapelar por terrorismo. Y he aquí que el terrorismo, en cualquiera de sus formas delictivas, sí que entra dentro de la lista de delitos susceptibles de generar la euroorden. Y en este caso, examinada la existencia de indicios de delito y la identidad del reclamante, la entrega a España podría ser prácticamente automática.

Si la jugada sale bien, es redonda con poco más gasto que unos elementos que literariamente suenan bien. El riesgo también sería, ciertamente, hacer un monumental ridículo internacional. Pero como dijo Rubalcaba, "el Estado pagará el coste de traer a Puigdemont".

O sea, que al fin y al cabo, la cosa puede no ir de unos CDR, sino que podría ir de cobrarse la pieza que falta. Y muy bien podría ser que esta fuera una ocasión que entienden propicia. Aunque sea escribiendo recto con líneas torcidas.

Por último, sin apoyo mediático, esta operación sin sólidos anclajes materiales es imposible llevarla a cabo. Recordad cómo se apresuraron medios y parte del aparato del Estado al fabricar las mentiras del 11-M. Unos y otra continúan de servicio.