Si esta pieza que tiene la intención de leer seguidamente fuera una declaración jurada, podría estar perfectamente redactada en los siguientes términos: "Pues sí, servidor de usted, que ha dicho y ha escrito decenas de veces que no entendía cómo era posible que el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, o cualquier otro tribunal, decidieran sobre cuestiones sanitarias relacionadas con la covid, considera que esta vez el TSJC tiene razón con respecto a la retirada del toque de queda nocturno decidido la semana pasada y ratificado hoy". ¿Por qué? ¿Por qué ahora pienso diferente?, se preguntará ahora usted. ¿Me he dado un golpe en la cabeza? ¿El calor me ha trastornado? ¿La decrepitud me ha venido para quedarse? Quizás sí, pero no, no pienso diferente. Lo que creo es que el TSJC la acierta, sobre todo, porque ahora la cosa realmente no va de salud sino de orden público. Me explico.

Hace un año y medio que arrastramos decisiones judiciales covid manifiestamente incomprensibles y que —básicamente— no tocaban. Pero la cuestión del toque de queda de ahora es diferente. El argumento demoledor es el del párrafo final del punto 3.2 de los fundamentos de derecho de la resolución de hoy, que resumido sería: si la administración puede controlar la interacción ciudadana de día, también tendrían que poder hacerlo de noche. Y ahora usted me dirá: "¡Oh, es que de día la gente no hace botellón! El problema es por la noche y entonces es cuando hace falta un toque de queda para controlar la situación". Perfecto, estamos de acuerdo en que el problema son los botellones. Sin botellones no habría debate. Pero este problema no es nuevo. Junto con los manteros y las medusas, es una de las noticias más clásicas de todas las que se hacen y deshacen en verano. La diferencia es que ahora hay pandemia y la cuestión es si aplicando el toque de queda eliminamos el riesgo de contagio o bien la administración tiene otras herramientas que no lesionen un derecho fundamental como es el de la libre circulación. Cuando el confinamiento eso estaba resuelto porque entonces aplicaron una ley que lo sostenía jurídicamente. Pero ahora esto no es así.

¿Con el toque de queda aplicado sin estado de alarma había botellones? Sí. Y cuanto mejor tiempo hacía, más botellones había. Hasta ahora, que es un festival diario y cada ciudad y pueblo tiene su propio botellódromo funcionando a pleno rendimiento. ¿Y usted recuerda que nos dijeron que para evitarlos se abrirían los locales de ocio nocturno, porque allí todo estaría más controlado? ¿Sí, verdad? ¿Y cuánto duraron en funcionamiento? Cinco minutos, porque aquello, junto con los viajes de final de curso y los grandes festivales, nos llevó a una nueva oleada. Y sucedió en plena fase de vacunación mayoritaria y con toque de queda en vigor. Y así llegamos donde estamos ahora, cuando -por ejemplo- dejaron entrar sesenta mil personas al estadio de Wembley para asistir a la final de la Eurocopa de fútbol y oficialmente se contagiaron de covid tres mil trescientos cuatro espectadores, que así a ojo sería un 5%. Y allí nadie aplicó ningún toque de nada.

¿Qué quiero decir? Que la gente también se contagia de día y la sensación es que aquí, aprovechando la situación, se ha querido solucionar un problema de orden público nocturno que no es nuevo y que hace años se les ha ido de las manos, pero con una ley que no corresponde. Ahora bien, por favor, que no hagan más. Leyes. Ya tenemos suficientes. Que las leyes las carga el diablo, normalmente sirven para recortar todavía más derechos y una vez vienen ya no se van. Que a las leyes les das un dedito y te cogen el brazo. Si quieren ir a por los botellones, apliquen las normativas ya existentes o hagan una de temporal. Y, sobre todo, no nos den gato por liebre.