"Supremo, tenemos un problema". Podría ser el resumen de lo que ha sucedido esta semana en el juicio contra el Procés. Y este problema se llama "Llarena ha construido un edificio que no se sostiene y el Supremo tiene que poner unos parches a ver que pueden salvar". Y eso se explica con la metáfora de la butifarra con judías.

Las acusaciones de malversación y desobediencia son graves y pueden significar penas no menores. De hecho a Santi Vila, por ejemplo, le piden 7 años de prisión por la primera de las dos. Pero en un plato de butifarra con judías, estos dos delitos son las judías. A ver, que son muy buenas, muy sanas y acompañan muy bien la butifarra, pero la gracia del plato es la butifarra. Las judías son el acompañamiento y la butifarra son la malversación y la sedición, los dos grandes delitos que sostienen la causa y que justifican hasta donde han llegado. Sin la butifarra, el plato no existe. Por lo tanto, tiene que ser consistente, buena y tiene que estar en condiciones.

Cuando el poder político se desentendió del "problema catalán" y pasó la pelota a la justicia política, esta decidió que allí estaban ellos para salvar España. Y determinaron que había que acabar con eso de los indepes, que habían ido demasiado lejos y que habían llegado el momento de escarmentarlos. Y aquí está donde entró Llarenisme constitucional salvapatrias que no tenía lo suficiente ganando por 3-0. Fueron a por el 10-0 y dando por buenos los goles en fuera de juego y rematados con la mano. Y así fue como el Llarenismeo constitucional optó por fabricar una instrucción tan desaforada como faltada de consistencia que ahora se tiene que probar en el Supremo. Y como se pasó de frenada, de aquí les llora ahora a la criatura.

Con las declaraciones de esta semana, sobre todo la de Jordi Sánchez, ha llegado el momento de sacar la butifarra. Y lo que nos han sacado ha sido una salchichita. Y hecha con carne de xopped. Y estaba cruda. Y fría. Los argumentos de quién, según los que entienden, es el mejor fiscal que tienen en el Supremo, se han centrado en los famosos coches y en un correo electrónico que Sánchez habría recibido y que la acusación no ha sido capaz de probar ni si se había abierto y donde, oh terrible atentado terrorista violento, se hablaba de bloquear una calle con unos coches particulares. ¿Dios mío, y eso es sedición? ¿Y eso es rebelión? ¿Eso justifica el sumario perpetrado por Llarena?

Pero es que no tienen nada más. Tienen los coches, tienen este correo y tendrán declaraciones de policías que dirán que el 1 de octubre hubo una violencia terrible, pero ellos saben que con eso no se sostiene la causa. Ellos saben que con eso en Estrasburgo se envuelven los bocadillos de sardinas. Por eso, a medida que el fiscal iba preguntando, delante de nuestros ojos la salchicha se iba encogiendo. Pero no por culpa de los fiscales sino de quien los dejó el muerto en la puerta de su negociado.

Efectivamente, algunos de los fiscales del Supremo no se han preparado lo suficiente el juicio y han cometido errores increíbles. Y la abogada del Estado ha hecho buena la temporada de Coutinho. Pero la salchichita que tenía que ser butifarra no sólo es incomible por culpa suya. Y este es el gran problema de cara al futuro: la imagen de la justicia española no se recupera ni cambiando la butifarra por angulas. Porque si hasta ahora no se le ha ocurrido a nadie servir angulas con judías será por alguna cosa.