Aquí mismo ya ha quedado dicho que no tengo suficiente criterio como para juzgar hasta qué punto ha sido acertada o no la gestión político-sanitaria de los que han tenido que comerse la crisis de la COVID. Tampoco la de Salvador Illa como ministro de Sanidad. Sí que puedo criticar la centrifugación de la gestión hacia quién no tiene los recursos económicos para hacerla. Nuevamente se trata de la financiación no resuelta de unas autonomías a quien se les traspasa un servicio -en este caso no menor- y no el dinero para pagarlo. Pero, en todo caso, eso ya era así antes de que él fuera ministro y es un tema político. Sí que puedo criticarle haberse puesto la medalla de unas vacunas negociadas por la UE y no por él y que tampoco es él el encargado de administrarlas y lo ha parecido.

Dicho esto vamos a la cosa. Y la cosa es el que los compañeros del NacioDigital Ferran Casas y Andreu Merino hoy han publicado que antes de empezar el debate electoral de ayer en TV3 no todos los candidatos (y candidatas) participantes se hicieron la correspondiente PCR. De los nueve falló uno. ¿Quién? Salvador Illa. Y la polvareda generada es comparable a la que queda encima de un coche el día en que hay arena sahariana en el cielo y se pone a llover.

Saquemos la lupa, pongámonos la pipa en la boca, una gorra de pata de gallo en la cabeza y analicemos la situación. En la vertiente política es una cuestión de dar ejemplo. Y en el caso del exministro de Sanidad todavía muuucho más. Si todos los candidatos se hacen la prueba, él se la tiene que hacer. El primero. Porque si no, se acabará sabiendo y, aparte del mal ejemplo que das a la ciudadanía (una vez más la ejemplaridad, como los obispos, políticos y militares que se colaban para poder vacunarse) abrirás todo tipo de sospechas que, a tres días de acabar la campaña te pueden hundir en la miseria. Este error político es IN-COM-PREN-SI-BLE y las posteriores explicaciones han sido desconcertantes.

Él y su partido dicen que el protocolo de Salud y las autoridades sanitarias no recomiendan que en estas situaciones se hagan pruebas ni de PCR ni de antígenos. Pues unos cuantos lo debemos tener muy mal entendido porque puedo decir nombres de programas de TV, tanto hechos en Catalunya como en España y Europa, grabados y en directo, donde todo el equipo (TODO) se hace una PCR antes de empezar. Y no hablo sólo de series donde los actores interactúan muy físicamente sino de programas de entretenimiento y de documentales donde se guarda siempre la distancia de seguridad y todo el mundo va con mascarilla menos quien tiene que hablar y en el momento exacto de la grabación.

Y, claro que la Generalitat tiene un protocolo. Se llama "Planes de reanudación del sector cultural. El audiovisual". Es un documento de 21 páginas aprobado el 3 de julio del 2020 "por el Comité Técnico del Plan PROCICAT para emergencias asociadas a enfermedades transmisibles emergentes con potencial alto riesgo". Después cada empresa tiene uno propio. Pero permítame (y discúlpeme) que le hable de mí. Este viernes pasaré una prueba de antígenos para poder participar el lunes en un programa de TV y dentro de  unos días pasaré otra, junto con cámaras, de audio y producción, para poder grabar un documental. Ojo, y teniendo ya hecho un serológico donde salió que tengo los anticuerpos.

Si me tocara ir a un debate de candidatos, además habiendo sido ministro de Sanidad, o bien enseñaría que tengo hecha la prueba recientemente o bien me la haría allí mismo, como todos los otros. ¿Por qué tendría que ser yo diferente? Y quizás la explicación de este caso es muy sencilla, pero si no la das abres la puerta a todo tipo de especulaciones que te perjudican. En todo este caso, lo que menos entiendo es como se puede haber cometido este terrible error político. Tanto spin doctor para acabar resbalando con una piel de plátano tan señalizada como si fuera la pista de aterrizaje de un aeropuerto, de noche y en un día de niebla espesa.